Columnista
Antonio Joaquín, un narrador a pie
¿Acaso lo que almacena Joaquín no es el siempre presente?
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15 de ago de 2025, 02:37 a. m.
Actualizado el 15 de ago de 2025, 02:37 a. m.
Antonio Joaquín García es un personaje que la vida fue entregando con cierto estilo. Abre los ojos y se alumbra a sí mismo. Luego comienza a pensar y a sentir, tantas veces sentado en la lejanía caliente de los preliminares de la Costa Atlántica, en aquel Cereté del poeta Raúl Gómez Jattin, frente a un río de trascendencia poética. El río Sinú.
Allí, como un hipnotizado, Joaco observa la serena trascendencia de las aguas verdosas, salidas tantas veces de su cauce, y los ramos de flores que van arrastrando árboles, que entregaron sus propias raíces y cogollos a la crecida del río. El narrador observa fascinado y ve los peces fluir en enjambres, que tiempo después logrará atrapar en su propia red que lleva el nombre musical de la atarraya. Como las de los vecinos que vivían del río.
¡Ah!, qué río aquel, que por supuesto ya no existe. Los plásticos y basuras lo fueron agotando. Y tampoco existen el desfile de lanchas y barcos que trascendían sus sonidos delirantes, para anunciar su presencia. Todo eso murió, aunque él, Joaco, los almacena como su propio inventario.
Recuerda así mismo las risas y ocurrencias de su extensa familia, sin haber olvidado al primo locato que se lanzaba a los vientos en una cometa grande, o a la tía que cocinaba los platos sonrosados de la costeñería. Y los sorbetes de frutas; y el otro tío que hacía los cocteles de varios vinos que picaban una buena ronda de ginebra o algo por el estilo. Y de allí salía la música alegre y festiva que de modo natural la gente bailaba bajo el mismo ritmo alegre y bullanguero y estaba hecha la fiesta que podía durar varias semanas.
Todo esto permanece vivo en aquel chiquillo que fue creciendo en la vida y se volvió uno de los mejores médicos, en una Popayán recogida de blancos crespones y tamalitos vivientes de papa amarilla y una uña de carne, mezclados con ají de maní.
Hay un poema suyo disimulado que surge al despertar una mañana en medio del frío acumulado de la noche pasada y la niebla gris. Oye un llamado mientras alcanza a dibujarse la silueta viviente de una mujer perfecta. Entonces se viste de modo fulgurante y sale hacia la niebla. Oye el tañir de las campanas y por ello sabe que está despierto. La ve y la siente porque ella le deposita un beso increíble que llega a los últimos estratos de su alma. Pero en medio de un silencio casi idílico, ella le dice: Acompáñame a la estación de donde saldrá el tren. Ella va adelante y solo le queda la veloz despedida del viajero. Él descubre entonces que esa era la Mujer de sus Sueños, a la que busca aún entre las nieblas. Y en horas de la madrugada y en los jardines rosas del estrago. Todo está en un libro que va a lanzar y que tituló ‘El río Sinú, Cereté y yo’.
Joaquín habla de sus amigos, que no pierde a ninguno. De sus nostalgias y de poemas que saltan del olvido en el mar incierto de la poesía. Allí están José Pardo Llada, Adolfo Vera el amigo de tantos años que también delira entre la medicina y la poesía que lo busca con colores inciertos. Y hasta me menciona a mí y a mi Mesa servida.
¿Acaso lo que almacena Joaquín no es el siempre presente? Sí, el hombre vive intensamente para dejar de existir. Y cuando todo va pasando, no falta un poeta, como Don Jorge Manrique en la España de 1480, que escribe las ‘Coplas a la muerte de mi padre’ y se plantea el drama:
I. Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/ tan callando;/ cuán presto se va el placer; /cómo después de acordado/ da dolor;/ cómo a nuestro parecer/ cualquiera tiempo pasado/ fue mejor.
II. Pues si vemos lo presente/ cómo en un punto se es ido/ y acabado,/ si juzgamos sabiamente,/ daremos lo no venido/ por pasado./ No se engañe nadie, no/ pensando que ha de durar/ lo que espera/ más que duró lo que vio,/ pues que todo ha de pasar/ por tal manera.
III. Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar en la mar,/ que es el morir:/ allí van los señoríos,/ derechos a se acabar/ y consumir;/ allí los ríos caudales,/ allí los otros medianos/ y más chicos;/ y llegados, son iguales/ los que viven por sus manos/ y los ricos.
Joaquín, como dijo el Pibe, todo va y todo viene, !Bien! !Bien! !Bien!

ha desempeñado puestos públicos como juez del Circuito, Conjuez del Tribunal de Cali, Secretario de Gobierno de Cali y alcalde encargado, embajador de Colombia en Polonia y en la ONU. Ha sido delegado a varias conferencias internacionales como la OIT en Ginebra
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