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SOLEDAD

La soledad

Para nadie es fácil el manejo de la soledad en ninguno de los momentos de la vida, pero el gran reto es hacerlo con dignidad en el cierre del ciclo vital.

25 de mayo de 2019 Por: Carlos E. Climent

Cada una de las etapas de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, tiene tareas específicas que las personas deben llevar a cabo. La realización de esas tareas permite que las metas se cumplan ordenadamente. Entre las muchas tareas que hay que atender en la recta final de la vida, especialmente en la viudez, está el aprender a manejar la soledad, un hecho para el cual pocos se preparan adecuadamente.

Si bien para todo el mundo es importante aprender a manejar la soledad, lo es aún más para las personas de edad. Pues con la excepción del accidente que se lleva a los dos al mismo tiempo, inexorablemente uno de los dos miembros de la pareja se quedará solo cuando más necesita la compañía. Ninguna relación de pareja es perfecta. Sin embargo cuando la lealtad mutua ha primado, es un acompañamiento que muchas veces no se valora suficientemente mientras se lo tiene, y solo se lo viene a dimensionar cuando se pierde. En ese momento se siente el vacío, que se agrava por el hecho de no haber pensado en el tema con antelación.

Si bien es cierto que nadie está preparado para enfrentar esa eventualidad, es posible tomar algunas medidas para minimizar su impacto. Contando con salud, recursos y apoyo social aceptables, la persona en ese trance debe entender que el proceso de adaptación a la soledad es su responsabilidad fundamental, ya que las soluciones no vienen de fuera. Los afortunados que tienen una familia grande, amorosa, cercana y dispuesta a servir de compañía, son la excepción. En la mayoría de los casos el viejo solitario se va convirtiendo en una carga más pesada en la medida que pasa el tiempo y aumentan las necesidades y las limitaciones impuestas por la edad.

Lo más común es que pasadas las condolencias de rigor, las visitas de pésame y los ritos que la sociedad ha establecido con sabiduría para apoyar a los deudos, la casa finalmente se queda sola. Los días son largos y el silencio suele ser la única compañía. La forma de aliviar el peso de la soledad tiene que ver con la manera como se asume la situación, sobre todo, entendiendo que la preparación para enfrentarla es una responsabilidad de cada cual.

Cada persona debe darse el tiempo necesario para hacer el duelo sin compadecerse de sí mismo, ni victimizarse. Reconociendo que es apenas normal el tener rabia con la persona que desapareció.

Asumir la responsabilidad de manejar la viudez es fundamental y debe comenzar tan pronto los eventos funerarios hayan pasado y antes de que la desmoralización dificulte las acciones correctivas.

Pero por encima de otros factores, no delegar a nadie la solución de la soledad; la persona debe adoptar una posición proactiva sin esperar que alguien le venga a resolver sus asuntos, llenar los espacios vacíos de su agenda, hacer planes, proponer salidas, buscar grupos, leer, realizar actividades, hacer ejercicio y arriesgarse a hacer cosas diferentes. Entendiendo que es el deber de cada cual el pensar en los asuntos prácticos cotidianos, que son tan mundanos y sencillos, pero tan fundamentales.

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