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Polis y política

El hecho es que casi todo lo malo pasa en las ciudades, en las que la corrupción, la violencia, el robo y el atropello son pan de cada día, y la pobreza del entorno urbano empobrece aún más a los pobres

8 de mayo de 2019 Por: Benjamin Barney Caldas

Se trata del apremio de ocuparse de las ciudades en tanto artefactos y no apenas de sus habitantes, considerando que hoy estos están inevitablemente unidos a ellas pues ya más de la mitad de la población del mundo vive en ellas y la mayoría de los demás dependen de ellas. Y mucho más en Colombia donde ya son cerca de tres cuartas partes, como resultado de un país que pasó en menos de un siglo de ser fundamentalmente campesino, a serlo de ciudades cuyo rapidísimo crecimiento ha sido improvisado y ya hay cuatro muy extensas, generando nuevos ciudadanos que no han tenido el tiempo ni la educación apropiada para poder serlo de verdad, y así poder participar acertadamente en su política.

Además las ciudades enfrentan la amenaza del cambio climático, al que contribuyen en su mayor parte, la sobrepoblación y su crecimiento y extensión sin orden. Desorden que afecta mucho más el comportamiento, la seguridad y el bienestar de los ciudadanos de lo que comúnmente se cree. El hecho es que casi todo lo malo pasa en las ciudades, en las que la corrupción, la violencia, el robo y el atropello son pan de cada día, y la pobreza del entorno urbano empobrece aún más a los pobres. Y lo bueno solo lo es para unos pocos que insisten en gozar su relieve, vegetación y clima: sus paisajes, los que muchos, pobres, no miran o no saben cómo hacerlo; o vivir la animación de una plaza o un parque.

La alternativa a estas ciudades innecesariamente extensas y caóticas, es sin mayor duda generar varias ciudades dentro de la ciudad, entendidas como centralidades peatonales, y así poder recuperar el espacio urbano público para la gente, desestimulando el mal uso constante de toda clase de vehículos. Más es indispensable contar con andenes apropiados, es decir amplios, llanos, libres de obstáculos y arborizados, y un buen sistema de transporte público multimodal e integrado que vincule dichas centralidades y no se vuelvan guetos, sumándose a los que ya existen. Es decir, que se trata de una propuesta política y no solo urbana, las que por lo demás siempre son políticas.

Además hay que entender que la corrección de su diseño urbano tanto técnico como formalmente, es clave para su buen funcionamiento, y que la pertinencia y calidad de la arquitectura que lo conforma es básica para una mejor calidad de vida, y por lo tanto un asunto claramente político y no solo urbano y arquitectónico, lo que pocos ven. Como lo es también el eliminar el ruido ajeno o impedir la alteración caprichosa de fachadas, antejardines y andenes, o impedir los usos del suelo contradictorios con la vivienda, principalmente, pues la delincuencia no es apenas la que es contra la gente si no también la que se da contra la ciudad, y que además están con frecuencia estrechamente relacionadas.

Pero por supuesto primero hay que resolver la incompatibilidad actual entre planeación y propiedad privada, fatal para las ciudades, ya que no pude ser el único factor a considerar al tratar de planificarlas en función de sus habitantes y no solamente del capital. Es decir, un asunto claramente político, para el que son precisos políticos no sólo conscientes de lo que implica la democracia en la ciudad, sino igualmente conocedores de las ciudades y no apenas de los ciudadanos. Que tengan presente que polis y política tiene el mismo origen desde la Grecia clásica, y pensar en los países nórdicos en educación, economía, competitividad, derechos civiles, calidad de vida y desarrollo humano.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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