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¡Pobres invasores!

Quienes se dedican a invadir nuestros cerros no son ningunos desarrapados; son unas verdaderas mafias que están al servicio de tres grupos interesados en promover las invasiones.

12 de septiembre de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Los seis incendios simultáneos, que consumieron más de 100 hectáreas de bosque en nuestros cerros tutelares este martes, fueron provocados, según las autoridades, por manos criminales.

Nada raro. Primero, porque como enfatiza el secretario de Gestión de Riesgos, Rodrigo Zamorano (funcionario ejemplar, ¿por qué no es candidato a la Alcaldía?) el 99% de los incendios forestales son causados por el hombre. Y cuando son provocados, porque unos pocos se ocasionan accidentalmente, generalmente la intención es generar una nueva invasión.

Con esta estrategia, tan simple como efectiva, surgieron todos los asentamientos que invaden nuestros cerros de sur a norte: en las comunas 18 y 22 y en la carretera al mar, Normandía, Juanambú, Santa Mónica y Menga.

No nos digamos mentiras, esas invasiones han prosperado porque históricamente las autoridades, y buena parte de la ciudadanía, han tratado con benevolencia a los invasores. Ingenuamente se les ve como unos destechados que no han tenido otro camino que meterse en esos predios ajenos para conseguir un sitio dónde vivir. Nada más lejano de la realidad.

Quienes se dedican a invadir nuestros cerros no son ningunos desarrapados; son unas verdaderas mafias que están al servicio de tres grupos interesados en promover las invasiones.

En primer lugar, inescrupulosos que se ganan millonadas invadiendo y después loteando lo que invaden para vendérselos a los destechados, que son sus principales víctimas.

Otros responsables de invasiones que han surgido en Cali son algunos propietarios de predios invadidos. Muchos de esos terrenos son anegables o muy escarpados, lo que los hace inútiles para cualquier actividad productiva. Entonces, sus dueños deciden dejar que los invadan para luego demandar al Municipio y ganar una suculenta indemnización.

Y el tercer grupo está integrado por políticos inescrupulosos, que incentivan esas invasiones para trocar lotes invadidos por votos (por eso los intentos de invasión se disparan en cada campaña electoral, como ocurre ahora). Estos políticos suelen contar con la complicidad de las autoridades encargadas de impedir las invasiones, que, como suelen ser de la misma rosca política, se hacen las locas.

Eso parece estar ocurriendo en El Saladito con algunos corregidores que se han hecho los de la vista gorda con varios asentamientos que están surgiendo en la zona.

Mejor dicho, invadir en Cali ha sido un gran negocio del cual muchos se han beneficiado. Y que las autoridades por complicidad o falsa sensibilidad social, han tolerado. Para ser justo, la actual administración ha hecho un esfuerzo para evitar que el mal se siga extendiendo, al crear una unidad de reacción inmediata contra invasiones. Pero hay que hacer mucho más.

Este es uno de los mayores problemas que tiene la ciudad, por el daño que le causan al ecosistema, en especial a las fuentes de agua que terminan destruidas y contaminadas por las aguas residuales que esas construcciones irregulares causan. Y por el costo que implica normalizar esos asentamientos y llevar los servicios públicos a unos sitios inaccesibles que jamás deberían ser habitados.

Es hora de que en Cali entendamos que esos invasores son una de las mayores amenazas para nuestra ciudad. Y que los tratemos como lo que son: criminales de alta peligrosidad.

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