La pandemia del pesimismo

Todo parto es doloroso, pero es el inicio de una nueva vida

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17 de dic de 2022, 11:20 p. m.

Actualizado el 17 de may de 2023, 12:23 p. m.

El COVID-19 causó un grave daño en el equilibrio emocional de la gente, pero tal efecto sólo vino a verse con claridad a raíz de la supuesta finalización de los contagios. Cuando empezamos a asumir que habíamos superado la contagiosidad de la peor plaga del siglo XXI, lo cual desafortunadamente no es cierto, también nos empezamos a dar cuenta de su impacto emocional, representado en un pesimismo generalizado.

A esta temible virosis se han sumado los elementos negativos del medio ambiente que operan a todos los niveles. A continuación, se destacan unos pocos: *La incertidumbre generada por los cambios políticos abruptos.

*Una galopante inflación que anula los incrementos salariales.

*La inseguridad.

*La amenaza de una guerra nuclear.

*La negativa de las grandes potencias para preservar el ecosistema.

*La proliferación cada vez mayor de líderes políticos expertos en envenenar y dividir a través de mensajes negativos y noticias falsas.

*El aislamiento creciente de las personas.

*El egoísmo y la ambición desmedida de quienes no están interesados de verdad en los problemas de los más necesitados.

*Y un largo etcétera que conforma la realidad cotidiana de mucha gente.

Todos los factores mencionados, solos o en conjunto, en el campo emocional generan actitudes negativas, angustia, desesperación y llevan al pesimismo, a la depresión y al suicidio. En el terreno físico, las actitudes negativas son

tóxicas para el organismo porque llevan a procesos inflamatorios (sufrimiento celular crónico) que conducen al deterioro somático y a la enfermedad. Para enfrentar este panorama se necesitan más, muchas más, personas capaces de transmitir mensajes positivos a quienes las rodean:

*Que puedan decir con propiedad que TODO no está mal. Que el mundo no se va a acabar.

*Que no se desgasten dejándose picar pleitos inútiles frente al discurso negativo que los indigna.

*Que puedan ofrecer una visión diferente del negativismo destructivo de quienes se creen poseedores de la verdad absoluta. Que desde su esquina puedan orientar positivamente al que se les acerque.

*Que puedan afirmar con conocimiento de causa que, si bien estamos viviendo momentos muy difíciles y dolorosos, estamos en la mejor época de la humanidad, pues jamás habíamos estado en un punto tan decisivo para lograr desarrollos tan extraordinarios.

*Educadores que puedan trasmitir las maravillas de la creatividad, la curiosidad y la investigación.

*En suma, se requieren líderes con capacidad de transmitir conceptos optimistas a los demás.

Un líder positivo puede ser un buen amigo, un equilibrado cabeza de familia, el directivo de una empresa, un colega generoso, un cónyuge ecuánime y, para estar a tono con los tiempos, el capitán de un equipo de fútbol que toma decisiones osadas en momentos críticos.

Los verdaderos líderes motivan y convencen porque hablan desde el fondo del corazón, que es donde nace la certeza que erradica el pesimismo y convierte una derrota en victoria.

Nota: A mis amables lectores les deseo un año nuevo optimista, con salud y en paz. Esta columna reaparecerá el 22 de Enero de 2023.

Carlos E. Climent es médico de la Universidad del Valle y psiquiatra de la Universidad de Harvard. Durante30 años trabajó en el Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Valle, y durante 20 se desempeñó como miembro del Panel de Expertos en Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud.

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