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Arquitectura al Museo

La lección que deja esta exposición es la urgencia de que la arquitectura se centre en la amenaza del cambio climático y en detener la destrucción de la imagen colectiva de las ciudades que crecen mucho y mal

1 de mayo de 2019 Por: Benjamin Barney Caldas

Cómo reinterpretar la tradición desde la modernidad poniendo tres ejemplos, una casa en España, otra en Portugal y otra en Colombia, es el tema de la próxima exposición en el Museo La Tertulia organizada por los profesores Andrés Erazo Barco de la Universidad de San Buenaventura en Cali, Manuel Mendes de la Universidad de Porto y Antonio Armesto de la Universidad Politécnica de Cataluña. Son tres casas que como dice Erazo, hablando de boleros, son un ejemplo para una mejor arquitectura con base en unos “pocos buenos elementos bien compuestos e interpretados”. No se trata, pues, de presentar personalidades famosas de la arquitectura sino ejemplos pertinentes y conocidos que comparten una misma tradición.

Se trata de una arquitectura respetuosa del lugar y de acuerdo con el clima, vegetación y relieve del sitio, y por tanto su paisaje. Como dice Erazo “escuchando boleros [uno se da] cuenta que tienen mucho de […] belleza objetiva [como esas] letras elementales que por la entonación y la música se convierten en canciones fabulosas”. Responder a una utilitas (Función), que es más que habitar o residir en un lugar, pues además debe ser perteneciente o relativa al mismo, y que sea la firmitas (construcción) la que lleve a su venustas (forma). Desde luego en las escuelas se pueden enseñar unos pocos y buenos elementos, pero para componerlos con éxito no hay más que aprenderlo trabajando con un maestro; como los de esta exposición.

José Antonio Coderch (Barcelona, 1913-Espolla 1984), autor de la casa Ugalde, 1951, despuntó en la España posterior a la guerra civil (1936-1939) como el arquitecto de la modernidad pero, cercano al franquismo, después fue relegado muchos años al olvido a pesar de contar ya con una obra singular, y ahora valorada precisamente por su relación con la tradición. Fernando Távora (Porto 1923-Matosinhos 2005), autor de la casa Ofir, 1956, fue un reconocido arquitecto y profesor, autor de O Problema da Casa Portuguesa, 1947, y Da Organização do Espaço, 1962 y 1982, y mentor de Álvaro Siza Viera, Premio Alvar Aalto en 1988 y Premio Pritzker en 1992, y de Eduardo Souto de Moura, Pritzker en 2011.

Y quien escribe, autor de la Casa de la Queja, 1992, mucho aprendió en la universidad con Rogelio Salmona y de Germán Téllez y su libro Rogelio Salmona/Obra completa 1959/2005, 2006. En particular de las Torres del Parque en Bogotá, 1970, que después de medio siglo sigue siendo un conjunto de vivienda sin igual en el mundo; de la Casa de los huéspedes de Colombia en Cartagena, 1981, ejemplo de una intervención respetuosa de la arquitectura del lugar, y del clima, vegetación y relieve del sitio; y del Centro cultural GGM en la Candelaria, 2003, ejemplo de cómo intervenir en un lugar de interés patrimonial sin caer en lo falso histórico, e igual la antigua FES en Cali, 1990, si no fuera por su mucho ladrillo a la vista.

La lección que deja esta exposición es la urgencia de que la arquitectura se centre en la amenaza del cambio climático y en detener la destrucción de la imagen colectiva de las ciudades que crecen mucho y mal, buscando una arquitectura sostenible y contextual mediante los avances más pertinentes de la actualidad. “¿Por qué nos empeñamos en seguir dando el mismo nombre a conglomerados urbanos que después de siglos de transformaciones solo guardan un parecido remoto con lo que fueron sus primeros asentamientos?”, pregunta Juanma Agulles en La destrucción de la ciudad, 2017, p. 16. Hay que volver a Vitruvius: función, emplazamiento, construcción y forma, siguiendo un método, en ciudades dentro de la megalópolis.

Sigue en Twitter @BarneyCaldas

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