Las crisis en las relaciones de pareja

Las diferencias son normales entre las personas que sostienen una relación estrecha.

GoogleSiga a EL PAÍS en Google Discover y no se pierda las últimas noticias

26 de nov de 2018, 11:00 p. m.

Actualizado el 17 de abr de 2023, 08:02 p. m.

Las mejores relaciones de pareja son aquellas en las que los problemas cotidianos se tratan con respeto, claridad y profundidad. En estas parejas, las discusiones dan lugar a aclaraciones que alivian la tensión, mientras el afecto fundamental permanece no solo inalterado sino fortalecido.

Una pareja en la cual todo es complacencia y nunca surgen diferencias es un caso raro, pues tanta perfección no es normal.

Más bien puede ser la manifestación de un paulatino deterioro que ninguna de las partes ha querido reconocer. En estos casos lo que probablemente ha pasado es que callan frente a las desavenencias para no producir confrontaciones que temen, erróneamente, pueden dañar la relación.

Otra manifestación de este deterioro es la necesidad de liberarse del otro. (Así sea por un tiempo). Cuando alguien siente que su pareja “no lo(a) complace”, “lo asfixia”, “le hace demandas excesivas”, “le sobra”, “quiere su libertad”, “está confundido(a)”, “quiere estar solo(a)”, es necesaria una revisión a fondo de la relación, pues allí se ha generado un desequilibrio de los afectos que es un atentado contra la estabilidad de la relación.

Si en esas circunstancias uno de los dos empieza a sacar evasivas, a mostrarse displicente, si alguno quiere “su espacio” no queda más remedio que darle “el planeta entero como espacio”. Se debe entender que lo que está diciendo es la versión diplomática de: “No te puedo querer como quieres”.

Pretender que esa relación continúe con la misma dinámica es una equivocación y por ello hay que armarse de valor y renunciar a ella; pues si no se procede de esta forma, la relación puede continuar pero como un mal arreglo que ya no estará basado ni en el respeto ni en el afecto.

Uno de los dos seguirá allí o porque se las quiere ganar todas, o por temor al rompimiento definitivo o porque no quiere perder la seguridad de lo conocido. El otro miembro de la pareja seguirá porque su amor propio (léase narcisismo) no le permite aceptar que ya no lo(a) quieren de la manera como desearía. Este último debe superar esa terquedad, enfrentarse a los hechos y cortar con una relación que podría estarse convirtiendo en algo humillante.

El desencanto de una relación no llega súbitamente. Los mensajes, que con seguridad han aparecido en el pasado, no se han querido aceptar. No es verdad que hayan sido ambiguos. Con seguridad han sido clarísimos. Y las personas no pueden esperar a que la realidad les estalle en la cara. Por el contrario, si están atentas, podrán identificar esas manifestaciones muy tempranamente y evitar la prolongación innecesaria de una relación autodestructiva.

Pero no se puede perder de vista que la naturaleza humana es ambivalente. Cabe la posibilidad que quien dice querer su espacio decida que ya no lo necesita, una vez se lo conceden. Razón de más para optar por darle el espacio. Pero de verdad.

Si al cabo del tiempo la persona ha recapacitado, ha valorado lo que tiene y decide que quiere volver, entonces podrá regresar pero en unas condiciones diferentes….más dignas.

Carlos E. Climent es médico de la Universidad del Valle y psiquiatra de la Universidad de Harvard. Durante30 años trabajó en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle, y durante 20 se desempeñó como miembro del Panel de Expertos en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud.

Regístrate gratis al boletín de noticias El País

Descarga la APP ElPaís.com.co:
Semana Noticias Google PlaySemana Noticias Apple Store

AHORA EN Carlos E Climent