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Oír en casa

Y desde luego se escucha como un grato sonido el ruido de fondo de la ciudad sin el cual esta estaría en total silencio, como muerta, murmullo producido por la aleatoria y discreta mezcla de todos los sonidos y ruidos que simultáneamente se producen siempre en todas las ciudades.

22 de septiembre de 2021 Por: Benjamin Barney Caldas

Aunque en una casa siempre lo que prima es lo que primero se ve, la realidad es que no solo se la mira sino que se la escucha, incluso a esas últimas moradas, las tumbas, solo que en estas los sonidos son tan bajos que no se oyen: se sienten. Adentro de las casas hay sonidos, incluyendo músicas, cantos, conversaciones y gratas resonancias, o vienen de afuera bellos ecos lejanos o desagradables ruidos ajenos. Se la escucha desde el exterior como ya en su interior; son ruidos y sonidos, intensos o velados, y en últimas agradables o molestos según como acompañen lo que se ve, toca, huele y saborea, como resultado de la actividad que se lleva a cabo justo en ese momento en casa.

Adentro de las casas hay diversos sonidos, como susurros, voces y risas; músicas para todos los gustos; leves ruidos producidos al moverse sus habitantes; las puertas y ventanas que se abren o cierran, o las cortinas y persianas de estas últimas; el agua de los lavamanos, duchas e inodoros, los lavaderos y cocinas. Pero también están presentes los timbres o músicas de los teléfonos celulares y los timbres de los videoporteros, los sonidos feos y repetidos de las lavadoras/ secadoras, las aspiradoras y el muy insoportable de las licuadoras, ruidos modernos tan diferentes de los entrañables roces de las escobas y trapeadores de antes y de siempre; y qué tal el ruido idiota de una TV hablando sola.

En patios, jardines, huertos caseros y vergeles hay placenteros sonidos de aguas que corren por atarjeas o que caen en fuentes, o leves o ruidosos chorros que saltan en estanques; muchos cantos de pájaros diversos; las hojas movidas por el viento y el viento mismo; la lluvia que cae en distintos tonos y volumen, los truenos lejanos que también alumbran y los cercanos que solo asustan. Y las entrañables carreras y latidos de los perros, que desde su inicio han acompañado a las casas, pues los gatos son muy silenciosos pero igual se los oye; y están los sapos, ranas, salamandras y murciélagos, y otros muchos diminutos animales con sus propios sonidos que solo ellos escuchan y comprenden.
Afuera, de la calle, se escuchan los peatones que pasan y a veces se oyen sus voces sobre todo cuando son alegres niños, y los vendedores que gritan algo musical anunciando sus frutas, o los que sólo ofrecen comprar electrodomésticos viejos con megáfono en mano. Y hasta cada casa llegan los ecos lejanos de la ciudad -campanas, sirenas, trenes, tránsito, aviones- sin los cuales esta estaría como muerta pues no es como el silencio del campo lleno de bellos sonidos cercanos y lejanos; y cada ciudad y en ella cada parte de la misma, tienen ruidos y sonidos que las caracterizan, igual que los colores que se ven, pero más difíciles de identificar. ¿A qué suena su calle, su barrio y su ciudad?

Afortunadamente aún quedan los muy bellos sonidos del exterior, que en ciudades como Cali comienzan por el canto de sus muchos y variados pájaros, el que cambia a lo largo del día acompañado por el de las ramas y las hojas de los árboles movidas por el viento que baja de la cordillera, y el sonido de este mismo; pero también el de la lluvia y el de los truenos lejanos (los cercanos son ruidos que asustan). Y desde luego se escucha como un grato sonido el ruido de fondo de la ciudad sin el cual esta estaría en total silencio, como muerta, murmullo producido por la aleatoria y discreta mezcla de todos los sonidos y ruidos que simultáneamente se producen siempre en todas las ciudades.
Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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