Columnista
Constituyente: una bandera electoral sin fondo
Quienes proponen acomodar y rediseñar las instituciones a su antojo y semejanza solo dejan en evidencia un peligroso distanciamiento con los valores de la democracia.
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21 de sept de 2025, 11:39 p. m.
Actualizado el 21 de sept de 2025, 11:39 p. m.
A pocos meses de la campaña de 2026, el presidente Petro ha retomado –una vez más– la bandera de la constituyente como un eje electoral del programa de su partido político. Entre más habla el gobierno sobre esta iniciativa, más queda claro que se trata de un mecanismo de presión sin un fondo claro. El argumento que sostiene Petro, créanlo o no, es que la Constitución actual hay que reescribirla para que sea cumplida por fin. El debate empezó desde las falacias y las promesas más populistas posibles.
En 2022 muchos de los que eligieron al gobierno cayeron en la ingenuidad de creer que banderas que durante años Petro había promovido, como la inconveniente reescritura de la Constitución a su capricho bajo el etéreo argumento de representar a ‘el pueblo’, habían sido abandonadas en favor de una mirada más moderada. Hoy no queda nada de esa supuesta moderación que nunca fue y ese debe ser un motivo suficiente para decidir por qué sectores políticos no votar en 2026.
El Presidente ha repetido varias veces, tal como lo escribió hace pocas horas en su caótico Twitter, que no es él quien lidera el llamado: “el poder constituyente lo convoca y lo convocará el pueblo mismo”. Me pregunto de dónde habrá salido esa idea tan cargada de riesgos, si no es precisamente de la cabeza del presidente Petro. Y es él quien retoma el asunto cada vez que se le antoja para presionar a los partidos y a sus contrapesos constitucionales, aún si no tiene un norte claro. Detrás de la ambigua figura de ‘el pueblo’, que no es otra cosa que un comodín para presentar sus caprichos propios como si fueran colectivos, Petro adopta un camino de abierta intimidación institucional.
Como es de esperar, esta tesis del presidente Petro ha sido retomada por algunos de sus escuderos más visibles, que promueven la constituyente como un idilio y no como el camino populista y lleno de riesgos que es. Estos defensores han sido claros y contundentes en su intención de reescribir la constitución. Menos claridad, en cambio, han mostrado a la hora de argumentar qué, para qué y cómo buscarán transformar la carta política, y esto resulta especialmente inquietante. Todo esto configura una aterradora pesadilla, mientras surge un sector político que promueve reescribir la carta política de manera obsesiva pero sin demasiadas ideas de fondo.
Es mucho lo que se puede perder en materia de justicia, defensa y garantías para los sectores políticos que la Constitución alcanzó tras un largo esfuerzo. Habrá que ver si esta vez los ingenuos, ahora advertidos y con suficientes motivos de fondo para conocer las verdaderas intenciones del partido de gobierno, caen en el mismo repertorio de hace cuatro años. La defensa y la preservación de la Constitución del 91, más vigente que nunca, tendrá que ser una de las principales banderas de los demócratas en la temporada electoral que se acerca. Quienes proponen acomodar y rediseñar las instituciones a su antojo y semejanza solo dejan en evidencia un peligroso distanciamiento con los valores de la democracia.
Posdata: Durante los últimos dos años, las páginas de El País han sido otra casa para mí y espero que así siga siendo por un largo tiempo. El periódico ha iniciado una etapa de adaptación a las necesidades del periodismo moderno y hacia la transformación digital que traerá grandes beneficios a los lectores. Muchos éxitos a El País en este nuevo capítulo… ¡Y nos seguiremos leyendo aquí!

Politólogo de la Universidad de los Andes con maestría en Política Latinoamericana de University College London. Es analista político para varias publicaciones nacionales e internacionales, y consultor en temas de política pública, paz y sostenibilidad.
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