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El reportaje bueno

Cali viene de una triste experiencia. Superémosla con una buena estrategia, sencilla, además.

30 de marzo de 2023 Por: Armando Barona Mesa

Diego Martínez Lloreda (Martillo) se hizo en el periodismo. Era realmente un adolescente cuando inició y lo llevaba en la sangre. Supo cómo escribir cuartillas y hacer el acomodamiento de las páginas, que es quizás lo más difícil del oficio. Por lo menos en los inicios. Después fue apareciendo el escritor pulcro, ágil y recursivo, directo y digamos que temible cuando de combatir se trata. Así lo he visto siempre.

Ahora estrena, tal vez en la nueva etapa de El País, unas entrevistas en imágenes vivas, que luego convierte en páginas escritas que se titulan: ‘Al banquillo con Martillo’. Figura en ellas alegre, risueño, con sacos vistosos y sin medias. Primero recorre la frivolidad y celebra como el muchacho que siempre fue; y cuando menos se espera, suelta el fondo de la verdad que trata de penetrar y allí está el reportaje que a todos interesa. Van dos que vi y escuché y luego leí con agrado, sobre un tema inminente y candente: la política regional.

Entrevista de primera a Dilian Francisca Toro, hoy ocupando primeros planos en el desenvolvimiento de elementos claves de la plataforma legislativa del presidente Petro, como directora que es ella del partido de la U. Se diría que conoce a fondo los intríngulis de una política, sobre todo en el campo de la salud, como médica. Y Martillo le habla hasta de sus piernas, que atraían cuando era muy joven y las mostraba en minifaldas.

Luego la lleva a sus íntimas aspiraciones de hoy como política activa en el ejercicio de una gran madurez. Y de un gran movimiento conformado por las grandes mayorías consolidadas. Seguramente va a ser la próxima gobernadora. Y, además, no se ve el rival en ciernes que la pudiera derrotar. Sus enemigos la pintan arbitrariamente, acordes con odios pasados, que ella venció. El reportaje de Martillo, pues, es bueno y llega con la objetividad de un periodista reconocido, conocedor de este mundo hasta el meollo.

En el segundo reportaje examina con el mismo humor a un hombre muy serio -aunque risueño-, de gran currículum, dos veces alcalde de Cali, exrector de UV, profesor y analista profundo, como médico salubrista, de la causa de los principales problemas de Cali desde el punto de vista de las ramificaciones sociales en las que vivimos. Se trata de Rodrigo Guerrero Velasco, quien a nada aspira, sino a hacer ver en los innumerables candidatos a la Alcaldía de Cali la sensatez histórica en orden a manejar un debate con cierta seguridad de resultado. Y no es el odio de clase el que deba imponerse ni la demagogia. Es el civismo que viene del latín civitatis, que significa ciudad.

Hay que hacer entre los mejores aspirantes conocidos una alianza que busque la medición de fuerzas previa, mediante una o varias encuestas que apliquen el método inductivo -de lo general a lo particular- para escoger, a la fija, al más posible de ser elegido. Es un pacto de seguridad de resultado, para evitar el triunfo de los malos acudiendo a todos los medios ilícitos y estratagemas. Ya se habla de Alejandro Eder, Roberto Ortiz, Diana Rojas y otros, más cívicos que políticos, que podrían entrar a ese entendimiento y obtener un buen resultado.

Cali viene de una triste experiencia. Superémosla con una buena estrategia, sencilla, además. Porque como dice el refrán, los menos son más cuando son buenos. Y que gane el mejor y así ganamos todos. Lo necesitamos. Y todo esto puede salir del buen reportaje de Martillo.

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