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Y Abadía sigue ahí

Sobre Juan Carlos Abadía pesan dos sanciones de la Procuraduría y una de la Contraloría que, sobre el papel, lo inhabilitan para participar en política.

9 de enero de 2020 Por: Diego Martínez Lloreda

Sobre Juan Carlos Abadía pesan dos sanciones de la Procuraduría y una de la Contraloría que, sobre el papel, lo inhabilitan para participar en política.

Pero desde mediados del 2010, cuando salió por la puerta de atrás de la Gobernación del Valle destituido por la Procuraduría, Abadía no ha hecho otra cosa que politiquear.

El personaje fue destituido por participar de forma descarada en política, al asistir a una reunión de apoyo al entonces candidato presidencial Andrés Felipe Arias. Por ese hecho le impusieron una inhabilidad de 10 años para ejercer cargos públicos.

A esa sanción se le sumó una segunda, que lo inhabilitó otros diez años, por suscribir de forma irregular un millonario contrato para prestar el ‘fundamental’ servicio de cirugías bariátricas a amigos y mompas políticos.

Una tercera sanción le fue impuesta a Abadía por la Contraloría General de la República, que halló responsable al exgobernador de un detrimento patrimonial de $112 mil 689 millones en la Industria de Licores del Valle.

Semejante cascada de sanciones no es gratuita: Abadía es un niño caprichoso, sin el menor reato moral y acostumbrado desde pequeño a andar por carreteras destapadas.

Resulta inexplicable que una persona con semejante prontuario mantenga vigencia en la política. No a nombre propio porque las sanciones que pesan en su contra se lo impiden. Sino tras bambalinas, en donde se ha dedicado a mover fichas para quitar y poner funcionarios en las administraciones local y departamental.

En buena medida, esa vigencia en política se la debe a César Gaviria, jefe del Partido Liberal, que lo acogió en su seno, tras el hundimiento del PIN y de los otros engendros políticos que Abadía fundó para hacer politiquería. Gaviria, cercano amigo del exgobernador, le ha dado todo el soporte e incluso le encomendó otorgar los avales del partido en el Valle para varios comicios.

Aunque en la pasada campaña nunca figuró, Abadía fue uno de los soportes de la candidatura de Jorge Iván Ospina. (Entre otras cosas, consiguió el aval del liberalismo para esa aspiración) Como esos respaldos no son gratuitos, ya recibió su recompensa: un primo suyo, Arturo Fernández, fue designado en un cargo clave en Emcali: gerente de abastecimientos.

Como su nombre lo dice, esa gerencia se encarga de abastecer las diferentes dependencias de la empresa de servicios, con lo cual maneja millonarios contratos. ¿Abadía rondando millonarios contratos? ¡Qué peligro!

No contento con tener su tajada en Emcali, parece que se ha empeñado en poner a una ficha suya en la Contraloría de Cali. Su protegida se llama María Fernanda Ayala y todo indica que tiene grandes posibilidades de resultar elegida gracias al apoyo que Abadía ha gestionado con importantes políticos de la comarca. Y para completar, la nueva contralora del Valle se llama Leonor Abadía (dudo que sea de unos Abadía diferentes a los de Juan Carlos).

Qué tristeza que personajes como este sigan medrando en la política regional y qué burla a la Justicia que una persona que debía estar sembrando nabos en su finca, siga controlando los hilos de la política.

No nos extrañemos de que a la vuelta de unos años, cuando haya cumplido las sanciones que le impusieron, veamos a Abadía salir de la clandestinidad y reapareciendo, repotenciado como candidato a cualquier cargo. En la política vallecaucana todo es posible.

Sigue en Twitter @dimartillo

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