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El vestir se volvió una moda frívola, la arquitectura comercial o sólo espectáculo acaba con la imagen de las ciudades, la sobrepoblación obliga a su rápido crecimiento pues ya no es posible vivir todos en campo, la globalización liquida las tradiciones, y en las ‘redes sociales’ prima la desinformación

29 de marzo de 2017 Por: Benjamin Barney Caldas

Como muchos animales, el ser humano requiere para vivir aire, agua y alimento (vegetal, animal y mineral pues es de los pocos que es omnívoro) y proteger su cuerpo y comunicarse con los demás (Michael Pollan, El dilema del omnívoro / en busca de la comida perfecta, 2006, p. 410). Jugar a hacer comidas, vestidos y casas eran diversiones de los niños en muchas culturas hasta mediados del Siglo XX, los que además no paran de hablar. Con el tiempo el aire se llenó de aromas, el agua indujo a alegres bebidas, el fuego convirtió los simples alimentos en sabrosas comidas, aparecieron ropas y abrigos, y se buscó refugio en las cuevas o se los recortó en el bosque, lo que llevó a la arquitectura y las ciudades.

Hoy, aparte del peligro de un conflicto nuclear (Marcos Peckel, El País, 08/03/2017), la contaminación del aire con gases de efecto invernadero trastorna el clima, cada vez hay menos agua dulce en el mundo, y la comida industrializada provoca obesidad y otros males (Pollan, p. 79). El vestir se volvió una moda frívola, la arquitectura comercial o sólo espectáculo acaba con la imagen de las ciudades, la sobrepoblación obliga a su rápido crecimiento pues ya no es posible vivir todos en campo, la globalización liquida las tradiciones, y en las ‘redes sociales’ prima la desinformación (Umberto Eco, De la estupidez a la locura / Crónicas para el futuro que nos espera, 2016, pp. 100 a 102, 131 y 366).

Para comenzar a enderezar este peligroso rumbo, ya que poco podemos hacer contra una guerra nuclear, aparte de protestar, igualmente hay que hacerlo y muy duro contra la corrupción de los políticos y empresarios, votar en todas las elecciones y si no hay por quién, hacerlo en blanco, apoyar las eventuales propuestas acertadas. Informarse en los medios más independientes y ojalá en varios para verificar lo dicho y escuchar diferentes opiniones, como igualmente evitar la adicción a los teléfonos ‘inteligentes’ la que a muchos los puede llevar a perder la atención, la memoria y la creatividad (Peligrosa obsesión, revista Semana, Bogotá 05/02/2017, p. 72).

Desde luego también hay que racionalizar en todas las viviendas el consumo de agua potable, y no generar desperdicios o reciclarlos en el sitio, y en las ciudades almacenar la de las lluvias y reciclar todas las aguas servidas. Usar más el transporte público, y las bicicletas y sobre todo caminar mucho más, para lo cual en lugar de comprar vivienda hay que alquilarla cerca al trabajo como al centro de las ciudades, y en consecuencia exigir andenes y prioridad para los peatones. Y preferir, dado el caso, habitar en ciudades intermedias, las que, la mayoría de ellas, tienen mucho mejor calidad de vida en términos de seguridad, movilidad, funcionalidad, confort y economía, que las grandes urbes.

Igualmente hay que escoger en lo posible bebidas y alimentos locales, frescos y orgánicos; vestirse bien, es decir de acuerdo con el clima y no con las modas de afuera; evitar las viviendas en serie y mal diseñadas repetidas ad nauseam; y conservar lo mejor y aun pertinente de las tradiciones de cada lugar. Y sobre todo reproducirse menos y más responsablemente si es que de verdad se piensa con optimismo en el futuro de las siguientes generaciones. Algunos de todos estos temas se han tocado en columnas anteriores pero no sobra repetirlos y vincularlos con algunos nuevos. Se trata del Aire, el Agua y los Alimentos más la Protección de los humanos, su Cobijo, y la Comunicación entre ellos.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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