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Diálogo molotov

No se puede seguir predicando humanidad mientras se encubren asesinatos, se protegen culpables y se convocan marchas ‘pacíficas’ que terminan a pedradas...

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Alberto Castro Zawadski
Alberto Castro Zawadski | Foto: El País.

15 de nov de 2025, 01:06 p. m.

Actualizado el 15 de nov de 2025, 01:06 p. m.

No cesan los llamados de las almas bondadosas y llenas de buenas intenciones. “Seamos capaces de ver al prójimo como un ser humano, aunque piense distinto”, repiten con devoción. Hermoso. Sublime. Pero también profundamente ingenuo. Tal vez sea la ilusión de vivir en un mundo de arcoíris o la ansiedad que provoca el conflicto. No es difícil ver que, si la ‘ideología’ de un grupo parte de la eliminación del otro, el diálogo no tiene mucho futuro.

Es lo que pasa con Hamás e Israel: el propósito fundacional del primero es borrar al segundo del mapa. Y es lo que pasa aquí, cuando quienes predican la inclusión justifican la agresión, y quienes gritan ‘¡paz!’ hacen fila para repartir bala. No hay conversación posible cuando una de las partes valida la violencia como método. No aplica la frase de cajón —“la paz se hace con el enemigo”—, porque aquí no se trata de enemigos que piensan distinto, sino de fanáticos que consideran que el otro no debe existir. Sentarse con ellos a dialogar es como invitar a cenar a quien ya decidió comerse al anfitrión. Eso fue exactamente lo que pasó con el bochornoso ‘proceso de paz’ que acabó en Nobel. Un espejismo vendido al mundo como epifanía democrática, mientras los beneficiarios del perdón se rearmaban y los ingenuos aplaudían.

Por supuesto que toda democracia necesita diálogo y tolerancia. Pero implica un acuerdo básico. Lo primero —y más obvio—: respetar la democracia misma, es decir, aceptar la división de poderes, los resultados electorales sin trampas ni intimidaciones, y renunciar a la tentación de manipular jueces o comprar votos. Quien no cumpla con eso, debería ser proscrito de la política de por vida, sin disfraces semánticos. Y, sobre todo, tiene que existir un compromiso inquebrantable con el rechazo a la violencia. No se puede seguir viendo con benevolencia a los grupos armados ‘por causas sociales’. No puede seguirse tolerando el crimen ni disimulándolo, quitándole ‘i’s’ a lo ilícito. No se puede seguir predicando humanidad mientras se encubren asesinatos, se protegen culpables y se convocan marchas ‘pacíficas’ que terminan a pedradas contra la policía y a fuego contra los bienes públicos.

Bienvenido el diálogo, la discrepancia y todos los puntos de vista. Pero el primer requisito para hablar es no llegar a la mesa con un cóctel molotov en la mano.

Médico oftalmólogo, especialista en cirugía vitreoretinal. Docente universitario, fue gestor y director de la Clínica de Oftalmología de Cali y es reconocido como pionero en Colombia en cirugía de catarata con lentes intraoculares y en retinopexia neumática.

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