El pais
SUSCRÍBETE

Autopistas capitalistas

de todo el litoral pacífico de América, ¿cómo es posible que el colombiano sea el único que no ha prosperado?

26 de enero de 2023 Por: Alberto Castro Zawadsky

Las vías son a un país lo que la circulación es a un organismo. Los vasos sanguíneos llevan alimentación y oxígeno a los tejidos. Donde hay circulación hay vida. El transporte no es solo el motor de la economía. Es la esencia de la libertad de movimiento.

Cualquiera puede hacer el sencillo ejercicio de observar en su celular, abriendo Google Maps y mirando la red de carreteras de cualquier país o región. Hay una perfecta correlación entre el nivel de desarrollo y la red de carreteras. La telaraña de los países ricos no solo es muy densa sino verde y gruesa: autopistas por las que se circula a buena y predecible velocidad, porque han seguido estándares de diseño y señalización universales.

Similar ejercicio se ha hecho con las fotos satelitales de noche demostrando otra analogía. Donde hay luces, hay energía, hay sistema nervioso. El país se mueve, está activo. Es contundente el contraste entre Corea del Norte y el Sur.

La telaraña colombiana es escuálida y delgadita. Eso lo sabe y lo vive todo el que se aventura a hacer un viaje por tierra en Colombia. Nuestra red vial se equipara a la de los países más pobres de África y el sudeste asiático. Es difícil entender el daño neuronal que sufrieron nuestros dirigentes de todo el Siglo XX. No fueron capaces de captar la importancia de la infraestructura para la prosperidad de un país. Dejaron acabar el ferrocarril que había sido una millonaria y visionaria inversión.

Montaron un sistema de contratación que apabulló a la ingeniería civil y ha generado la gran fiesta de la corrupción. Se hacen carreteras con miseria, siguiendo el trazado de montañas que terminan desbancadas o derrumbadas. El costo de la gasolina, los accidentes, las muertes, los bloqueos y las mil reparaciones, termina siendo mayor que los viaductos y túneles que habrían podido reducir el tiempo del trayecto a un tercio y establecer una vía confiable y segura. La torpeza ha sido contagiosa y se ha diseminado a todas las comunidades quienes asumen el poder de decidir trazados o impedir la construcción de vías esenciales para su supervivencia.

Solo en este ambiente de pobreza mental puede surgir un Presidente que califique a las inexistentes autopistas como necesarias solo para que los ricos importen mercancías. Este ‘summa cum laude’ de la tontería ha logrado preocupar a quienes sí conocen el valor de la infraestructura.
Esa misma mente cuestiona la pobreza de la región pacífica: de todo el litoral pacífico de América, ¿cómo es posible que el colombiano sea el único que no ha prosperado? No es sino abrir un mapa y comprobar que es la única costa sin vías.

Mientras no seamos capaces de entender que el desarrollo vial del país es fundamental y que las autopistas son una inversión excepcional, mientras sigamos basándonos en criterios políticos pichicatos y miopes en vez de adoptar una visión integral e ingeniosa con expertos que sepan diseñar y ejecutar siguiendo especificaciones y técnicas conocidas y probadas. Mientras los constantes desastres viales se justifiquen con lamentos por nuestra ‘difícil geografía’, estaremos condenados a la miseria que significa no poder mover productos ni gente en nuestras coloniales vías.

AHORA EN Alberto Castro Zawadsky