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Auguri, auguri

Gran parte de toda esta desgracia procede de la droga maldita, sembrada en grandes campos rodeados de violencia. Coca, marihuana y heroína.

4 de agosto de 2022 Por: Armando Barona Mesa

El gobierno Petro inicia con gran expectativa, como es normal. En mi caso personal, conforme lo he dicho, espero que tenga la fortuna de encontrar un buen camino. !Auguri, auguri!, como dicen los italianos. Su éxito será el éxito de toda esta Colombia, convulsa y atormentada por males que proceden de todas partes. De ahí que haya gente rondando con ira en todos los caminos, parques y esquinas, matando con avidez y asaltando hasta por un celular. El reino de la pobreza y el crimen.

Gran parte de toda esta desgracia procede de la droga maldita, sembrada en grandes campos rodeados de violencia. Coca, marihuana y heroína. Se tienen rutas marcadas para la exportación, y entra un dinero manchado que sirve para mantener el dominio de los malos. Al lado de esto existe una enorme pobreza en grandes sectores de una población que ha crecido exageradamente sin ningún control, mientras en este último tiempo la economía se disolvía en una gran pandemia y en los efectos de una guerra injusta que golpea el oriente europeo. El hambre provoca, como se estudia en cualquier texto de criminología, odio que se transforma en violencia y desprecio por la vida humana de los otros.

El señor Petro y su equipo -ojalá me equivoque-, encuentran por doquier deudas e inconformidad. Todo está marcado por una gran brecha de insatisfacción, dispuesta a cualquier cosa para dar salida a su rencor. Y lo más grave es que los mismos que hicieron los desfiles vandálicos antes, volverán con iguales ímpetus, así no sean los mismos sino otros, que eso realmente no importa.

El conjunto de colaboradores del nuevo mandatario ha venido trabajando intensamente. Pero eso en realidad no significa nada frente a las tortuosas realidades que vivimos. La naturaleza alterada por el descuadre del planeta y una inflación galopante. Los campos asolados ahora por las lluvias impetuosas de La Niña, después lo serán por el violento calor y los incendios de El Niño.

Pero tal vez el problema más agudo es el que surge de la droga. Para enfrentarlo algunos, con el pensamiento de aquel marido cuya mujer en el Siglo XIX se la jugaba en un canapé y resolvió vender el canapé; ahora piensan en legalizar la siembra y producción de droga e inducir a la misma política a otros países -¿socialistas tal vez?- y simple: salimos del problema.

Por favor, no. Legalizar un acto, es decir volverlo lícito, significa que no es ni ha sido malo. Y eso no se puede pensar en relación con un producto que comienza a destruir la personalidad del hombre avasallando su voluntad y sometiéndolo a un estado de euforia irreal. En realidad, el mayor crimen contra un ser humano es destruirlo destruyendo su personalidad y su propia conciencia. Todo esto en pos del dinero.

Y no se diga que lo que se legaliza es la siembra de la coca que es un producto, como el yagé, ‘sagrado’ para los incas y los mayas del viejo pasado. En realidad, jamás fue un producto noble y bueno. Ellos lo masticaban y aún ahora lo hacen. “Mambear”, llaman a eso. Pero es que no es lo mismo mambear que introducir cocaína. El que mambea alivia la jornada. Pero el que huele cocaína entra a un paraíso artificial del que es casi imposible salir. Y eso no es lícito ni lo será jamás. Mucho cuidado con esto.

La droga jamás será lícita en ninguna sociedad; y si la ley la ampara, el legislador será cómplice. Así de simple, frente al derecho.

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