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La decepción que queda tras el ‘El violinista del diablo’

Esta película, dirigida por Bernard Rose (‘Amada inmortal’ y ‘Ana Karenina’), da una mirada ligera, superficial e irresponsable a la vida y carrera del mejor violinista de todos los tiempos, Niccolo Paganini. El resultado apenas si supera la intención de su título. Con una vela alumbra la música y con la otra expone al diablo, pero no es ni lo uno ni lo otro.

18 de enero de 2015 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Crítica de Cine de GACETA

Esta película, dirigida por Bernard Rose (‘Amada inmortal’ y ‘Ana Karenina’), da una mirada ligera, superficial e irresponsable a la vida y carrera del mejor violinista de todos los tiempos, Niccolo Paganini. El resultado apenas si supera la intención de su título. Con una vela alumbra la música y con la otra expone al diablo, pero no es ni lo uno ni lo otro.

Siempre pasa. Alrededor de los personajes virtuosos se tejen mitos con los que se intenta explicar (y, ¿por qué no? desestimar) su talento y disciplina. Como si el triunfo y la superación fueran un mero asunto de suerte. O como si el chisme tuviera el poder liberador de hacernos sentir menos acomplejados y, al igual que un bálsamo, aliviara el sarpullido que puede producirnos la envidia. De todas maneras chismosear sobre los famosos no hace tanto daño como de los cercanos.Pero de ahí a convertir un chisme en el argumento principal de una película hay un gran trecho. Sin embargo, el director inglés Bernard Rose parece estar acostumbrado a eso. Lo hizo hace unos años con ‘Amante inmortal’, película con la que dio sus propias interpretaciones a la vida sentimental de Beethoven en 1994 y unos cuantos años después hizo lo propio con ‘Ana Karenina’. Ahora, sin embargo, ha regresado a la música escogiendo como protagonista a Niccolo Paganini, el violinista italiano que pasó a la historia por su virtuosismo, siendo capaz de tocarlo incluso cuando le quedaba una sola cuerda. El músico que en su don también arrastraba su condena fue, en sus días, señalado como mimado del maligno y hasta se especulaba que tenía tratos con él. De ahí que Rose se haya valido de este rumor para construir el argumento de una película que lleva por nombre ‘El violinista del diablo’. La película, que tiene por protagonista al violinista David Garrett, no le hace justicia al músico y mucho menos a su talento. Es más bien una explicación sin fundamento que Rose intenta darle al chisme demoniaco que siempre llevó a cuestas. Sin embargo, la manera como lo hace es infantil por no decir patética y directa. En pocas palabras, por poco y le pone cola y cuernitos al demonio Urbani, interpretado por Jared Harris (‘Lincoln’, Sherlock Holmes: Juego de sombras’), que a manera de Mefistófeles se le aparece al violinista para ofrecerle la fama, la riqueza y las mujeres que siempre quiso a cambio de una firmita. Y Paganini firma, y volviendo a las tramas infantiles, e la misma manera en que lo hice Sherk (en ‘Sherk tercero’), sin preguntar y sin tener del todo claro el beneficio que quiere obtener de todo esto. Y es que hasta ese momento hemos encontramos a un Paganini buena vida, alcohólico y exitoso con las mujeres. Lo único que le faltaba era ser valorado como músico. Triste la manera tan ligera como el inglés expone al violinista, mostrándonos solo su faceta mundana, sin hacerle justicia al talento y segura disciplina para lograr dominar así su arte. Pero desde ese primer detonante, la apuesta narrativa queda expuesta y no debemos pedirle más a una película que no pretende nunca hablarnos del talento sino del chisme. Y aunque resulta imposible no pensar en Fausto o en Don Juan, o incluso en Kevin Lomax (Keanu Reeves) en ‘El abogado del diablo’ (1997), quienes vendieron su alma a diablos más elegantes y a cambio de situaciones concretas. Sin embargo, nada de eso parece preocupar a este director que tampoco hizo mayor esfuerzo por construir un personaje complejo ni atormentado. No es solo un asunto de actuación mediocre y casi muda de Garret, que se la pasa la mitad de la película drogándose, sino de la historia que intenta contarse sin que los personajes se transformen de ninguna manera. Es cierto: las casi dos horas que dura ‘El violinista del diablo’ bien podríamos preguntarnos ¿de qué se trata? Y es probable que no tengamos la respuesta. Porque no termina siendo ni una biografía, ni una película de suspenso, ni tampoco una trama de redención, ¿acaso una historia de amor? Las preguntas que están por supuesto solo en el espectador se quedarán siempre sin respuesta frente a la obra de un director que no se compromete con más de lo que muestra y que pretende mantenernos atentos a un final, tal vez fantasioso, donde bien nos podría haber mostrado a Paganini en la paila mocha y no nos habría sorprendido. Pero, por supuesto, tampoco hay nada de eso. Aunque ‘El violinista del diablo’ tiene una cuidadoso manejo artístico es una película innecesaria y hasta perjudicial, no solo cinematográficamente sino a nivel histórico. Y aunque ni el cine ni la televisión tiene la libertad de contar las biográficas como mejor les plazca, tampoco es bueno desinformar y mucho menos desprestigiar el talento de esta manera. Ahora no faltará el que diga que solo quien pacta con el diablo puede tocar así. ¡Faltaba más!

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