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Senadora Sandra Ramírez: en vez de insistir en su esfuerzo absurdo de engaño y revictimización negando este delito de lesa humanidad, confiese y pida perdón, usted y sus camaradas.

2 de agosto de 2020 Por: Alejandro Éder

Sandra Carolina vivía en un caserío en zona roja del Meta con su mamá y cuatro hermanos. Eran muy pobres. Un día cuando tenía apenas 12 años, su mamá la entregó a las Farc porque no podía alimentarlos a todos. La niña lloró y protestó, no quería ir a la guerrilla y su mamá dio la vuelta y se fue. El comandante guerrillero le dijo, “Tranquila mija, que donde vamos va a estudiar.” Y sí, estudio hubo, de tácticas militares y manejo de armas. Al principio resistía mucho, entonces de castigo la desnudaban y la tiraban de un barranco a un río frío delante de sus compañeritos. A los dos meses, ya la habían puesto a combatir contra la Fuerza de Tarea Omega. Tenía 12 años.

Un día de mercado en el Eje Cafetero, los papás campesinos de Juan lo enviaron tempranito a la cabecera para que vendiera la cosecha. Él, de 9 años, emprendió camino solo sin muchas ganas ya que prefería quedarse jugando con sus hermanas. Para fortuna de Juan, la cosecha estaba muy buena y la vendió rapidito y a las pocas horas estaba de regreso. Cuando llegó, encontró que las Farc y uno de sus mandos desgraciadamente emblemáticos se habían apropiado de la vereda, vio gente aterrorizada y casas en llamas. Corrió a la suya y encontró a sus padres y hermanas calcinados al interior, se tiró al piso a llorar. El comandante se le acercó y preguntó qué pasaba.

- “¿Cómo así? ¡Si ustedes acaban de matar a toda mi familia!”

- “Tranquilo niño. Ahora su familia somos nosotros.”

Se lo llevaron reclutado a la fuerza para evitar que el día de mañana estuviera suelto por ahí con sed de venganza. Práctica común en las Farc.
A los pocos meses ya combatía con fusil. Tenía 9 años.

Yenni era nacida y criada en Medellín, pero su familia era llanera. Cuando tenía 14 años, pegó un día con su prima al pueblo de la familia para visitar a su abuela y vender una ropita. El día después de llegar, entró las Farc al pueblo en una barrida de reclutamiento. Se llevaron todos los niños y niñas entre 12 y 15 años, Yenni y su prima incluidas.

Al año, mataron a la prima en combate. A los dos años, Yenni tuvo su primer aborto forzoso. Dos años después, otro. Cuando tenía 20 años, se enamoró de un compañero, quedó en embarazo de nuevo y lo escondió porque querían tenerlo. La descubrieron cuando tenía 7 meses, y -en palabras de ella- le sacaron el bebé. A los dos días, la mandaron a un combate y aprovechó para emprender fuga. Por poco la matan, logró escapar de sus victimarios.

Hasta 2014 y durante 8 años trabajé en la Agencia de Reintegración y conocí decenas y decenas de estos horrores. La realidad del reclutamiento infantil era tal, que iniciado el proceso de paz hicimos un censo de todos los desertores mayores de edad de las Farc entre octubre 2012 y junio 2014, más de mil, para preparar mejor la desmovilización final de este grupo. Encontramos que el 63% fueron reclutados siendo menores, el 44% menores de 15 años. Dijeron los censados además que estimaban que el 40% de los guerrilleros que permanecían activos en las Farc eran menores de edad. Nos preparamos para recibir miles de niños, niñas y adolescentes. Las Farc solo entregó 132. No me alcanza este espacio para relatar más tristezas y frustraciones.

Senadora Sandra Ramírez: en vez de insistir en su esfuerzo absurdo de engaño y revictimización negando este delito de lesa humanidad, confiese y pida perdón, usted y sus camaradas. Dejen de hacer trizas los acuerdos. De lo contrario, la JEP tendrá la obligación de condenarlos a la cárcel 20 años por no reconocimiento de la verdad.