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Glasgow 2021 y el futuro

Glasgow también ha impulsado anuncios sobre cuándo alcanzará cada país la neutralidad de carbono, esto es, el balance entre el CO2 que emite y el que logra retirar de la atmósfera.

24 de octubre de 2021 Por: Claudia Blum

Desde 1995, los 197 Estados que han ratificado la convención de la ONU sobre el Cambio Climático se reúnen cada año para fortalecer las acciones de mitigación y adaptación frente al cambio climático. Del 1º al 12 de noviembre Glasgow (Escocia) albergará la 26ª Conferencia de los Estados Parte (COP-26) de este tratado y otras reuniones de seguimiento a sus instrumentos relacionados como el Acuerdo de París de 2015.

La cita es decisiva. Existe amplio consenso global en que estamos en un momento crítico para que las sociedades avancen hacia modelos de energías limpias y de producción y consumo responsable para responder a las amenazas del cambio climático. Y cumplir así la promesa de los países de evitar que la temperatura media mundial aumente más de 1,5ºC  con respecto a los niveles preindustriales.

Según datos del Atlas Mundial del Carbono, cerca del 70% de emisiones de CO2 proviene de China (29%), Estados Unidos (15%), Europa (10%), India (7,4%), Rusia (4,8%) y Japón (3,2%). Sin embargo, de cara a Glasgow, los compromisos recientes anunciados por estos países para reducir emisiones de gases de efecto invernadero son mixtos. Se han conocido metas ambiciosas para 2030, como las de EEUU que busca disminuir entre 50 y 52% frente a los niveles de 2005 y la Unión Europea que reducirá al menos el 55% frente a 1990. Pero hay metas más moderadas como las de Japón con el 46% frente al 2013 y Rusia con el 30% frente a 1990. Colombia anunció una reducción del 51%, frente al escenario de crecimiento calculado para 2030. Falta por conocerse los compromisos de China e India, dos actores determinantes en este campo.

Glasgow también ha impulsado anuncios sobre cuándo alcanzará cada país la neutralidad de carbono, esto es, el balance entre el CO2 que emite y el que logra retirar de la atmósfera. Estados Unidos, Europa y países como Colombia, esperan lograrla en 2050. China solo aspira a alcanzarla en 2060.

Más allá de esto, la COP-26 debe convocar a que estas metas se reflejen en leyes nacionales, objetivo que solo han cumplido 12 países. En Colombia, se acaba de presentar al Congreso un proyecto de ley de Acción Climática, que debe abrir este importante debate.

Así mismo, la COP-26 debe impulsar la financiación. La cooperación, los préstamos con tasas razonables y modelos de compensación para países más vulnerables son posibilidades sobre la mesa.

Para Colombia la cumbre es de central importancia porque, aunque aportamos solo el 0,29% de las emisiones globales, nuestro territorio es altamente vulnerable a los efectos del cambio climático. Aquí vivimos desastrosas lluvias e inundaciones, sequías extremas, incendios forestales; riesgos para comunidades costeras frente al aumento del nivel del mar; y la afectación de nuestros nevados y ecosistemas de alta montaña que amenaza a las fuentes de agua.

Las decisiones políticas globales frente a la crisis climática no aguantan más. Acompañadas de mecanismos de seguimiento a los compromisos, para que los países no utilicen sus promesas solo para evitar impactos políticos más complejos, y terminen incumpliendo sin consecuencias.
Es vital que se mantenga este tema con prioridad en la agenda interna e internacional. Y que se involucre a todos los sectores públicos y privados, y a la comunidad en general. Porque al final, el éxito de todos los esfuerzos depende de la participación ciudadana y de una nueva cultura ambiental global más consciente con el planeta.