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Medardo Arias Satizabal

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Ángel de mis sueños

Desde ese día, Álvaro Miranda, el poeta de ‘Las memorias de don Sancho Jimeno’, mantuvo la oración de San Rafael Arcángel en el bolsillo derecho de su camisa, y esta historia, créala o no, hizo parte de sus íntimas verdades durante todo el tiempo que duró su vida.

22 de febrero de 2024 Por: Medardo Arias Satizábal

Hasta el cielo fui a buscarte. Esto era lo más parecido que repetía diariamente el poeta Álvaro Miranda, autor de la novela ‘La risa del cuervo’. Álvaro, que era hombre sobrio, serio, dado a la ficción solo cuando pensaba en cuentos o novelas, repitió por varios meses algo que sus amigos se resistían a creer: aseguraba que se había encontrado cara a cara con un ángel que no solo le enseñó a leer los libros sin tocarlos, sino que también le reveló el secreto para hacer revivir el color -y el temblor- de las flores mustias.

Todo empezó en el restaurante del Hotel Nutibara; nos habíamos reunido ahí después de realizar un recital en el auditorio de la Universidad de Antioquia, dentro del evento ‘Agua, cultura y vida’. El almuerzo avanzaba entre un chiste y otro, hasta que Miranda se quedó en silencio, un silencio grave y trascendental, para decir algo que a todos nos dejó fríos: “Ya, inclusive, evito contarlo porque nadie me cree”, expresó, pero no obstante esta introducción, nos reveló su milagro. Pasó sus manos sobre unas flores alicaídas en el centro de la mesa, las mismas que para nuestro asombro empezaron a moverse como si volvieran a recuperar su primavera.

“Estaba en mi oficina -Álvaro tenía una pequeña editorial en Bogotá- y de pronto llegó un señor alto, delgado, muy blanco, con entradas en la frente y canas encima de las orejas. Me impresionó su mirada, una mirada que atravesaba las cosas. Yo leía en ese momento un texto de San Juan de la Cruz. Se paró junto al libro y puso su mano sobre él. En la página 204, San Juan dice que todo lo que necesitas es amor, dijo. Comprobé con asombro que no mentía. Ahí estaba el verso. Luego hizo lo propio con mi novela, también ahí sobre el escritorio. Pasó la mano sobre ella y me preguntó por qué el cuervo le hablaba en lengua germánica al Barón Von Humboldt y qué misterio encerraban esas palabras. En ese momento ya los de la editorial habían cesado sus tareas, se acercaban y escuchaban embelesados. Dijo que estaba ahí para ver la posibilidad de reproducir una antigua lámina, ya patinada por el tiempo, donde aparecía el Arcángel San Rafael. Acto seguido me invitó a una misa en un barrio del sur...”.

Miranda aceptó la invitación: “Fui cumplido a la hora por él fijada y lo que vi ahí me conmovió. Gentes venidas desde distintos puntos, asistían para celebrar el día de San Rafael Arcángel. El hombre se separó de los cánticos y vino hasta mi lugar para decirme: ¿Lo recuerda no?, pues, aquí lo tiene, y me pasó una lámina idéntica a la que llevó a la editorial.

Minutos después desapareció y no he vuelto a saber de él…”.

Meses antes, Álvaro había sido sometido a una delicada operación. En una de esas noches, cuando creyó morir, invocó en silencio una oración aprendida en la infancia. La recordó con nitidez y dijo: “Dios mío, mándame un ángel”; lo repitió muchas veces en el silencio nocturno de la clínica.

La respuesta a ello se la dio el enigmático hombre en aquella iglesia del sur de Bogotá.

Desde ese día, Álvaro Miranda, el poeta de ‘Las memorias de don Sancho Jimeno’, mantuvo la oración de San Rafael Arcángel en el bolsillo derecho de su camisa, y esta historia, créala o no, hizo parte de sus íntimas verdades durante todo el tiempo que duró su vida.

Uno de los creadores más importantes de Colombia, escribió además ‘El libro blanco de los muertos’ y ‘Simulación de un reino’. En Santa Marta, su fecha de nacimiento fue fijada el 6 de abril de 1945; se fue del plano terrenal un 9 de octubre de 2020, cuando la pandemia se enseñoreaba en el mundo.

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