El pais
SUSCRÍBETE

¿Nos timó ‘Timo’?

Y es que no se requiere ser Sherlock Holmes para vislumbrar que el contacto entre Santrich y Marlon fue el tío Iván. Y que es muy probable que el Tío Iván estuviera metido en la negociación...

23 de mayo de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Los desmovilizados que resultan como producto de cualquier proceso de paz suelen dividirse en dos bandos.

De un lado están quienes, luego de entregar las armas, realmente se desmovilizan de cuerpo y espíritu, les dicen adiós a las armas y se incorporan de lleno a la lucha democrática.

Y en segundo lugar están quienes no logran desmovilizarse del todo y mantienen una pata en el monte, virtual o física, y otra en la democracia. Muchos de quienes pertenecen a este bando entregan el fusil pero siguen pensando y actuando como guerrilleros.

Tomemos el caso del M-19. En el primer bando de quienes pertenecieron a esa organización está Antonio Navarro, quien cambió de chip cuando entregó las armas, dejó de actuar y pensar como subversivo y se metió de lleno al juego democrático.

En ese caso, el ejemplo perfecto del que no se desmovilizó nunca es Gustavo Petro. Ciertamente el exalcalde de Bogotá entregó su fusil, pero sigue pensando y actuando como guerrillero. Y su fin último es usar las urnas para materializar la revolución que antes pretendió lograr a través de las armas.

Con el acuerdo de paz con las Farc ocurrió lo mismo: hay un sector, el que lidera Rodrigo Londoño, más conocido como Timochenko, que ha dado síntomas de realmente estarle apostando a la paz. Timochenko entendió que no se podía desaprovechar esta oportunidad para apartarse del camino de las armas. La generosidad que tuvo el Estado colombiano con las Farc, durante el gobierno de Juan Manuel Santos, difícilmente se volverá a ver.

Eso de poder pasar del monte al Senado, sin previamente estar un día en la cárcel, es una oportunidad que no creo que se vuelva a presentar.
Como la posibilidad de librarse de un largo ‘canazo’ a cambio de contar la verdad, reconocer los errores cometidos y reparar a las víctimas.

Timochenko ha sido realista y pragmático. Y tiene claro que esta es la mejor posibilidad que se le va a presentar para poder pasar en paz su cercana vejez. Por eso no está dispuesto a renunciar a ella. Por fortuna, él no es el único que tiene esa actitud. Catatumbo, Carlos Losada y otros antiguos comandantes de esa guerrilla parecen estar en el mismo plan.

El bando de los que no parecen dispuestos a desmovilizarse lo encabezan Iván Márquez y el Paisa, por diferentes razones. El Paisa, porque es un consumado delincuente, muy vinculado al negocio del narcotráfico y parece que tras poner las cosas en la balanza, le resulta más lucrativo ese negocio que la democracia.

El de Márquez es otro problema. Su reticencia a incorporarse a la vida democrática nace del profundo temor a que su sobrino, Marlon Marín, cuyo testimonio fue la prueba reina de la Fiscalía para recapturar a Jesús Santrich, termine por enredarlo en el negocio que tiene en prisión a Santrich.

Y es que no se requiere ser Sherlock Holmes para vislumbrar que el contacto entre Santrich y Marlon fue el tío Iván. Y que es muy probable que el Tío Iván estuviera metido en la negociación para exportar diez toneladas de coca a EE.UU. O que, al menos, estuviera enterado de la misma. Con lo cual, obra con sabiduría Timochenko al marcar distancia con Márquez.

Está por verse cuál de los bandos en los que están divididas las Farc termina por imponerse: si el que se la está jugando por vivir en paz, o el que está convencido de que el narcotráfico es mejor negocio que la paz.

Sigue en Twitter @dimartillo

AHORA EN Diego Martinez Lloreda