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Confianza

No se le puede pedir a la mitad del rebaño que siga caminando alegremente hacia el abismo, solo porque la otra mitad se creyó el cuento que iba a volar.

25 de agosto de 2022 Por: Alberto Castro Zawadsky

No se le puede pedir a la mitad del rebaño que siga caminando alegremente hacia el abismo, solo porque la otra mitad se creyó el cuento que iba a volar. A menos que se demuestre en forma gradual y ordenada, que, efectivamente, salen volando en sus cometas asignadas por el Estado.

Especialmente si la mitad más escéptica es la dueña y generadora de riqueza. El patriotismo y la confianza no se fabrican con discursos melosos.

Si se comienzan a tomar medidas que han llevado a otros a inflación y devaluación, no se puede esperar que la gente siga confiando en nuestros folclóricos papelitos multicolores y no prefiera unos sobrios y verdes.

Si el ahorcamiento tributario lleva a comprometer la viabilidad de empresas que producen, comercializan o prestan servicios, no se puede esperar que quienes tengan el capital y el conocimiento, no se los quieran llevar a pastos más libres.

Si se golpean los ingresos de la clase media (‘ricos’), no se puede esperar que la inteligencia y el talento no se vaya a buscar una compensación más ajustada a su formación y capacidad de trabajo.

Si el riesgo de ser robado, asesinado, secuestrado, vuelve a las oscuras épocas que los jóvenes no conocieron y no han querido estudiar, no se puede culpar a quienes quieran sobrevivir en el exilio.

Colombia lleva 20 años mejorando todos los índices, gracias a la confianza creciente, que ahora está sufriendo un duro bajón.

Si el gobierno no entiende la importancia de diseminar confianza, va a ser muy difícil aplicar todos los bienintencionados planes. Tendrá dos caminos: estigmatizar, perseguir, insultar a los que han perdido la confianza, a la manera de los ‘gusanos’ de Fidel, expandiendo aún más el drama, o tomar firmes correctivos en el discurso, probando con hechos, que no hay razón para mirar horizontes lejanos. Un discurso moderado con reformas que nos conviertan gradualmente en una socialdemocracia estilo europeo, que siga ejemplos reales y visibles como Costa Rica y Uruguay. Eso fue lo que votaron quienes pedían cambio y lo anhelan con ahínco, pero están sintiendo la incomodidad progresiva.

Los llamados a la calma y a ‘dar una oportunidad’ tienen que ser coherentes con los hechos. La barrida de la cúpula y desplante a los militares, la tolerancia con bloqueos e invasiones que comienzan a aparecer por doquier, las agresivas declaraciones de algunos ministros, y el desconcertante discurso ante la Andi, lleno de confusiones, contradicciones, desinformación preocupante, demostrando claramente una inclinación hacia el socialismo radical, ‘basado en hechos y no en ideologías’, van mostrando claramente un camino que crispa cada vez más a los gestores del sector privado y a quienes creen en la libertad económica como la herramienta más poderosa para diseminar prosperidad.

Si estos primeros pasos son un indicio de lo que va a ocurrir, se profundiza el temor de que el llamado a ‘construir país entre todos’, no fuese sino una ficción distractora que pudiese retrasar la velocidad de quienes reaccionan con temor. Hay que saber que el engaño funciona muy bien en campaña de oposición, pero cuando se tiene la responsabilidad de un país, la realidad no se puede tapar todo el tiempo a todo el mundo.

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