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Fratelli Tutti

Las dinámicas individualistas nos alejan de la realidad que nos disgusta, hacen que nos volvamos indolentes y perdamos la empatía.

4 de abril de 2023 Por: Daniel López

Hace unos días, el periódico La Patria de Manizales publicó una columna de Luis Guillermo Buitrago sobre el fortalecimiento de los valores sociales que permiten que se contribuya a la vida en comunidad. En el mismo sentido, el papa Francisco escribió su carta encíclica Fratelli Tutti. Ambos escritos buscan resaltar la importancia de construir desde nuestros hogares los valores que debemos rescatar para el bien común.
Por eso, quisiera generar conciencia sobre algunos asuntos.

El primero de ellos es que el ser humano es, por naturaleza, un ser social, esto implica que dependemos de la existencia de los otros para relacionarnos y generarle valor a nuestras vidas. Las dinámicas individualistas nos alejan de la realidad que nos disgusta, hacen que nos volvamos indolentes y perdamos la empatía. Estas actitudes generan una falsa conciencia sobre cómo mis derechos están por encima de mis deberes y también por encima de los derechos de los demás.

El segundo es que hoy por hoy dependemos de la tecnología; es algo que debemos acoger, aprender a utilizar y aprovechar en nuestro beneficio, sin que nos consuma y nos lleve aleje más el uno del otro. No solo el excesivo tiempo que consumimos en la tecnología nos aliena, sino que los algoritmos propios que trae, diseñados para atraernos más a ella, reconocen nuestros gustos y nos muestran solo temas y conversaciones afines a nuestro modo de pensar. Este tipo de desarrollo permite que nos ubiquemos en pequeñas burbujas de protección frente a nuestros pensamientos, promoviendo la difusión de noticias falsas que fomentan la división y el odio, lo que impide que se desarrollen construcciones sociales complejas, muy necesarias para el bienestar de todos.

Sumado a los anteriores asuntos, un tercer aspecto a resaltar es el de reconocer y respetar la diversidad, son las diferencias en un grupo las que permiten que se tengan distintos puntos de vista, aportes y habilidades que, sumados, desarrollan una solución más significativa y completa frente a los retos presentados. Por esto, el intentar que todos seamos iguales, que hablemos igual, que usemos el mismo lenguaje, es a su vez generar exclusión. El forzarnos a ser alguien que no somos para poder pertenecer al grupo es perpetuar la violencia y las divisiones, debemos acoger el que pensemos y hablemos distinto para acabar con las polarizaciones paradigmáticas que nos dividen.

Un cuarto punto es el pasar la antorcha generacional. Es un hecho que vamos envejeciendo y que el mundo sigue avanzando; por eso, es vital interesar a las nuevas generaciones en la defensa de la construcción social, el bienestar general y la importancia de velar por lo público. Debemos enseñar a los jóvenes el valor del respeto y de la vida en comunidad; la empatía social y el hecho de que nadie es más importante que los demás son conceptos necesarios para que no prevalezca ‘mi mundo’ sobre ‘nuestro mundo’. Las nuevas generaciones deben apropiarse de lo público, apadrinar los logros de las generaciones pasadas que nos han permitido tener hoy una mejor sociedad y tratar de lograr metas más ambiciosas para entregar beneficios a aquellos que aún no los tienen. No podemos desconocer el camino recorrido, en el que se ha buscado perpetuar conflictos y resentimientos que ya hemos venido superando, hay que construir sobre lo construido para seguir avanzando.

No dejemos que conceptos sociales tan importantes como lo son la democracia, la libertad y la unidad, se conviertan en vehículos vacíos que usan los demagogos para convencer políticamente a los ciudadanos de adelantar cualquier acción, en cualquier dirección. Recuperemos nuestra participación, nuestro entendimiento de los valores públicos y construyamos desde la diversidad esa sociedad que juntos anhelamos.

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