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Amazonía y Orinoquía

La tragedia natural y humana que vive el Amazonas tiene su origen en gran parte por las ambiciones de agricultores, ganaderos, madereros y muchos más, quienes apoyados por un gobierno como el de Bolsonaro...

30 de agosto de 2019 Por: Eduardo José Victoria Ruiz

La tragedia natural y humana que vive el Amazonas tiene su origen en gran parte por las ambiciones de agricultores, ganaderos, madereros y muchos más, quienes apoyados por un gobierno como el de Bolsonaro, sin sensibilidad medioambiental y expectativas enfocadas exclusivamente en el crecimiento económico de corto plazo, auspiciaron la tala de bosques y diferentes sistemas de deforestación, entre ellos las quemas ‘controladas’ que fácilmente se salen de su cauce y terminan en las imágenes apocalípticas que hemos visto estos días.

Son mínimas muestra de la angustiosa realidad que se vive por parte de las etnias indígenas y de la diversidad de especies animales y vegetales, incineradas brutalmente.

Mucho se podría escribir al respecto. Sin embargo, como la adversidad es fuente de lecciones por asimilar, Colombia debería aprender que una forma de proteger nuestra Amazonia, además de controlar, es fomentar la oferta de llanuras y sabanas que como las de la Orinoquía están aptas para que la frontera agrícola del país se expanda y Colombia pueda ser una potencia en cultivos como arroz, palma, maderables, frutos secos, ganadería, sin sacrificar los bosques tropicales que se encuentran más al sur del país.

Sin embargo, esa oferta solo será atractiva con vías para el mantenimiento y comercialización de los productos agropecuarios, que permitan su aprovechamiento a pesar de los largos y duros inviernos de la altillanura. Hacer la vía transversal para exportar por Buenaventura sería la redención económica para departamentos como Vichada, Guaviare, Putumayo, Casanare, Meta, Huila, Cauca, Caquetá y el mismo Valle del Cauca, pues la competitividad se daría a lo largo de los 1490 kilómetros de vía proyectada. En el más conservador de los supuestos sería la incorporación de 784.000 hectáreas.

Ese proyecto de emprender la gran vía desde Puerto Carreño hacia Buenaventura debería ser propósito indeclinable de este gobierno y una apuesta firme de la vallecaucanidad. Se incorporaría esa media Colombia olvidada por el Estado y lejana de oportunidades para sus habitantes. Se abaratarían los costos de transporte haciendo más competitivos los productos y se generarían fuentes de progreso y desarrollo en una zona que es tan fértil en su capa vegetal como en el abandono de sus habitantes.

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