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El difuso sueño americano de los hondureños que caminan hacia Estados Unidos

Más de dos mil hondureños partieron el 13 de octubre de su país rumbo a Estados Unidos. Ni el cansancio ni las amenazas los han hecho desistir de su objetivo.

21 de octubre de 2018 Por: Kelly Sánchez / Reportera de El País

“Yo me voy de mi país. Aquí no quiero vivir, porque si me quedo aquí, de hambre voy a morir”, dice la canción ‘Joh, es pa’ fuera que vas’, que se ha convertido casi en un segundo himno para los opositores del presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, y que identifica al río de migrantes que salió de ese país centroamericano, hace una semana, rumbo a Estados Unidos, en busca de su sueño americano.

Más de dos mil hondureños emprendieron el largo viaje desde la ciudad de San Pedro Sula, al norte de Honduras. Hombres, mujeres y niños se han aventurado por carreteras peligrosas, caminos de tierra, y han esquivado retenes militares y hasta atravesado ríos. Algunos llevan a sus hijos pequeños en los brazos o en coches.

Caminan hasta ocho horas sin parar, aunque a veces hay quienes aprovechan que algún camión les dé un ‘aventón’. Duermen en cualquier lugar. No llevan mucho equipaje, mucho menos dinero.

Hay cansancio, ampollas en los pies, dolor en las articulaciones, hambre y sed; a veces hace calor; otras, frío; también llegan las lágrimas y la desesperación, pero es más grande la determinación de avanzar. Esa misma determinación que les ha hecho atravesar el río Goascorán, en la frontera de Honduras y El Salvador, y saltar el cordón policial en Tecún Umán, punto fronterizo entre Guatemala y México.

Vea aquí: 'Caravana de migrantes hondureños pasa a la fuerza barrera policial y entra a México'.

Dicen que huyen de la pobreza, del desempleo, de la violencia, del sin futuro y, por eso, regresar no está entre sus planes.

Nery, un joven de 29 años, es uno de esos inmigrantes aventurados. No dudó en volver a probar suerte, a pesar de que en su intento de hace tres años perdió las piernas y hoy se desplaza en silla de ruedas.

Cuando en el 2015 buscó llegar a Estados Unidos, el tren conocido como ‘la Bestia’ aplastó su piernas: “Quería subirme a ‘la Bestia’, corrí a la par, pero mi rodilla se trabó. Me caí bajo las ruedas del tren. Cuando intenté levantarme, no pude, mis piernas estaban destrozadas”, le dijo a la Agencia EFE.

Fue internado durante dos meses en un hospital de México, donde le amputaron las dos piernas desde la rodilla. Después lo devolvieron a Honduras. En este nuevo intento, lo acompaña su amigo Omar Orellana, quien empuja la silla, que ha empezado a perder las gomas de sus ruedas.
“Quería llegar a los Estados Unidos para comprar una casa, un carro, para vivir mejor”, dice Nery, quien ahora espera conseguir unas prótesis para volver a trabajar.

En esa caravana también va Wilson Suazo, de 37 años. Viaja acompañado de sus hijos de 6 y 15 años y lleva al hombro una pequeña mochila con lo poco que pudo cargar.

“Nuestro país está muy fregado, está todo caro, no hay trabajo, el sueldo no ajusta (alcanza) para nada”, comentó Wilson Suazo a EFE, notablemente cansado por el recorrido.

Abandonó a su esposa y a sus otros hijos, también su trabajo en un mercado de la ciudad San Pedro Sula. Lo dejó todo porque, dice, busca un mejor futuro para él y su familia.

En otro lado del tumulto está Fernando Ortiz, de 27 años, quien se cansó de los escasos resultados de su trabajo como comerciante en la terminal de autobuses en Danlí -al oriente de Honduras-, confiesa que lo poco que ganaba ni siquiera le alcanzaba para darle de comer a su familia.

Fernando tiene la esperanza de que cuando lleguen a la frontera con Estados Unidos, el presidente Donald Trump les permitirá ingresar a su país.

“Yo digo que primero Dios le va a tocar el corazón, y al final el Presidente, al vernos a todos, se va a compadecer y nos dejará entrar. Ojalá Dios lo permita y nos deje entrar, porque somos personas trabajadoras; queremos darle un mejor futuro a nuestra familia”, dijo el migrante que dejó a su esposa y a un hijo pequeño en Honduras.

Fuerza de las madres

A centenares de madres que decidieron arriesgarse con sus hijos en la caravana, también las impulsa ese mismo sueño de “futuro mejor”.
Una de ellas es María, una joven de 15 años que carga con su hija de 8 meses y su hijo de 2 años. No alcanzó a terminar su bachillerato, dejó de estudiar cuando quedó embarazada de su primogénito. Cuando nació el segundo, tuvo que empezar a vender dulces porque el dinero de su novio no alcanzaba para la manutención de todos.

“Yo tomé la decisión de que saliéramos de allá porque, por tanta pobreza, a veces los hijos de uno terminan robando y cobrando. Yo no quiero que mis hijos hagan eso. No quiero eso para ellos”, dijo María al portal Nómada, en Guatemala.

“Sufrimos demasiado para ganar solo 100 pesos al día”, comentó a la BBC Félix Moreno, una mujer que viaja con su hija de 12, quien ha empezado a pedirle que regresen.

“Con lo que gano solo me alcanza para la leche del niño y no para la comida”, agregó Paola, otra mujer que va junto a Félix, mientras carga a su bebé de un año.

Allí también va Dayana, de 24 años. Dejó a su hijo de tres años, que sufre de ataques epilépticos, al cuidado de la abuela. Salió de su casa con 200 lempiras, es decir unos 25 mil pesos colombianos, de los que ya no queda ninguno.

El tratamiento de su hijo cuesta unas 5000 lempiras mensuales ($640.000) y no tiene manera de conseguir ese dinero.

“Durante un tiempo trabajé en la cocina de un restaurante y me pagaban 6000 lempiras ($766.000), eso no es ni siquiera el salario mínimo en Honduras. Desde que salí de ahí no he podido volver a trabajar. Por eso me vine en la caravana, porque no voy a dejar que mi niño se muera”, sostuvo Dayana a la BBC y agregó que si llega a Estados Unidos, tal vez pueda llevar a su hijo para que los médicos lo examinen.

El 60 % de los habitantes de Honduras son pobres, es decir, que seis de cada diez personas viven con pocos o escasos recursos, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).

Ni un paso atrás

Pese a que el presidente Trump advirtió a Honduras, Guatemala y El Salvador que les cortaría la ayuda económica si no frenan el avance de la caravana ni evitan que sus ciudadanos emigren hacia su país, la marcha no se ha frenado, por el contrario, se mantiene firme.

“Ni un paso para atrás, todos vamos unidos. No creo que detengan a todas estas personas, si no nos dejan pasar, nos tiramos por el río”, se oyó en la voz fuerte de un migrante.

“Si usted logra trabajar, lo extorsionan, le roban. Eso no es vida. Es un pueblo reprimido”, agregó otro. “No podemos regresar”, la mayoría coinciden en eso.

En su tierra no hay futuro, dicen, ya no tienen nada qué perder, no tienen miedo, es por eso que salieron dispuestos a todo.

No saben qué les espera y menos qué tan lejos llegarán. El sueño americano se vuelve cercano, a la vez que se torna difuso.

Mientras tanto, cuando los acongoja la nostalgia, no queda más que aferrarse a su bandera azul y blanca y cantar su primer himno: “Por guardar ese emblema divino, marcharemos, oh Patria, a la muerte, generosa será nuestra suerte, si morimos pensando en tu amor…”.

¿Por qué?

Alfredo Alvarado, máster en imagen política, desde Honduras, afirma que las cifras de pobreza han ido en alza desde el 2009, cuando ocurrió el golpe de Estado a Manuel Zelaya Rosales.

“Esta es una situación totalmente calamitosa que yo podría calificar como una tragedia humana”, dice.

Alvarado señala que se ha profundizado el desempleo, la desigualdad social y la violencia a causa de las ‘maras’, “que operan sin control, y el narcotráfico, que está cada día más extendido en el país”.

“Eso, a pesar de toda la avalancha publicitaria que el Gobierno ha podido desplegar a su favor, a través de los medios de comunicación, sobre todo los más grandes, que apañan las atrocidades del Gobierno”, agrega.

El analista dice que en el Honduras hay una dictadura que los organismos internacionales no han querido reconocer.

Por su parte, Margarita Solano, periodista y escritora radicada en México, cree que el análisis de la situación que atraviesa el país centroamericano debe hacerse en doble vía. Por un lado, la de “los países que expulsan a sus propios ciudadanos y, por otro, los países que los reciben”.

“Hay que remitirse a las historias de estas personas y entender que nadie sale de su país por voluntad propia, salen ‘orillados’ a hacerlo. Es una situación difícil y dolorosa porque a nadie le gusta dejar su pasado, sus raíces. Allí está anclada su vida, huyen por una genuina desesperación”.

Sobre el lugar al que pretenden llegar, dice Solano, que es un país que prefiere no tender puentes sino muros. “Para llegar allí tendrán que pasar por México y este, frente a las presiones de Estados Unidos, tendrá dos opciones: contener la migración o hacer una política de puertas abiertas”.

Apoyo, pero no ilegal

México apoya a los migrantes pero impedirá los ingresos irregulares a su territorio.

Así lo anunció este sábado el presidente Enrique Peña Nieto sobre la caravana hondureña que intenta cruzar al país para llegar a EE. UU.

”Como cualquier país soberano, México no permite ni permitirá el ingreso a su territorio de manera irregular ni mucho menos de forma violenta”, dijo Peña Nieto al subrayar la disposición de apoyar a los migrantes que desean entrar “respetando las leyes”.

”El ingreso violento a nuestro país” atenta contra la soberanía y además supone un “riesgo a los propios migrantes, especialmente a niños y niñas”

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