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Corrupción

De la misma manera en que las ciencias convergen cada vez más hacia las matemáticas, por lo que además es mejor hablar de la matemática (Peter Watson, Convergencias, 2016), este país converge hacia la corrupción, incluyendo ciudadanos, ciudades y arquitectura.

20 de septiembre de 2017 Por: Benjamin Barney Caldas

De la misma manera en que las ciencias convergen cada vez más hacia las matemáticas, por lo que además es mejor hablar de la matemática (Peter Watson, Convergencias, 2016), este país converge hacia la corrupción, incluyendo ciudadanos, ciudades y arquitectura. Como la define el DLE, es una práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de las organizaciones en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores. Los corruptos corrompen la organización, y luego el orden mismo, lo que es fatal para los edificios y por ende las ciudades. Es el gusto mafioso del que ya se ha hablado aquí (Narcociudades, 07/12/2006) que ha llevado a un “estilo mágico tardío” como probablemente lo llamarán en el futuro.

El orden es básico en la arquitectura y los griegos ya definían la suya en función de ellos: dórico, jónico, y corintio, una variación enriquecida del jónico, con sus precisos atributos, y el Imperio Romano agrego dos: el toscano (simplificación del dórico) y el compuesto (combinación entre jónico y corintio). Pero en el espectáculo de la arquitectura actual en Colombia ya no existe orden alguno aunque sí corrupción de arriba abajo; o al revés, desde la ‘base’ de los que la proyectan sin ser arquitectos, el ‘fuste’ de ciertas curadurías ‘tarifadas’ que aprueban sus proyectos, y el ‘capitel’ descompuesto de unas autoridades que no pueden controlar casi nada, o que prefieren no hacerlo.

Y la arquitectura en sí misma se ha corrompido igualmente pues ya poco obedece a su función, construcción y forma, como precisó Vitrubio, y en consecuencia a su implantación, si no que parte de la mera forma ya que con el desarrollo tecnológico cualquier cosa se puede construir, y desde luego diseñar sin método alguno, pese a que la mejor arquitectura del mundo siempre ha respondido a la utilitas, firmitas y venustas que aquel indicaba. Aquí ya no es la madre de las artes, pues escultura y pintura solían ser parte integral de ella, sino el desmadre de todas mientras repiten que le están cambiando la cara a la ciudad, cuando lo que habría es que es tapársela.

‘Tapen tapen’ es el lema de la corrupción que ahora están destapando por todas partes, pero lo que preocupa es que en los nuevos edificios siempre ha estado a la vista de todos y que muchos los consideran una maravilla, con la misma ignorancia que han considerado un bollo una obra de arte, de lo que habló Mario Vargas Llosa (La civilización del espectáculo, 2012. Una “corruptela” se ha vuelto la arquitectura, en la que prima la arbitrariedad de sus formas y no su objetividad como lo ha señalado Avelina Lésper (El fraude del arte contemporáneo, 2015), y que legitima cualquier cosa como arquitectura, dañando el contexto pre existente de las ciudades, como ya se denunció aquí (¿Arte? 29/01/2016).

El caso es que con los más bellos edificios se pueden conformar las más feas ciudades mientras que los edificios sencillos, no necesariamente feos, son los que usualmente forman las más bellas, pues lo que importa es el conjunto como resultado de sus partes y no cada una por su parte. Como lo define el DLE, orden es la manera de estar colocadas las cosas o de sucederse los hechos en el tiempo, según un determinado criterio o una determinada norma. Confundirlo es corromper su belleza, esa percepción estética que a través de una experiencia sensorial procura una sensación de placer intelectual, por lo que no la perciben los ignorantes y no le importa a los corruptos.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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