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Un viaje por los mares de Maqroll, el gaviero

El escritor Álvaro Mutis celebró, el pasado 25 de agosto, 90 años de vida y la certeza de que Maqroll, el gaviero, gran protagonista de su poesía y de su prosa, es uno de los personajes cardinales de la literatura de Hispanoamérica. GACETA emprende un recorrido por las claves de esta figura literaria y su infinita capacidad de sobreponerse a la adversidad.

29 de agosto de 2013 Por: Lucy Lorena Libreros / Reportera de El País

El escritor Álvaro Mutis celebró, el pasado 25 de agosto, 90 años de vida y la certeza de que Maqroll, el gaviero, gran protagonista de su poesía y de su prosa, es uno de los personajes cardinales de la literatura de Hispanoamérica. GACETA emprende un recorrido por las claves de esta figura literaria y su infinita capacidad de sobreponerse a la adversidad.

A Maqroll como a Álvaro Mutis le gusta a menudo enfadarse con la vida: ambos están seguros de que habitan un planeta que no se corresponde con el de sus sueños; es un planeta que ha quedado mal hecho.Maqroll, como Álvaro Mutis, ha vivido el exilio, la cárcel y el amor y el desamor a manos llenas. Ambos han viajado lo mismo por el trópico que por las ciudades elegantes del viejo continente. Lo mismo Tolima que Bruselas. El de ambos, lo saben bien los devotos lectores que han seguido sus aventuras a lo largo de las páginas de siete novelas, ha sido un mundo disgregado en dos orillas. Hablar pues de ‘Maqroll, el gaviero’ es hablar de Álvaro Mutis Jaramillo; no en el sentido obvio de un autor talentoso y profundo que engendra a un personaje y lo cría para luego dejarlo para siempre a merced de la literatura. El viejo marinero que es Maqroll, cuyo oficio consiste en otear desde la gavía el horizonte lejano del océano, ha abrevado lo que es (porque aún sigue vivo) de lo mejor y lo peor de su creador. El escritor colombiano, que justo el pasado domingo —25 de agosto— celebra 90 años de vida, tropezó con ese viejo trashumante en los caminos difíciles y exigentes que emprendió por la poesía, por allá en los años 50, y éste se fue desdoblando con el pasar del tiempo hasta convertirse en algo cercano a su álter ego. En su conciencia.‘Marqroll, el gaviero’ no ha hecho nada distinto que narrarnos —con el recato que permite la tercera persona— “las obsesiones, la pesadumbre existencial, el sentimiento de pérdida, la caída y en cierta forma una visión algo desencantada de la vida que ha tenido su creador”, como lo cree Álvaro Castaño. Hoy, más de 60 años más tarde de su primera aparición, en la literatura hispanoamericana Maqroll, el gaviero no solo es una de sus figuras cardinales, uno de sus sellos, como lo ha sido el Macondo de Gabo, el Comala de Rulfo o el Santa María de Onetti. Es mucho más complejo que eso: es una criatura que ha emergido de lo más profundo de Álvaro Mutis.****La génesis de ese parto literario lo conoce con precisión Álvaro Castaño Castiño, gestor cultural, director de la HJCK y amigo personal de Mutis durante casi medio siglo. Castaño nos recuerda que, como muchas otras cosas que suceden en la vida, el punto de partida de la obra de Mutis es su infancia, marcada abruptamente por la muerte. La niñez del novelista y poeta “transcurrió entre una finca del Tolima, vestida de cafetales, cañaduzales, trapiches y guaduales y una vida de lujos en Bélgica, a donde su familia se trasladó después de que a Santiago Mutis Dávila, su padre, lo nombraran en 1925 ministro consejero de la legación en Bruselas”, cuenta Castaño. El pequeño Mutis, nacido en Bogotá, contaba con apenas 2 años. Vivió en Europa hasta los 9, cuando don Santiago falleció prematuramente a la edad de Cristo. Tras el golpe familiar, la madre del escritor, Carolina Jaramillo, decide regresar a Colombia, a la tierra de la nostalgia. Y esa nostalgia era la finca Coello, que hasta entonces solo era visitada durante las vacaciones por el niñito Álvaro y su hermano Leopoldo, quienes solían bañarse en las aguas de los ríos Coello y Cocora y jugar en los socavones de minas abandonadas que alguna vez construyera el abuelo Jerónimo Jaramillo Uribe, uno de los fundadores de Armenia y de grandes haciendas del Eje Cafetero.Atrás, con la muerte de su padre, —le reconoció a Álvaro Castaño el propio autor— quedaban los mejores recuerdos de ese diplomático “del que heredó para siempre el gusto por la tertulia, la buena mesa y los buenos libros”.Maqroll, asegura Castaño, nace entre esas dos orillas. América y Europa. Y nace viejo. Tal vez porque, como lo reconoce el poeta y periodista Juan Gustavo Cobo Borda, Mutis consideró que las aventuras del gaviero no podía asociarlas a la imagen de un hombre joven. “Maqroll nace viejo y lleno de achaques; nace trashumante y desencantado. Con más capacidad para evocar las experiencias duras del pasado que los instantes de felicidad que ha vivido y para dejar inconclusas todas las empresas que emprende con el sueño de alcanzar unas nuevas”.***Así, escurridizo entre las grandes metrópolis y la provincia, y siempre con una sorprendente capacidad de sopreponerse a la adversidad, lo hemos visto —leído— a lo largo de siete novelas, que en los años 90 fueron editadas en la compilación ‘Empresas y tribulaciones de Maqroll el Gaviero’. Su primera aparición se dio, sin embargo, en la poesía, en los versos de ‘Oración de Maqroll’, incluidos en el libro ‘Los elementos del desastre’, que vio la luz en 1953, cuando Mutis estaba más inquieto por su buen desempeaño como relacionista público de grandes multinacionales que por sus buenos oficios como narrador. Y se impuso definitivamente como personaje en la memoria de miles de lectores en ‘Suma de Maqroll, el gaviero’, de 1973. Desde entonces, la errancia de Maqroll por la poesía y la novela ha sido tan extensa como los mismos mares que ha surcado en sus aventuras. A mediados de los 80 arrancó a escribir su saga novelesca inspirada en este personaje. En fila india fueron apareciendo ‘La nieve del almirante’, de 1986, en la que aún se advierte su vacilación entre prosa y poesía; ‘Ilona llega con la lluvia’ (1987), que nos revela a uno de los grandes amores del gaviero; ‘La última escala del Tramp Steamer’ (1988), otra gran historia de amor; ‘Un bel morir’ (1989), páginas en las que inesperadamente muere el navegante; ‘Amirbar’ (1990), relato erótico; ‘Abdul Bashur, soñador de navíos’ (1991), gran retrato de un cómplice de Maqroll; y ‘Tríptico de amar y tierra’ (1993), tres de las mejores aventuras del marinero.Ese salto a los terrenos de la prosa fue recibido en su momento con recelo por parte de los lectores que lo seguían desde que publicaba sus versos en El Espectador y por el círculo literario de la Colombia de entonces. “Muchos creían que ‘Maqroll, el gaviero’ le pertenecía a la poesía, que no era necesario llevarlo a otros espacios narrativos”, cuenta el poeta Luis FernandoAfanador. Álvaro Castaño se aventura a explicar que Mutis es, ante todo, “un poeta de culto cuyos poemas, como la biblioteca de bolsillo que carga el Gaviero, nos acompañan a lo largo de vidas enteras y regresan a nosotros fieles y enigmáticos, en horas distintas de días diferentes, en tiempos de paz y en tiempos de guerra”. Es que, de la mano de Mutis, el viejo marinero nos ha llevado por el páramo, por el océano, por el desierto, los puertos y por ríos en calma y otros de temperamento sanguíneo. Nos ha hecho casi padecer las plagas, la fiebre, el delirio, la malaria, la locura. Ese Maqroll nos ha hecho conocer la selva en busca de enigmáticos aserraderos lo mismo que hospedarnos en una extraña habitación suspendida sobre las aguas de un gran río.Todos estos, episodios en los que el gaviero se enfrenta siempre, casi sin proponérselo, a la intransigencia de la muerte, lo mismo que “a la subversión de las costumbres y a una defensa de la libertad que lo convierte en un autoexiliado del paraíso de seguridad y confort anhelado por los hombres”, tal como lo asegura, vía e-mail, la escritora y activista mexicana Elena Poniatowska.Para el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez, ganador entre otros reconocimientos del Premio Alfaguara de Novela, el Mutis que hoy celebra 90 años de vida logró a través de Maqroll entrar en contacto con los capitanes introspectivos de Conrad, los viajeros pecadores de Salgari, los locuaces marirenos de Melville y el universo absurdo de Kafka”.Castaño, por su parte, se fija especialmente en lo que llama “el rescate” emprendido por el autor colombiano de su origen y de su patria. Un rasgo que comenzó a hacerse evidente muy pronto, con apenas 19 años, cuando escribió su primer poema, ‘La creciente’, en la que celebra, desde la literatura, la incontrolable naturaleza de las aguas del río Coello donde pasó buena parte de su infancia: “Todo llega a la tierra caliente empujado por las aguas del río que sigue creciendo: la alegría de los carboneros, el humo de los alambiques, la canción de las tierras altas, la niebla que exorna los caminos, el vaho que despiden los bueyes, la plena, rosada y prometedora ubre de las vacas”. ****La abultada obra de Álvaro Mutis le ha hecho merecedor, entre otros reconocimientos, del Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 1997, el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana en 1997 y el Premio Cervantes en 2001.Galardones extraños en la hoja de vida de un hombre que dedicó muchísimos años a oficios bastante alejados de la vida de un escritor.Mutis prestó su voz al doblaje de películas y fue relacionista público de Standard Oil, Columbia Pictures y Esso. Sería esta última compañía la que lo denunciaría por malversación de fondos, delito que lo llevó al exilio y lo envió, durante 15 meses, a la cárcel de  Lecumberri, conocida como ‘El palacio negro’. Como testigo de esos años quedaría ‘Diario de Lecumberri’. El padre de Maqroll nunca siquiera se graduó de bachiller: la poesía y el billar se hicieron más fuertes cuando pretendió alcanzar el título en Colombia. En ese propósito no ayudó siquiera que recibiera cátedra del mismísimo poeta Eduardo Carranza, uno de los ángeles tutelares de la literatura de la generación Mutis. Para la autora Elena Poniatowska, quien ha conocido de cerca la vida de Álvaro Mutis, desde que el autor llegara exiliado en 1956 a este país centroamericano, huyendo precisamente de una orden de captura que tenía por aquella denuncia de fraude económico, “lo más sobresaliente en la obra del escritor colombiano es que no se conformó con entregarnos una simple saga de aventuras; eso hasta habría sido fácil. Lo que nos entregó, a cambio, fue un Maqroll cargado de visiones profundas sobre la historia y el devenir humano. Sin ese elemento, Mutis pasaría simplemente por un escritor de maravillosas aventuras exóticas”. En varias entrevistas, Mutis no ha escapado al orgullo que le despierta ese viejo trashumante que le regaló a las letras hispanoamericanas. Sin embargo, cree poco en lo que ya parece una certeza para sus devotos lectores: que hablar de Mutis es hablar de ‘Maqrol, el gaviero’. “Nunca he pensado que yo estuviese hablando por boca de Maqroll. Maqroll, siempre ha sido otro que habla. Es inútil negar que tiene mucho de mí, pero cuanto más vive y cuantos más libros salen sobre él, más es Maqroll él mismo”, ha dicho Mutis.Ahí, por fortuna, para quedar a salvo de cualquier duda, están sus libros. Su poesía, sus novelas. En todos ellos habla el marinero. Solo es necesario estar dispuesto a abrir sus páginas para que el viejo gaviero nos narre sus historias.

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