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Perfil: Cheo Feliciano, un sonero en clave de salsa

En septiembre del 2009, la periodista de El País Alda Mera hizo un extenso perfil sobre el maestro Cheo Feliciano, invitado en ese entonces para cerrar el IV Festival Mundial de Salsa. Retrato.

18 de abril de 2014 Por: Alda Mera | Reportera de El País

En septiembre del 2009, la periodista de El País Alda Mera hizo un extenso perfil sobre el maestro Cheo Feliciano, invitado en ese entonces para cerrar el IV Festival Mundial de Salsa. Retrato.

Cuando Tito Rodríguez le pasó el micrófono ante el público del Palladium de Nueva York, en 1955, nadie calculó que le estaba entregando la posta del éxito. Hasta esa noche, José Luis Feliciano Vega había sido sólo el cargamaletas de quien era su ídolo y se daba por bien servido que ya lo dejaran ser uno de sus percusionistas. Pero esa voz profunda y romántica lo sacó de atrás del escenario y lo puso de frente al público que lo aplaudía y le pedía otra. Entonces tuvo que echar mano del repertorio que heredó de Crescencio, un humilde carpintero de Ponce que caminaba dos millas a diario hasta su trabajo con una caja de herramientas de 70 libras al hombro, y cansado de pulir la madera todo el día, volvía a casa otra vez a pie.Y de su madre Prudencia, que a los 14 años puso a Cheo a estudiar en la Escuela Libre de Música Juan Morel Campos. No eran cantantes, pero todos los domingos Crescencio le decía a su esposa que fuera a descansar a su habitación mientras él cocinaba ese día y empezaba a cantar una estrofa en la cocina y ella le respondía con la otra estrofa desde la habitación.Con ese ritual dominical creció Cheo, hasta que tuvo 17 años, cuando su familia se fue a Nueva York a probar fortuna. A los 18 años aprendió a tocar las congas con Francisco ‘Kako’ Bastar. Pero fue el propio Tito Rodríguez el que se lo recomendó en 1957 ante Gilberto Calderón, más conocido como Joe Cuba.‘Mira, por ahí hay un Cheo que canta chévere’ le dijo, y pasó la prueba de fuego que lo llevó a una década de gloria con el sexteto que cambió el sonido y el ritmo de la salsa para siempre cuando le incluyó el vibráfono. De esa época datan los éxitos ‘El Ratón’ y ‘El pito’ (I’ll never go back to Georgia), entre los de 17 discos que grabó con ellos. Dos semanas después de estar en el sexteto de Joe, Cheo se casó con Socorro Prieto León, llamada cariñosamente ‘Cocó’, y madre de sus cinco hijos.“Pero llegó el momento de buscar mi destino, no quería ser sólo el cantante de ellos, quería ser Cheo, Cheo –dice– y las orquestas que fueron mis ídolos, Machito, Puentes y Rodríguez, me acompañaron como solista más adelante”, recuerda el boricua nacido en Ponce, con una salud envidiable a sus 74 años (3 de julio de 1935), a pesar de su condición de ex adicto y de ser fumador de hasta cajetilla y media diaria de cigarrillo por más de 50 años.El lado oscuroEn los años 60, cuando Cheo tocaba lo más alto de la gloria del espectáculo como voz cantante del sexteto de Joe Cuba, cayó al punto más bajo en su vida por la adicción. “Viví en la ciudad más brutal del mundo. El que vive en Nueva York queda graduado para vivir en cualquier parte del mundo. Inmigrantes del mundo entero vamos buscando progreso, pero la vida ahí es dura y muy joven estuve muy expuesto a las drogas. Si en esa época alguien que hubiese vivido esa experiencia me lo hubiese contado, jamás habría caído en la adicción”, confiesa hoy.“Fueron muchos los que cayeron en ella –continúa–; unos murieron, otros fueron a la cárcel y otros sobrevivieron, incluido yo, pero después de tantos años de ese sufrimiento que me impuse –no puedo culpar a nadie–, decidí cambiar mi vida porque les estaba haciendo daño a mis papás, a mi mujer, a mis hijitos, a mi carrera hasta que un día dije: ‘lo único es quitarme la vida ahora mismo o cambiarla’. Pero decidí que no quería morirme porque tenía muchos compromisos. Me alejé de mi familia, de mi música, de mis amigos y me fui a Puerto Rico. Me interné tres años y tuve la dicha de unirme a un grupo de ex adictos en rehabilitación, sin otra fórmula que el deseo de cambiar y de ayudarse el uno al otro. Fuimos creando una filosofía y ese grupo de quince o veinte personas, se convirtió en la institución más importante en la lucha contra la adicción: los hogares Crea Internacional. Hoy están en muchos países y sólo en Puerto Rico hay 78”, dice. Así tuvo un regreso triunfal en 1973 con temas escritos por el legendario maestro boricua Tito Curet Alonso, como ‘Anacaona’ y ‘Sobre una tumba humilde’ que llevaron su carrera como solista al éxito.Éxito que le ha dado muchos premios, todos importantes y a veces “inmerecidos” para él: desde el libro ‘La nostalgia del melómano’, del crítico de música Juan Carlos Garay, con base en Cheo y su éxito ‘El ratón’. Hasta el Grammy ‘A toda una vida’, “premio que no fue por una canción, sino por el logro de toda mi carrera”, dice. El artista celebró sus 50 años de vida artística en Venezuela y Panamá, y acaba de celebrar los 52 años en Nueva York; próximamente lo hará en Puerto Rico y “espero celebrar los que sean en Cali”. Tierra donde ha cosechado mucha semilla porque tienen amigos que lo llaman en fechas especiales, cumpleaños, aniversarios o sólo para estar en contacto con él.De hecho, se siente honrado de ser el artista invitado para el concierto de clausura del IV Festival Mundial de Salsa hoy en la Plaza de Toros. Y feliz de volver el 3 de octubre a Buenaventura, una ciudad donde no va hace mucho tiempo, pero de la que recuerda “su dulzura y su negrura, tanto calor, tanto amor y algo inolvidable: la llegada y la salida al Puerto porque la ruta es impactante corriendo en la noche por esos riscos y esas curvas, pero disfruté mucho con esa comunidad negra”.El cantante que siempre saluda con un ‘Cómo están familia’ y se despide con un ‘Nos vemos familia’, expresiones heredadas de su papá, dice que este es un humilde homenaje a ese padre que el pasado 28 de abril cumplió 100 años. “Mi madre murió hace cinco años, a la edad de 97 años, por lo cual creo que mi hermano y yo tenemos unos genes muy longevos”. Lo cual ha despertado que su esposa ‘Cocó’ ya le pregunta: ¿Cómo así que yo te tengo que aguantar 40 años más?De África con amorCheo Feliciano fue contemporáneo de muchas estrellas de la salsa. Y en ese compartir fue testigo de muchas vivencias de estos artistas. Como la guerra amistosa entre Tito Rodríguez y Tito Puente, creada por un empresario que una vez los presentó en un salón así: ‘Esta noche, la guerra de los Titos: quién es el mejor’. Eso los obligaba a superarse y autoproclamar ‘yo soy el mejor’. “Eso perduró hasta la muerte, pero apenas ahora me enteré que el percusionista favorito de Tito Rodríguez era Tito Puente y que el cantante favorito de Tito Puente era Tito Rodríguez.Lo supo por los músicos, a quienes se extendía la guerra. “El único que hacía la unión era yo porque trabajaba con todos y así recibí su apoyo”, dice.Cheo recuerda que Tito Rodríguez nunca había ido a cantar a Panamá y se dio la oportunidad de ir a unos carnavales en 1973. El evento fue anunciado como el concierto de ‘Tito Rodríguez y su orquesta y su discípulo Cheo Feliciano y su sexteto’. “Había una euforia y gran expectativa por este show, para el que llegué tres días antes, pero un día antes mi esposa ‘Cocó’ me llamó y me dijo: ‘Tito se murió’”.Así que Tito nunca llegó a Panamá y el Cheo dice que quien diseñó el poster quizá vio el futuro porque pintó a Tito con un aura, como un arcoiris a su alrededor. En su reemplazo fue Roberto Roena y su Apollosound, “pero fue un carnaval muy triste, había ese sentimiento y se hizo todo, pero en homenaje de Tito”, evoca.Otra experiencia impactante la vivió en Condoto, Chocó. “Un día antes había pasado una tormenta, el río se desbordó, se llevó todo y destrozó las calles, pero en medio de eso la gente me recibió con el mismo espíritu, alegre, cariñoso, las mismas atenciones. Fueron maravillosos”.¿Conciertos memorables? Son tantos... “Recuerdo que una vez nos presentamos en el Manhattan Center de Nueva York, un sitio de dos pisos de baile donde estaban las grandes orquestas de Machito Rodríguez, Tito Puente, Rafael Cortijo, Javier Cugat con sus 40 chiguaguas y sus 40 músicos, entre otros, y para cerrar la noche nos eligen a nosotros, que éramos apenas un sexteto. Esas orquesta llenaban esos escenario y nosotros seis parecíamos unas mosquitas en un vaso de leche. Pero cuando arrancó, el Manhattan Center vibró: todos los del segundo piso bajaron al primero, no cabían y se formó el ‘salpafuera’. Y siempre fue así con el sexteto”. Ve en Joe Cuba un fenómeno tan vigente que en congresos mundiales de salsa, como en Los Ángeles y en Zurich, Suiza, en 2008, más de 200 parejas de Japón, Italia, Francia, Canadá, etc., le pidieron música de Joe Cuba. “Los bailadores del mundo entero habían montado sus coreografías con música de Joe Cuba”.La salsa lo ha llevado a tantas partes, pero África fue volver a la madre patria. Fue cuando el presidente de Zaire, Mobhuto, invitó a exponentes de la música negra al Festival previo a la pelea de Classius Clay y Foreman: artistas de música antillana, jazz, reggae, calypso, Rhythm & Blues y salsa. “Nos reunimos James Brown, Aretha Franklin, Celia, Jorge Santana (hermano de Carlos), la Fania... en el vuelo había una cacofonía total, pero gozamos mucho, cantamos ante cien mil personas y vivimos dos semanas increíbles en África.En pocas palabras¿Qué recuerda de cuando Tito Rodríguez lo hizo cantar por primera vez en 1955?Fue el momento más importante en la historia de Cheo Feliciano, porque mi pasión era el tambor, pero Tito Rodríguez, con quien yo había establecido una amistad muy linda, se enteró de que yo cantaba y me dio esa oportunidad inusual porque él era el maestro, su grupo era la súper orquesta, el Palladium era la casa del mambo en Nueva York y yo era un jovencito, fue impactante... Me puse nervioso porque no lo esperaba, pero el público me aceptó y me pidió otra y no tenía más. Tito me dijo: ‘tú te sabes las mías, canta una de esas’ y canté otra de él y por eso digo que mi carrera artística es un homenaje a mi maestro Tito Rodríguez.¿Por qué dice que usted era el cargamaletas de él y otras estrellas?Porque sí lo fui. Yo era el utilero de Tito Rodríguez, Tito Puentes, Mon Rivera... Ellos era mis ídolos y como estudiante que era, yo no tenía dinero para ir a sus conciertos, entonces me inventé esa fórmula: para estar con ellos lo mejor es cargarles las maletas. Y así aprendí de percusión con el maestro Tito Puente, con su conguero Mongo Santamaría y establecí esa amistad con todos ellos que perduró por siempre. Esos tres gigantes, ‘Machito’ Rodríguez como los dos Titos, ya se fueron, pero eran mi mayor motivación.¿Cuál es encanto de ‘El pito’?Por lo diferente de la canción, que era pitando y a la gente le encantaba silbar, eran miles de personas silbando donde lo interpretáramos. El sexteto de Joe Cuba fue la primera orquesta de salsa que se presentó en el Carnegie Hall y al otro día el Times o el Daily News tituló en primera plana: ‘Anoche fue la noche más sonora de Nueva York’. Porque a la salida del concierto la gente pitaba en el metro, en las calles, en los taxis, en todo Nueva York con unos pitos que habíamos regalado unos días antes para la promoción del disco.¿Y por qué tiene dos nombres?‘I’ll never go back to Georgia’ es una frase de una grabación de Dizzy Gillespie y la copiamos de allí como algo cómico y gustó por su doble mensaje: en Georgia los negros eran maltratados, pero al ir a Nueva York veían la diferencia y decían: ‘I’ll never go back to Georgia’ (No volveré nunca a Georgia). Fue tanto su éxito que Coca Cola hizo una propaganda y en vez del coro “así se goza”, cantábamos ‘drink Coca Cola’.¿Cuál es la historia de ‘El ratón’?El ratón nació más como un chiste del sexteto porque los músicos éramos nuevecitos y recién casados, pero nos alejaban de nuestras esposas para trabajar en la parte alta de Nueva York y sólo las veíamos los domingos. Y siendo jóvenes, hacíamos nuestras amistades y bueno... (risas).Entonces una de las esposas fue a chismearle a otra sobre las andanzas de su marido y de ahí surgió la historia de ‘Mi gato se está quejando que no puede vacilar, pues donde quiera que se mete su gata (su esposa), su gata lo va a buscar..., eso si es serio mi amigo, qué lío, qué lío se va a formar...”. Lo cantábamos en vivo en reuniones nuestras hasta que un día Joe Cuba me dijo que lo grabáramos, sin saber que se convertiría en mi boleto de presentación mundial porque en muchas partes no sabían quién era Cheo Feliciano, pero sí sabían qué era ‘El ratón’. Es sólo uno de sus éxitos memorables...‘Anacaona’ fue muy importante porque marcó mi regreso a la música después de un silencio de tres años para hacer un inventario de mi vida y ver qué era lo que tenía que modificar, y ese tema de Tito Curet me abrió las puertas otra vez. Y el bolero ‘Amada mía’, que gracias a la apreciación del público y en especial a las damas, se ha convertido en el himno a la mujer, lo cual me honra.Y le siguió ‘Sobre una tumba humilde’...El maestro Tite Curet Alonso, uno de los pioneros en la música de contenido social, tenía la lente propia para ver el pueblo y así le cantó a ‘Juan Albañil’ y al ‘Periódico de ayer’.Vio muchas veces la vivencia y el sentimiento que hay en un velorio de la gente humilde y escribió ‘Los entierros de mi gente pobre’, que habla de la limitación económica, pero de la riqueza espiritual de la gente obrera y hace una crítica a la gente rica. Luego hizo una saga, ‘Sobre una tumba humilde’, que despertó una reacción más profunda, en particular en Colombia.¿Cómo cual?Una vez en la plaza de Toros de La Macarena, de Medellín, cuando mi colega Carlos Vives pegó ‘La Gota Fría’, quise cantar una versión salsa de ese tema, pero como el salsero no tiene nada qué ver con el vallenato y viceversa, cuando comencé a anunciarlo sin decir el nombre del tema, la gente comenzó a corear ‘Noooo, no’. No le veía nada de malo e insistí y la gente gritaba ‘Noooo, no’, y cuando le dije a la orquesta ‘márcalo’, me llovió una nevada de botellas, menos mal eran plásticas y estaban vacías. Unos músicos se metieron bajo el piano, otros salieron a correr, yo no sabía qué hacer y mi esposa ‘Cocó’ le dijo a Luis García: “Marca ‘Sobre una tumba humilde’” y cuando sonó la primera nota de bajo y piano, cambió la expresión de todos, comenzaron a cantar y a llorar, se arrodillaron, prendieron los encendedores y se saltaron las vallas de seguridad porque me querían besar los pies y yo decía: ‘pero si hace dos minutos me querían matar”.

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