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Úrsula Iguarán, la gran fundadora de Macondo

Como su creador, Úrsula Iguarán partió del mundo de los vivos un Jueves Santo. Antes de eso, no solo se encargó de fundar aquella aldea de veinte casas de barro y cañabrava, sino de soportar las locuras de su esposo José Arcadio y de sus hijos. Retrato de una mujer cuyo destino literario fue la soledad.

27 de abril de 2014 Por: Carmiña Navia Velasco*| Especial para GACETA

Como su creador, Úrsula Iguarán partió del mundo de los vivos un Jueves Santo. Antes de eso, no solo se encargó de fundar aquella aldea de veinte casas de barro y cañabrava, sino de soportar las locuras de su esposo José Arcadio y de sus hijos. Retrato de una mujer cuyo destino literario fue la soledad.

El narrador en ‘Cien Años de Soledad’ habla alguna vez del grupo de los fundadores de Macondo. También de las fundadoras. Realmente la fundadora de Macondo es Úrsula y ello de dos maneras muy concretas: el origen de la población se remonta al miedo de parir hijos con cola de cerdo que la lleva a resguardarse en su cinturón de castidad y que conduce a José Arcadio a matar a Prudencio Aguilar. Posteriormente, cuando una de las locuras de su esposo lo hace desvariar con el encuentro de otro sitio ideal para la refundación del pueblo, ella sabotea sus planes desanimando a las mujeres de seguir a sus hombres (en una secreta e implacable labor de hormiguita predispuso a las mujeres de la aldea contra la veleidad de sus hombres). Y, finalmente, en su decisión irrevocable de no ceder, le dice a José Arcadio: “si es necesario que yo me muera para que se queden aquí, me muero”.A lo largo de la novela se ve cómo Úrsula organiza, diseña y amplía no sólo su propia casa y su propia economía sino la vida toda del pueblo: en algunas ocasiones más desde el silencio y desde abajo y en otras directamente con el bastón de mando. Por eso Macondo se deshace, al igual que los pergaminos de Melquiades y al igual que la estirpe Buendía cuando ella, rondando los 120 años, no logra alargar más sus días y muere un Jueves Santo, como su creador lo hará 50 años después: “Amaneció muerta el jueves santo. La última vez que la habían ayudado a sacar la cuenta de su edad, por los tiempos de la compañía bananera, la había calculado entre los ciento quince y los ciento veintidós años”. Desde su lugar testimonial privilegiado esta protagonista diseña igualmente el acontecer novelístico.Columna vertebral.En una familia en la que los hombres, desde el fundador de la estirpe hasta el último de sus vástagos son dominados por la locura, el delirio, las fiebres de la imaginación… esta mujer se convierte en la columna vertebral de la vida que transcurre por Macondo. Ella triunfa en muchas lides, pero no logra nunca que su marido o sus hijos o nietos asuman sus destinos o el destino familiar con una pizca mínima de contacto con la realidad y sus exigencias. Úrsula no sólo es fundadora, es quien gobierna de verdad en el pueblo. Su autoridad moral no es discutida y termina por ser aceptada por todos. Veamos algunos ejes por los que transita su poder:En lo económico. “Ayudada por Santa Sofía de la Piedad había dado un nuevo impulso a su industria de repostería, y no sólo recuperó en pocos años la fortuna que su hijo se gastó en la guerra, sino que volvió a atiborrar de oro puro los calabazos enterrados en el dormitorio”. Primero por herencias, luego por trabajadora y siempre por su buena administración, la familia Buendía vivió del dinero de Úrsula, quien muchas veces se vio en la tesitura de defender las arcas familiares de las empresas locas de los macondianos.En lo político.“A partir de entonces fue ella quien mandó en el pueblo. Restableció la misa dominical, suspendió el uso de los brazales rojos y descalificó los bandos arbitrarios. Pero a despecho de su fortaleza, siguió llorando la desdicha de su destino”. Aunque ante los abusos de Arcadio, su madre adoptiva se impone para intentar enderezar las cosas, no sólo en esta ocasión es su sentido común el que lidera y orienta el pueblo. Sus intervenciones son definitivas en varias ocasiones: para acoger a la familia Moscote, para cambiar el oficio de los soldados de guardaespaldas a sirvientes, para evitar los enfrentamientos a muerte entre liberales y conservadores, para lograr poner en su justa medida los mandatos o las prédicas del cura. El bien común.El grupo de mujeres de Macondo es un grupo que logra que la vida florezca en medio de diluvios, de desiertos, de bandos de guerra y juicios arbitrarios… todo ello bajo la batuta de esta mujer bajita que trabaja como una hormiga, la mayor parte de las veces detrás de bambalinas, aunque cuando se hace necesario que esa autoridad salga a luz pública su portadora no tiene inconveniente en proclamarla. Mientras los hombres de su familia, Arcadio y Aureliano entre otros, se engolosinan con el poder y abusan hasta de sí mismos, las intervenciones de Úrsula nos dejan ver otro modelo: ella manda para organizar el bien común y cuando todo está marchando para ese bien, dedica sus fuerzas y sus energías a otra labor que lo requiera.Autoridad al servicio de la justicia.“Úrsula no solo lo hizo, sino que llevó a declarar a todas las madres de los oficiales revolucionarios que vivían en Macondo. Una por una, las viejas fundadoras del pueblo, varias de las cuales habían participado en la temeraria travesía de la sierra, exaltaron las virtudes del general Moncada. Úrsula fue la última en el desfile. Su dignidad luctuosa, el peso de su nombre, la convincente vehemencia de su declaración hicieron vacilar por un momento el equilibrio de la justicia”.En lo religioso y moral.Aunque respalda al cura, no tiene inconveniente en oponérsele cuando cree que no tiene la razón: ante el suicido de Pietro Crespi y la negativa del párroco a enterrarlo en cementerio católico, ella le dice que de alguna manera el suicida era un santo y será enterrado con todos los honores. Igualmente se plantea dudas de carácter moral ante la posibilidad de que el novio de Rebeca traslade sus amores y atenciones a Amaranta, pero las resuelve ella en su corazón, en su interior sin consultarlo a nadie más.Es así como en Úrsula nos encontramos con una de las protagonistas más contundentes y mejor elaboradas de la literatura colombiana. Crece y decrece no sólo con los años, sino sobre todo con los desafíos que le llegan en cada amanecer y en cada cambio de rumbo de los hombres del pueblo y de la patria. Ante ella, nos encontramos con una mirada narrativa que no focaliza su interior y que sólo por momentos muy rápidos se refiere a sus pensamientos más íntimos, sin que ello sea óbice para percibir que estamos ante una mujer de honduras insondables. El momento en que más nos asomamos a esas honduras es cuando ella, cuidando a su hombre —como lo hace siempre— decide que no le va a contar desdichas familiares sino que le disfrazará la realidad para que a él le llegue más hermosa. Igualmente comprendemos la significación mitológica en este personaje, cuando la sangre de su hijo José Arcadio atraviesa el pueblo entero y salta toda suerte de obstáculos para buscarla y anunciarle que su hijo mayor ha dejado de existir. En 1982, recién concedido el premio Nobel, García Márquez, en entrevista con la televisión española, dice que el motivo fundamental por el que escribe es para entender la soledad. Úrsula, pues, es una mujer profundamente sola. Su itinerario vital, sus inquietudes, pasiones, expectativas y deseos no los comparte con nadie: su marido enloquece muy pronto, sus hijos nacen lejos, sus hijas son de otra compostura, no tiene amigas. Hay algunos generales y Pietro Crespi que se acercan bastante a su corazón, pero ella no logra superar esa soledad que según su creador llevamos todos los humanos adentro.En esta protagonista se juntan la imaginación desbordante del autor y su gran sentido literario. Con esta combinación logra entregarnos una matrona que recoge tradiciones colombianas sobre cómo ser mujer en una sociedad tantas veces descabalada y en la que los hombres (en procesos muy bien estudiados por Virginia Gutiérrez de Pineda) viven la itinerancia de territorios, amores, familias… como su destino más propio.Úrsula hace ya tiempos habita, como su creador, el panteón de los clásicos a los que siempre se regresa cuando se vive el mundo literario.

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