¿A quién le haría falta ‘El País’?

Con tantas versiones sobre el futuro del periódico ‘El País’, me he preguntado que pasaría si este medio de comunicación no existiera y quitándome el sombrero de columnista y simplemente quedándome en el rol de abonado, simple lector que ha pagado su suscripción por tantas décadas, confieso que sentiría la nostalgia de perder un amigo cercano, de esos que hacen parte de nuestra vida cotidiana, de aquellos con los cuales un día reímos, al siguiente lloramos, pero que nos mantiene actualizados con sus noticias, chismes y comentarios. Es ese compinche al que le preguntamos cada vez que nos vemos: “¿Qué hay de nuevo? ¿Qué ha pasado?”

Todas las mañanas, mi primera ilusión después de una breve oración es ir a recoger el periódico. Le tengo tanta confianza a ese infaltable visitante matutino que no me preocupa abrir la puerta en lamentables condiciones de pijama arrugada y despeluque total. Me di cuenta de que esta obsesión no era solo mía, cuando vi que mi vecino de piso, Jaime Jordán Mejía, el recordado notario notorio, recogía también su ejemplar en diminuto calzoncillo. Nunca lo hubiera visto, sino porque algún día abrimos las puertas al mismo tiempo para recoger nuestros respectivos ‘Países’.

En medio de la cantidad de noticias por las redes, muchas de ellas falsas, o necesitadas de ‘likes’ o con historias extensas para manipular el tiempo del cibernauta, mi ‘País’ trae veracidad, me genera confianza. Por haber trabajado en medios, tengo certeza sobre la trascendencia de la reputación de estos, la cual se construye sobre verificaciones de las noticias, contraste entre versiones antagónicas, entrevistas a personas claves que validen la información. Extrañaría que ese medio confiable no me acompañara diariamente.

Añoraría el énfasis en lo local. Por redes ya sé qué pasó en Gaza, en Ucrania, que tal jugó ayer Lucho en el Bayer y cómo iba de bella Melanie Trump en su vista a Londres. Somos expertos globales pero analfabetas locales. Tanto el Alcalde como la Gobernadora, sus gabinetes y los ciudadanos de a pie, requerimos estar informados de qué pasa en nuestros barrios, qué sucede con la movilidad y cuáles son las soluciones; a quién acudir, con nombre, apellido y foto para solucionar problemas del vecindario. Para esto está ‘El País’.

Me gusta el coraje con el que El País ha hecho investigaciones profundas, de esas que no les interesa a los periódicos bogotanos ni a la liviandad de los influencers. Pesquisas que solo las adelanta alguien que ame la región y esté conectado con las fuentes cercanas.

Me generan orgullo los logros de nuestro empresariado, de nuestras fundaciones, de nuestros emprendedores, de los deportistas locales y eso lo hace constantemente nuestro periódico. Me gusta la importancia y análisis sobre la suerte del Cali y el América.

Así me agraden más unos columnistas que otros, valoro sobremanera sus enfoques sobre nuestros sucesos, sobre los candidatos locales, sobre la gestión de nuestros gobernantes. En general, me parecen creíbles y comprometidos con enriquecer la visión de los lectores sobre el país y la región.

En esa cita diaria, extrañaré los obituarios y las particularidades que cada uno de estos tiene. Me haría falta la revista Gente, unas veces con los de siempre y otras con la llegada de caras nuevas, que hace inevitable comparar con el pasado. Allí las guayaberas mojadas y arrugadas y los chalecos azul pálido y gorguera. De todos modos, es una deliciosa combinación de actualidad, chisme y humor.

Hasta mi sistema digestivo extrañaría ‘El País’. Espero que el colon se ponga de acuerdo con el cerebro para darle la bienvenida al sanitario al celular y a la tableta. Y a clamar para que todos, empresarios, gobierno y lectores, luchemos para que El País nos acompañe muchas décadas más.