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La liberación de los sentimientos de culpa

Reconocer el egoísmo de un progenitor puede ser la clave para una vida plena

26 de noviembre de 2022 Por: Carlos E. Climent

A.P. es una mujer de unos 50 años quien después de leer “La Locura Lúcida” me confesó que ese libro la había liberado de la sensación de culpabilidad que había sentido toda su vida a causa de una relación muy conflictiva que siempre tuvo con su madre.

Amar a unos padres generosos que siempre estuvieron pendientes de las necesidades de sus hijos es lo natural. Es el agradecimiento mínimo. No importa si los padres se equivocaron o si carecían de la ilustración suficiente para hacer las cosas mejor. El asunto es que ejercieron su función de padres, animados por buenas intenciones y como un acto en el cual jamás primó un interés egoísta sino los mejores deseos hacia el hijo. Estos padres se merecen todo el reconocimiento.

Caso muy distinto lo constituyen los padres narcisistas a quienes no se les debe nada. Pero los hijos que no logran entender esta situación, siempre se sienten culpables y se pasan la vida asustados.

Quien acepta, entiende y asimila que no debe nada a esos padres, así sea tarde en su vida, puede luchar en contra de los recuerdos de las épocas tan dolorosas que vivió a manos de ese progenitor egoísta que nunca fue capaz de demostrar amor genuino. Situación que se agrava por la necesidad compulsiva de darle la razón a esa figura intimidante e insensible, con el solo objeto de calmar sus sentimientos de culpa. Esa comprensión lo protegerá de sentimientos autodestructivos.

Pero como el padre narcisista tiende a esconder hábilmente su condición, se hace necesario aprender a reconocerla.

El egoísmo y la insensibilidad son dos condiciones básicas de la personalidad narcisista que se repiten consistentemente a lo largo del tiempo y que afectan al niño de manera indeleble. (Otras características que tipifican al narciso serán motivo de escritos futuros).

El egoísmo en un progenitor se manifiesta de diversas maneras. La principal es la incapacidad para el sacrificio o para anteponer las necesidades del niño a las propias. Lo que es importante para el niño no se tiene en cuenta. Un padre egoísta no se incomoda así ello signifique un beneficio para el hijo. Esconde su egoísmo detrás de falsos principios filosóficos, religiosos, morales o disciplinarios, falta de energía, cansancio, fragilidad o preocupación.

Muy cercana al egoísmo están la frialdad y la insensibilidad. El padre insensible ignora y menosprecia los sentimientos, necesidades y pensamientos del hijo pues carece de interés o paciencia para entender sus puntos de vista. Es controlador y no le importa el impacto negativo que sus actos y sus palabras tengan sobre su hijo. Está incapacitado para experimentar genuinamente amor, felicidad, tristeza o

sentimientos de culpa y espera obediencia automática a todas sus órdenes. En resumen, no quiere a nadie.

No todos los padres egoístas e insensibles son narcisistas malignos. Pueden solamente tener algunos rasgos narcisistas que de todas maneras tienen también consecuencias destructivas para quienes dependen de ellos.

Para quienes han sido víctimas de un padre o madre egoísta, es preciso identificar dicho egoísmo para poder avanzar en el camino hacia la liberación.

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