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Paola Andrea Gómez Perafan

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Cuando un árbol muere

Cuando un árbol muere, como el caucho que esta semana dijo adiós, nos invita a pensar en cómo salvar y proteger los legendarios que siguen de pie.

3 de marzo de 2024 Por: Paola Gomez

Se fue cayendo de a poco. Y con él, toda una historia que echó raíces en el costado oriental del Parque del Perro, en el barrio San Fernando, de Cali. El caucho gigante, que tanta admiración causaba, por su imponencia, “estaba en avanzado estado de deterioro y por su edad no era posible salvarlo”, según el reporte oficial. Cuántas imágenes para la nostalgia se construyeron ahí, por quienes al ver esos notables legendarios nos rendimos ante su belleza y los inmortalizamos en el álbum de los recuerdos. Dicen que el otro gigante del parque necesita atención para no correr igual suerte. Sí, los árboles también se mueren, pero hay muchos a los que podemos salvar.

Cali, la ciudad que abrigará la cumbre mundial de biodiversidad entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre de este año, tiene alrededor de 350.000 mil árboles, de los cuales unos 300 alcanzan la categoría de notables, por su belleza y antigüedad. Según los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, deberíamos tener 800.000, de acuerdo con nuestro número de habitantes. Por ello, en algunos sitios de la ciudad, el cemento y la ausencia de los mismos pronuncia el calor. En otrora éramos privilegiados al tener tantos. Pero nos expandimos sin control y los olvidamos. Hoy, el 30% de los existentes requieren revisión fitosanitaria, y un 65% no son nativos de la región, por lo que exigen una atención particular y no sembrarlos más.

Hay sitios donde los vemos y nos sorprenden con su belleza; la ceiba de más de 200 años de vida, en una esquina de San Fernando, las del Paseo Bolívar, el oeste de Cali, el barrio La Flora; la del barrio El Jardín, de la que sus vecinos hablan con orgullo y cuentan que cada año cambia de vestido. Los samanes de la Avenida Sexta, las palmas zanconas de la Plaza de Cayzedo, aún cerrada después de varios meses, sin explicar cuándo la abrirán; el caracolí del parque Pampalinda, el caucho del parque El Templete, los árboles de La Tertulia, la Loma de la Cruz…

La privilegiada imagen que nos ofrece la Avenida Guadalupe entre calles Quinta y Primera y esa reconocida calle segunda, entre Carreras 42 y 44, del barrio El Lido, donde hay más árboles que casas: una palma y 42 acacias sembradas a lado y lado de la vía. El Colegio Santa Librada frente a sus canchas y rumbo a sus salones, donde la magia del microclima se siente a plenitud. Los guayacanes y gualandayes, que en temporada de florecimiento tiñen de rosa y amarillo las postales caleñas en la Roosevelt, la Circunvalar, la Calle Quinta y muchos sectores más.

Cuando un árbol muere, como el caucho que esta semana dijo adiós, nos invita a pensar en cómo salvar y proteger los legendarios que siguen de pie. Debe haber un plan de renovación de árboles notables y no solo un inventario de los mismos. Debe hacerse un mantenimiento a los que siguen de pie y una campaña de sensibilización frente al cuidado que exigen. Cali urge de un plan de mantenimiento de sus árboles, no solo de los notables. Dice el Dagma que a finales de marzo contará con grupo ambiental de reacción inmediata para atender las alertas por parte de la comunidad. Que así sea y se responda, de manera diligente, las denuncias, que no son pocas y que, como hemos visto, ocasionan daños, como el árbol que hace unas semanas cayó sobre un vehículo en el barrio Aranjuez, los que se enredan en las redes eléctricas y hay que podar, los ficus que nunca se debieron sembrar y los que desde distintos sectores reportan, sin recibir respuesta.

Adiós al caucho de San Fernando y a tantos más, que por siempre harán parte de las memorias de nuestra ciudad. @pagope

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