Estas son las especies que ponen en riesgo la biodiversidad; conozca cuál es su impacto

Una de las preocupaciones de los gobiernos y las comunidades son los daños que ocasionan las llamadas especies invasoras: animales, plantas, hongos o microorganismos que han sido introducidos fuera de su área natural.

Al respecto, el informe ‘Especies invasoras y su control’, de la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas, Ipbes, publicado en 2023, señala que estas fueron identificadas como uno de los principales impulsores directos de la pérdida de biodiversidad en el mundo, y, por sí solas o junto a otros factores, han contribuido al 60 % de extinciones mundiales de animales y plantas.

Sin embargo, el problema continúa avanzando, especialmente por el desconocimiento que existe sobre sus verdaderos impactos.

Estos organismos “se establecen, reproducen y dispersan sin control, alterando los ecosistemas y desplazando a las especies nativas, reduciendo las poblaciones de animales y plantas en un área determinada”, explica María Alejandra Chaux, especialista senior del área de Recursos Naturales y Gobernanza de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, en Colombia.

A ello se suman las afectaciones en la economía, la salud y el bienestar de las comunidades, y en los servicios que provee la naturaleza, pues modifican la estructura y función de los ecosistemas, alterando las interacciones entre especies.

Asimismo, al competir por agua y alimento, afectan el desarrollo y reproducción de las especies nativas.

Algunas, como los peces venenosos en el Mediterráneo, pueden ser tóxicas para las personas, o causar restricciones en el comercio de productos, como madera o alimentos, debido a la presencia de plagas.

Con una alta tolerancia a condiciones extremas y madurez sexual temprana (en algunos casos), su “control y erradicación requiere grandes inversiones en investigación y gestión”, complementa la especialista de la FAO.

En Colombia se han identificado múltiples variedades, entre ellas el caracol africano (achatina fulica), que figura entre las cien especies más dañinas del mundo.

Este molusco suele transportar parásitos que contaminan el agua y su entorno, ocasionando, además, enfermedades a personas y animales.

En ambientes acuáticos se destacan la jaiba azul (charybdis halleri), el camarón del Indo-Pacífico (Penaeus monodon), el mejillón (electroma sp.), el pez león y el pez basa, los cuales generan impactos en la biodiversidad marina.

Entre los insectos figura la hormiga loca (Paratrechina fulva), que afecta la agricultura y, debido a que es un vector de parásitos, también amenaza la salud pública.

En cuanto a plantas clasificadas como invasoras se encuentran el retamo espinoso (ulex europaeus), cuyo crecimiento y composición favorecen la propagación de incendios.

También puede acidificar el suelo y alterar la dinámica de los nutrientes, lo que afecta el desarrollo de otras plantas.

Existen, además, un buen número de palmas introducidas con fines económicos, que han demostrado potencial de invasión, entre ellas la palma africana (Elaeis guineensis).

Conocido como jacinto de agua (eichhornia crassipes) o buchón, esta planta acuática reduce la calidad del agua, altera el hábitat y reduce la biodiversidad, obstruyendo igualmente las vías navegación, ya que se propaga por la superficie de los lagos.

Entre mitos y realidades

Las investigadoras del Instituto Humboldt, María Piedad Baptiste y Laura Nova, aclaran dudas y creencias que persisten sobre estos organismos.

La única vía de entrada de las especies invasoras es la introducción intencional humana: Falso. Aunque el 90 % de ellas sí son introducidas de manera intencional, los mecanismos por los cuales se trasladan de un lugar a otro son variados y también pueden ser involuntarios.

Por ejemplo, pueden ser llevadas en las aguas de lastre de los buques que hacen viajes interoceánicos; en la arena usada para la construcción o jardinería; estar incrustadas en las superficies de los barcos o ir inadvertidamente en buques de comercio internacional.

De igual forma, los vientos o corrientes marinas podrían introducirlas en un territorio.

Su manejo debe apostar siempre a la erradicación: Falso. Todo depende del estado de la invasión. Si todavía no se ha dispersado, hay que optar por erradicarla, pero si ya está establecida y dispersa, lo más adecuado es el control y mitigación. Además, en ecosistemas como los acuáticos, es difícil acceder e identificar los individuos.

Ante estas especies se debe aplicar el principio de precaución: Verdadero. Esto obliga al Estado y a las autoridades a tomar acciones para proteger la biodiversidad nativa.

Existen muchos enfoques para apoyar la gestión en todas las etapas del proceso de invasión biológica; pero lo mejor es la prevención temprana.

Existen casos sobre invasiones biológicas que forzaron la extinción de especies nativas: Verdadero. Los ecosistemas insulares, por su fragilidad, son especialmente vulnerables a la presencia de estos organismos invasores. Un ejemplo es el de los gatos ferales -animales originalmente domesticados que han retornado a la vida silvestre-, y han provocado la desaparición de diversas aves endémicas de las islas. Según la Ipbes, el 90 % de las extinciones globales confirmadas atribuidas principalmente a especies invasoras han ocurrido en islas.

Una especie trasplantada presenta los mismos riesgos de una invasora: Verdadero. Las especies trasplantadas son animales, plantas u otros organismos trasladados a una región diferente de su área de distribución natural, aunque permanezcan dentro del mismo país.

Debido a este desplazamiento, pueden comportarse de manera similar a las especies invasoras, afectando gravemente los ecosistemas locales.

Mientras una especie no sea declarada como invasora no genera efectos nocivos: Falso. La ausencia de evidencia o de una declaratoria no es un criterio para desconocer una especie como “potencialmente invasora” y para asegurar que no se esté reproduciendo y que ocasione daños. Según la Ipbes, en algunas especies la propagación es inmediata, pero otras tardan en multiplicarse tras su introducción, lo que significa que las amenazas que hoy se perciben pueden llevar a subestimar la magnitud de los efectos futuros.

Las especies ‘carismáticas’ son más difíciles de erradicar: Verdadero. En aquellas que generan una conexión emocional o económica con las personas, hay cierta resistencia social a su eliminación, debido a su popularidad y a la percepción de que forman parte de los sistemas de vida de la comunidad.

Esta relación emocional puede generar oposición a la erradicación, ya que muchos las consideran como elementos valiosos de su entorno y cultura.