Bloquear es agredir
El jueves 21, día en que inició el paro, todo era caos. Parecía que Cali se iba a pique.
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28 de nov de 2019, 11:55 p. m.
Actualizado el 19 de may de 2023, 05:59 a. m.
El jueves 21, día en que inició el paro, todo era caos. Parecía que Cali se iba a pique. Vándalos con la cara cubierta se tomaron las principales calles, las bloqueaban y saqueaban almacenes con total impunidad, lo que obligó a la declaratoria del Toque de Queda.
Esa noche fue un infierno para muchos caleños ante los rumores de asaltos de vándalos a unidades residenciales, que inundaron las redes sociales.
El viernes los caleños seguían paniqueados, los almacenes no se atrevían a abrir, mucha gente no se animaba a salir de sus casas. Pero el sábado las cosas comenzaron a volver a la normalidad. Ese día los caleños reaccionaron. Salieron del marasmo. Los almacenes reabrieron, los comerciantes del centro usaron las mismas redes sociales que horas antes difundieron el terror, para invitar a los caleños a que acudieran al corazón de Cali.
La gente volvió a salir a las calles, los restaurantes reabrieron, los trancones reaparecieron. Cali, en fin, comenzó a mostrar que es una ciudad resiliente. Que pudo preservar la normalidad en épocas tan oscuras como los años 80 cuando la guerra de carteles hacía explotar una bomba en cada esquina. O en el 98 y en el 2000 cuando la guerrilla ejecutó los secuestros masivos de La María y del Kilómetro 18. O en el 2002, cuando un comando de las Farc secuestró, en pleno centro de la ciudad, a los diputados de la Asamblea del Valle.
Cali es una ciudad que ha sufrido, que tiene cicatrices pero la piel dura. Y que no se va a detener porque unos vándalos quieren hacer de las suyas.
A pesar de las marchas y de los bloqueos que han seguido presentándose en diferentes puntos de la ciudad, los caleños continúan empeñados en seguir con su rutina. El Centro está plagado de gente. Las universidades y colegios permanecen abiertos la mayoría de los días. La gente va a trabajar, así le toque ingeniárselas para llegar a su empresa, a su taller, a su almacén o a su restaurante.
Así se ofendan los organizadores de este paro, Cali es víctima de una nueva agresión. Porque esa minoría que se empeña en protestar, no se sabe muy bien por qué, está vulnerando los derechos de la mayoría que quiere seguir su vida normal.
La mayoría de la gente está mamada con el paro. Así lo demuestra la única encuesta que he conocido al respecto, la realizada por el noticiero CM&, en la que el 70% de los consultados manifestó que quiere que las cosas vuelvan a la normalidad. El otro 30% que insiste en mantener el paro está en su derecho de hacerlo. Pueden hacer las marchas que quieran y los plantones que se les dé la gana.
Lo que no pueden es seguir jodiendo a los demás, afectando la movilidad y bloqueando el MÍO, que es el transporte que utiliza la gente más pobre de la ciudad. Y las autoridades están en la obligación de garantizar que la gente pueda desplazarse libremente.
Muy bueno que las marchas de los últimos días hayan transcurrido en paz, pero muy malo que los manifestantes no respeten el derecho de la mayoría de los ciudadanos a llevar una vida normal. Esa es una forma de agresión más sutil pero igualmente lesiva, que no se puede tolerar.
Y si los organizadores del paro no lo entienden nos va a tocar a la mayoría de caleños que queremos vivir con normalidad organizar una aleccionadora marcha para exigir nuestros derechos.
Porque los caleños somos resilientes pero no pendejos.
Sigue en Twitter @dimartillo

El único oficio que Diego Martínez ha desempeñado y desempeñará es el de periodista. Reportero desde 1984 y columnista desde 1995, fue fundador del programa radial Oye Cali, colaborador de El País de Madrid y miembro del jurado del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. Lideró el equipo que obtuvo ese galardón en el 2008, en la categoría mejor cubrimiento de una noticia. En el 2011, obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar al periodista del año.
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