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Sale a la venta la novela gráfica de García Márquez: Gabo fue convertido en cómic

¿Podía contarse la vida de Gabo después de varias biografías voluminosas? Un grupo de editores independientes apostaron a que podían hacerlo y ganaron: la novela gráfica ‘Gabo, memorias de una vida mágica’ es una de las gratas noticias editoriales de este año.

19 de marzo de 2013 Por: Lucy Lorena Libreros? Periodista Gaceta

¿Podía contarse la vida de Gabo después de varias biografías voluminosas? Un grupo de editores independientes apostaron a que podían hacerlo y ganaron: la novela gráfica ‘Gabo, memorias de una vida mágica’ es una de las gratas noticias editoriales de este año.

No salió disparado en una cápsula desde el planeta Criptón. No terminó dotado de poderes sobrenaturales después de ser mordido por una araña radioactiva. Tampoco fue un científico que estuvo expuesto a una radiación nuclear que convirtió su mal carácter en fuerza bruta para combatir el mal.Este súper héroe del que vamos a hablar en estas líneas se sale en realidad del origen que acompaña cualquier historia célebre. Supermán, el Hombre Araña, Hulk o uno de esos cómics con potestad desmesurada para triunfar sobre el mal que a usted se le venga a la cabeza. Pero su poder, ya lo vamos a ver, tiene méritos sobrados: torció el destino e hizo del infortunio de haber nacido en un hogar y un pueblo modestos —entiéndase atrasados— la dicha de ser la leyenda viva más grande de las letras hispanoamericanas.Ya sabe de quién le hablo: de Gabo, del hijo de Gabriel Eligio, el telegrafista; del nieto de Tranquilina Iguarán y de Nicolás Márquez. El hombre de rizos caribes que, en una madrugada de 1982, despertó a los colombianos con la noticia jubilosa de que se había quedado con el Nobel de Literatura. El primero. El único hasta hoy.John Naranjo, un editor bogotano de 40 años, cree por eso mismo que Gabo es el súper héroe colombiano. El nuestro. Que no es necesario mirar con envidia a tantos héroes que nos han colonizado. “En un país que venera por error a los políticos corruptos y a los mafiosos, García Márquez es en realidad un verdadero héroe: suspoderes fueron la disciplina, el trabajo, la entrega. Pensemos solamente que tiene un origen humilde, pero que a punta de pasión y talento se convirtió en uno de los autores vivos más importantes del mundo. Gabo es la epopeya de un chico pobre y periférico que se convierte en mito literario”.Y eso era así de contundente, a Gabo había que hacerle un libro. Uno más, sí. Pero esta vez en un formato y un género poco explorados en Colombia: la novela gráfica. John Naranjo, pues, fue el gestor de esa idea. Lo hizo a través de su joven editorial, Rey+Naranjo, fundada hace solo tres años. Y esa novela es una de las gratas sorpresas de este 2013 en el panorama nacional del libro: ‘Gabo, memorias de una vida mágica’.Así nació la novelaLa publicación vio la luz en el pasado Hay Festival de Cartagena. La presentó el escritor colombiano Ricardo Silva Romero. Jorge Herralde, el afamado editor español también conoció la publicación; Rey+Naranjo logró que el fundador de Anagrama, cuyo olfato para los grandes libros ya se acerca al medio siglo, se sorprendiera ante esta propuesta de 184 páginas, contada bellamente con todos los recursos visuales y cinematográficos que ofrece el cómic.Porque, ¿era en realidad posible contar la vida de Gabriel García Márquez de una manera distinta? ¿Posible después de una biografía voluminosa como la de Gerald Martin o de antología como la de Dasso Saldívar? John Naranjo y su equipo apostaron a que podían hacerlo y ganaron: Gabo fue llevado al cómic.Esta novela gráfica convierte en imágenes escenas memorables de la vida del hijo ilustre de Aracataca. Comienza contándonos el día en que García Márquez, camino a Acapulco con su esposa y sus pequeños hijos en un auto modelo 62, vive en su mente la revelación luminosa del primer párrafo que cambiaría para siempre su vida de narrador: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.Nos lleva al día en que Gabo conoce a Mercedes Barcha, la mujer que ha sido fundamental en su obra y su oficio. Los días de frío en el Liceo de Zipaquirá, los de búsqueda en Barranquilla y Cartagena mientras se hacía periodista; los de hambre y necesidad en París, cuando debía hurgar en la basura para hallar botellas de plástico que pudiera vender mientras transitaba, sin querer, el largo camino que lo dejaría a orillas del Boom. Los de encierro en México, cuando paría su novela cardinal, y los de gloria en la Academia Sueca cuando recibió a ritmo de cumbia, porros y vallenato, el Premio Nobel de Literatura.“Lo que hicimos —explica John Naranjo— fue buscar, a través de su propia obra literaria, las pistas de su vida misma. ‘Cien años de soledad’ no es otra cosa que sus años de infancia; ‘El amor en los tiempos del cólera’, la tormentosa historia de amor de sus papás; ‘Crónica de una muerte anunciada’, una de las tantas historias que le contara su abuelo; ‘Los funerales de la Mama Grande’, un homenaje a su abuela. Nos apoyamos en su obra para contar su vida y por eso en esta novela gráfica hay páginas en las que Gabo interactúa con algunos personajes suyos como Remedios, la bella y Aureliano Buendía”.Se trataba —agrega el editor— “de mostrar los episodios de Gabo que fueron determinantes para que se convirtiera a la postre en el mito de las letras que es hoy, los que iluminaron su estilo y su mundo fantástico que después sería bautizado como realismo mágico. Alguien nos preguntó por qué, por ejemplo, no mostramos vivencias como el golpe que recibió de Vargas Llosa. Pero no era el cotilleo, ni los chismes lo que nos interesaba. Apelando a una frase de Nabokov, lo importante al contar la vida de un escritor no es contar sus episodios sino su estilo”.Lo confirma el escritor Óscar Pantoja, con larga trayectoria en el lenguaje audiovisual y autor del guión que permitió que tres ilustradores —Tatiana Córdoba, Julián Naranjo y Felipe Camargo— dieran luego vida al libro con una misma unidad gráfica.“Como parte de la investigación que se hizo nos dimos cuenta, por ejemplo, que una de las cosas que más disfrutaba Gabo era manejar pues le permitía refrescar sus ideas. Así que si la idea original de ‘Cien años de soledad’ nació mientras conducía camino a Acapulco, esa escena debía ser contada. De hecho, es la primera de esta novela y el punto de partida para contar su vida antes y después de ese momento”.Para el periodista vallecaucano Fernando Gómez, gran lector de novela gráfica, el encanto de esta publicación está precisamente en que “permite ver, sin que estemos hablando de una película, algo que solo nos habían contado con palabras: la magia y el encanto de cómo nació ‘Cien años de soledad’. Sospecho que Supermán puede sentirse celoso, pues es la clase de libro que logra que un niño quiera convertirse en novelista cuando sea grande”.¿Que los cómics no son un bien de interés cultural?No resultó fácil en todo caso poner de acuerdo la aparición de este libro con el ambiente editorial de Colombia, que dista kilómetros del que se respira en Argentina, Brasil y México, países donde la novela gráfica es un género tan consolidado que ya tiene autores de culto y gente dedicada a la crítica especializada.¿Qué pasaba en estos lados mientras tanto? Hasta hace unos pocos meses, la Ley del Libro en Colombia —que data de 1973— no consideraba géneros como el cómic y la novela gráfica como bienes de interés cultural, tal como lo recuerda la artista gráfica colombiana Paola Gaviria, que se ha hecho conocer en este medio como ‘Power Paola’.Y eso no suena grave hasta que ella misma te explica que esa consideración, consignada en un corto parágrafo, permitía —palabras más palabras menos— que publicaciones de este tipo fueran gravadas con IVA.Claro, detrás de ese gravamen venía una larga cadena: era más caro producir, editar y comercializar ese tipo de libros. Qué grave. Ya es leyenda negra no solo que en este país un colombiano promedio lee un libro y medio por año sino que compramos los libros más caros de todo el continente.Entonces a John Naranjo y a su gente les tocó liderar la tarea de abrirles los ojos a los congresistas. ¿Que los cómics no son un bien de interés cultural? ¿Acaso ninguno de ellos creció leyendo a Tintín, a Tarzán, a Kalimán, a El Santo o a Memín? ¿Acaso ninguno, como miles de colombianos, no fue alguno de esos niños que aguardaban a que su mamá llegara a casa con el ejemplar de esa historieta que siempre terminaba con el indeseable Continuará...?Después de una larga batalla, a Jhon Naranjo y a su gente les dieron la razón: el parágrafo se tumbó. Gabo, sin siquiera sospecharlo, fue el responsable de lograr que el cómic y la novela gráfica se asumieran como lo que son en realidad: una forma de arte.“Es que en materia de cómic, Colombia había estado rezagada”, ha faltado más alfabetización sobre los verdaderos alcances de este género que, en últimas, por su lenguaje, es un derivado del cine. De eso se queja el escritor Juan Carlos Garay, consumidor asiduo de cómics e historietas desde niño.Película de bolsilloGaray define la novela gráfica como la “literatura de la imagen” y una expresión evolucionada de esos géneros que siempre se creyeron ‘underground’ o de contracultura, cuyas expresiones más comerciales han nacido en las historietas de la prensa gringa y en la manga japonesa.Y, en el mejor de los casos, pensada solo para niños. Mirada errónea, hay que decirlo. “El cómic ha sido, por un lado, la puerta de entrada al universo de la literatura para muchas generaciones, cuya primera experiencia como lectores se dio a partir de este tipo de publicaciones. En mi caso era como tener una película de bolsillo”.Por otro lado, reflexiona Garay, “no es cierto que sea un género pensado para niños, pues grandes de la literatura como Paul Auster se han arriesgado con la novela gráfica y nos han entregado piezas de gran factura literaria como Ciudad de Cristal. En Colombia se hace poca difusión de este tipo de obras, así que la mayoría de gente cree que la expresión más elevada del cómic se llama Condorito”.Lo más delicado es que esa “mirada errónea” terminó “colándose en una Ley que por años impidió que el cómic y las historietas llegaran masivamente al país. Y eso pasaba mientras en países cercanos al nuestro como Argentina se desarrollaba el cómic y se entendía su importancia como una expresión del arte”.Ese fue el panorama al que se enfrentó el proyecto de hacer de la vida de Gabriel García Márquez una novela gráfica. Por eso, John Naranjo cuenta con orgullo que lo mejor de esta experiencia editorial fue que ‘Gabo, memorias de una vida mágica’ despejó el camino para que en adelante se siga explorando el género en Colombia.De eso está seguro también Felipe Ossa, lector de cómics desde los 5 años y director de la Librería Nacional, la más grande del país. “Junto a la literatura para niños, la novela gráfica es uno de los géneros que más está creciendo en el mercado editorial. La novela gráfica de Gabo se sale de lo convencional y marca un hito dentro de la novela gráfica colombiana”.Después de una larga “hibernación de 40 años” en materia de cómics en nuestro país, “en la que nos obligaron a creer que solo existían los súper héroes americanos y Condorito”, John Naranjo cree que la novela gráfica de Gabo “nos pone a la delantera del género. Es la primera vez que se aprovecha para hacer biografía. Este proyecto pone a Colombia en la escena del cómic mundial”.Lo cree también Miguel Bustos, uno de los ilustradores del libro: “Lo que hicimos fue aprovechar dos lenguajes que son universales: el cómic y la obra de García Márquez”.Lo hicieron, apostaron y ganaron todos. Gabo, que gracias a esta novela encontró una manera de seducir a esas nuevas generaciones que veneran la imagen. La industria editorial, que no vive precisamente sus mejores días. Y Rey+Naranjo, que convirtió al niño tímido y pobre de Aracataca en el nuevo súper héroe nacional.

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