Columnistas
De Tumaco a Cereté
La poesía, el cuento, la novela, vuelve a estar en la periferia.
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25 de sept de 2025, 02:20 a. m.
Actualizado el 25 de sept de 2025, 02:20 a. m.
Cuando realicé la primera antología de cuentistas del Pacífico colombiano, bajo el título ‘De la hostia y la bombilla, el Pacífico en prosa’ (Universidad del Valle 1992), descubrí al poeta y brillante narrador Herman Manzi Benítez, más conocido como El Moro Manzi. El editor fue Umberto Valverde y Sylvia Patiño, la autora de la bellísima foto de portada.
Me encontré con una prosa limpia, nueva, a veces intimista, como si hablara de asuntos conocidos al oído del lector, solo que estas urdimbres de El Moro, al parecer sencillas, son una declaración del tiempo, el sueño, la memoria viva del Tumaco donde nació, decantadas a un presente donde muchos de estos testimonios, por lo bellos y atemporales, resultan quizá incompresibles para el mundo de hoy. Como si hubiera escapado del paraíso; tomaba clases en una escuela donde veía pasar los barcos, y asistía diariamente a la vocinglería de una calle, La Tagüera, donde el archipiélago respira con su mejor compás. Esta antología, en la que también seleccioné a Arnoldo Palacios, Oscar Collazos, Enrique Cabezas Rher, Faustino Arias Reinel, Guillermo Payán-Archer, entre otros, fue también ventana para otro gran escritor tumaqueño, el médico Gabriel Humberto Manzi Benítez, hermano de El Moro. La literatura colombiana está en deuda con sus relatos del Pacífico profundo.
El Moro acaba de publicar su poesía reunida bajo el título ‘En una rara soledad’ e incluye ahí lo que denomina “Poemas culinarios, sazón y fuego”, recorrido por la mesa del litoral, al tiempo que hace homenaje también a la tagua: “En las manos del orfebre eres arte/ adorno de salones de poetas/ figura ancestral/ rostro andino/ Calle de La Tagüera tallada por el mar, con moneda extranjera por un quintal de tagua/ se adueñan de tu blancura”.
Al tiempo recibo el libro de Antonio Joaquín García, ‘El río Sinú, Cereté y yo’, crónicas publicadas por la editorial española Pigmalión. La primera vez que escuché el nombre ‘Cereté’ vino del escritor Leopoldo Berdella de la Espriella (Cereté, 1951), con quien compartí la redacción de Occidente. Leopoldo ganó el Premio Enka de Literatura Infantil con su libro ‘Juan sábalo’ y preparaba o alcanzó a publicar una obra dedicada a boxeadores de su comarca, con el título ‘A golpes de esperanza’.
El punto es que Cereté siempre ha estado en mi imaginario, y ahora regresa en la prosa de Antonio Joaquín: “Amanece un nuevo día. Comienza a filtrarse el sol por las rendijas del cuarto. Salimos al patio trasero de la casa. El viento suave que viene del río Sinú a escasos metros de mi casa, el olor a humedad, el verde fresco de la hierba por el rocío. Sentimos el esplendor del trópico…”.
Como si nos hiciera partícipes de una canción de Escalona, relata puntualmente su viaje escolar entre Cereté y Cartagena, donde conoció a su condiscípulo Juan Gossaín, su amigo de toda la vida, nos presenta personajes, describe hermosas postales familiares, hasta instalarnos en Popayán, donde estudió Medicina, y luego Cali, la ciudad donde ha estado rodeado de buenos amigos, poetas, médicos, deportistas, a los que dedica algunas de estas crónicas. El libro fue presentado por su hijo, el escritor Antonio García Ángel, ganador de la beca Rolex, con la tutoría de Mario Vargas Llosa. Acaba de presentar en Cali su novela ‘Que pase lo peor’.
La poesía, el cuento, la novela, vuelve a estar en la periferia. Desde un lugar por fuera del centro, Aracataca, nos llegó el duende iluminado de Gabo.
Hoy, dos escritores de Tumaco y Cereté nos regalan otros motivos para soñar. De El Moro dicen que es nuestro Juan Rulfo; Joaquín, siempre nos evoca el verso de Machado: “Y más que un hombre al uso que sabe su doctrina/ soy, en el buen sentido de la palabra, bueno”.

Medardo Arias Satizábal, periodista, novelista, poeta. En 1982 recibió el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en la categoría Mejor Investigación. En tres ocasiones fue honrado con el Premio Alfonso Bonilla Aragón de la Alcaldía de Cali. Es Premio Nacional de Poesía de la Universidad de Antioquia, 1987, y en 2017 recibió el Premio Internacional de Literaturas Africanas en Madrid, España.
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