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El derecho al pataleo

Ese derecho es uno de los más valiosos que existen en una democracia. Por eso, las marchas y los paros son expresiones que hay que defender a muerte, cuando no son una excusa para encender una ciudad, claro.

14 de noviembre de 2019 Por: Diego Martínez Lloreda

Ese derecho es uno de los más valiosos que existen en una democracia. Por eso, las marchas y los paros son expresiones que hay que defender a muerte, cuando no son una excusa para encender una ciudad, claro.

En principio, el paro nacional programado para el próximo jueves es respetable. El problema, en mi sentir, es lo que llaman los gringos el ‘timing’ y lo que en cristiano denominamos la oportunidad.

Y es que programar una jornada de estas en momentos en que el vecindario está incendiado es jugar con candela. No lo duden, los terroristas que recorren el continente buscando pescar en río revuelto, tratarán de aprovechar ese paro para repetir la baraúnda que armaron en Chile y Ecuador.

Entre otras cosas, porque la estrategia les ha funcionado. Hoy ya nadie habla del desastre venezolano, ni de los cuatro millones de personas que han salido de ese país huyendo de la miseria, no de la represión a cualquier expresión opositora, ni de la hiperinflación ni de la corrupción del régimen de Maduro.

De lo que se habla es de las protestas en Chile, de los indígenas del Ecuador y de la renuncia de Evo, que estuvo precedida por una protesta, esta sí espontánea y legítima, originada en el chocorazo que el gobierno boliviano pretendió hacer en las elecciones del 20 de octubre.

Maduro y Cabello deben estar frotándose las manos ante la perspectiva de armar un buen kilombo en Colombia el jueves. Y sin duda, sectores afectos a ellos intentarán infiltrar la protesta. Los organizadores del paro tienen que tener claro ese riesgo inminente.

Si el partido Farc, el petrismo, las organizaciones estudiantiles, los sindicatos y demás promotores del paro logran blindarlo de la injerencia de los terroristas, sin duda se habrán anotado un hit. Pero si este degenera en un caos como el de Chile, será su responsabilidad y deberán asumirla.

Entre otras cosas no entiendo muy bien cuál es la urgencia de hacer esa protesta justo ahora, con un entorno tan enrarecido. Para comenzar, varias de las supuestas movitaciones de la protesta son falsas: no se ha escrito una línea de una reforma laboral ni de una pensional, lo que no quiere decir que en el corto plazo no se tengan que acometer porque en ambos terrenos urgen cambios de fondo.

Además, a pesar de los enormes e innegables problemas que tiene el país, en este momento la economía colombiana es un oasis en medio del desastre económico mundial: el PIB, en tercer trimestre del año creció un 3,3%, impulsado por las ventas del comercio que se incrementaron 5,9%; y el consumo de energía, indicador de la actividad industrial, aumentó un 4,2%.

Pero lo más importante es que en octubre el consumo de los hogares, que ha sido el gran motor del crecimiento de la economía, aumentó un 7,8%. Y si los hogares están consumiendo es porque sus finanzas están bien.

Es cierto que nuestra economía tiene problemas estructurales graves, de los cuales el mayor es la inequidad, pero no se puede ocultar que el momento actual es positivo.

Pero ese éxito es frágil y se puede malograr con cualquier cambio brusco en la economía, motivado por una crisis como la chilena, que asuste a los ciudadanos. El riesgo que se corre, si el anunciado paro degenera en una anarquía, es que nos igualemos por lo bajo con el resto del continente. Estamos avisados.

Sigue en Twitter @dimartillo

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