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Joan Manuel Serrat, el poeta de las pequeñas cosas, se confesó con El País

El cantautor catalán Joan Manuel Serrat llega a Cali, este 11 de noviembre, para celebrar 50 años de vida musical y presentar su álbum más reciente, una ‘Antología desordenada’ que reúne cincuenta de sus mejores canciones. Retrato de un juglar que ha escrito medio siglo golpe a golpe, verso a verso.

25 de octubre de 2015 Por: Por Lucy Lorena Libreros | Periodista de El País

El cantautor catalán Joan Manuel Serrat llega a Cali, este 11 de noviembre, para celebrar 50 años de vida musical y presentar su álbum más reciente, una ‘Antología desordenada’ que reúne cincuenta de sus mejores canciones. Retrato de un juglar que ha escrito medio siglo golpe a golpe, verso a verso.

Esos versos, entonados por primera vez por allá en 1968, poco después de que comenzara su carrera artística en el estudio Toreski de Radio Barcelona, no fueron un vaticinio certero. Quizá Joan Manuel Serrat había elegido los versos equivocados: “Nunca perseguí la gloria, ni dejar en la memoria de los hombres mi canción”.

La canción, lo sabemos, la hemos entonado nosotros mismos tantas veces —desde que el mundo la conoció en el álbum ‘Dedicado a Antonio Machado’— se llama ‘Cantares’... La misma que solo unas líneas más abajo nos obliga a recitar: “Caminante son tus huellas, el camino y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar”...

Golpe a golpe, verso a verso, Serrat completa ya cincuenta años sobre los escenarios. Medio siglo enseñándonos el valor de aquellas pequeñas cosas; obligándonos a preguntarnos porqué nacerá la gente, si nacer o morir es indiferente. Mostrándonos que hoy puede ser un gran día, que el mar es esa patria en cuya playa sigue jugando a veces la niñez y que la vida por momentos, pendenciera, se nos va simplemente entre un hola y un adiós.

Acostumbrado a no mirar hacia atrás, “porque a lo mejor me pierdo lo que tengo adelante”, el cantautor catalán quiso sin embargo celebrar estos cincuenta años con un álbum y una gira de cien conciertos.

Es una ‘Antología desordenada’ para la que seleccionó y grabó de nuevo cincuenta de sus mejores canciones, acompañándose de voces que le han sido hospitalarias en todo este tiempo. Algunas, solo para antojarse: Ana Belén, Víctor Manuel, Les Luthiers, Rubén Blades, Calle 13, Lolita Flores, Silvio Rodríguez, Sole Giménez, Pablo Milanés, Miguel Ríos y, claro, su alter ego, el gran Joaquín Sabina.

Es el epílogo de una historia que comenzó a contarse por los días en que a Joan Manuel —bautizado así en honor al abuelo que perdió en la Guerra Civil— lo llamaban Juanito en su natal Barcelona y solía distraer las horas muertas de la posguerra escuchando tangos de Gardel en el radio de Ángeles, su mamá, que ayudaba en la precaria economía del hogar como costurera.

Juanito no soñaba con ser cantante sino “el bombero que rescatara a la niña a la que se le quemaba la muñeca en el segundo piso”. Pero las cosas cambiaron para siempre cuando Josep, su papá —un anarquista que trabajaba en una empresa de gases— le regaló una guitarra, enterado de su vocación insobornable de hacer música y el deseo de abandonar su naciente carrera de perito agrícola. Joan Manuel apenas sumaba 16 años.

Fue la misma guitarra, contaría después, con la que se aparecería el 18 de febrero de 1965 ante el periodista y músico Salvador Escamilla, quien no tuvo más remedio que aceptar la invitación de llevar a su programa a un muchachito flaco, guapo, de cejas pobladas y voz de trueno que pulsaba su instrumento para cantar en delicioso catalán.

Sería el aterrizaje de Serrat en el Nova Cançó, movimiento artístico nacido en pleno franquismo, que impulsó la reivindicación de esa lengua en el mundo de la canción, a la vez que denunciaba las injusticias de la dictadura de Francisco Franco.

Un movimiento que surge inspirado en la vecina Francia que ya venía cocinando un fenómeno que se caracterizó por la fuerza poética de las canciones y la aparición de la figura del cantautor.

Eran, pues, canciones lo mismo líricas que callejeras. “Una canción con argumentos y con el desafío de hacerlo en catalán en una época en que la cultura catalana, como la vasca o la gallega, estaban condenadas al ostracismo”, asegura hoy Serrat.

El mundo caminaba a paso firme hacia Mayo del 68. Los días del No Pasarán y el Prohibido Prohibir. La época que abrazaría las letras de un cantautor que en apenas un par de años puso a España entera a cantar en catalán, aunque en realidad no supiera hablarlo.

Esa fama temprana lo dejaría frente a la oportunidad de representar a España en Eurovisión, el concurso musical más importante de ese continente. Era 1968 y Serrat deseaba cantar en catalán, pero se lo impidieron.

El régimen de Franco lo tomó como una excusa para iniciar un veto contra el novel artista en radio y televisión y como la excusa que necesitaba para declararlo enemigo declarado del franquismo.

Serrat respondió a la provocación de la única manera que sabía: con música. Y grabó un hermoso Lp con los versos de Machado, ese poeta republicano y antifranquista que había muerto en el exilio francés.

El éxito de esas letras, que más que música eran memoria, cruzaría hasta el otro lado del Atlántico, hacia donde se embarcó Joan Manuel Serrat para una larga gira. Fue justamente en medio de ella, en México, donde el catalán tropezaría con dos cosas que nunca cortejó: el exilio y una exuberante mujer llamada América.

Medio siglo más tarde, justamente desde este mismo continente, el poeta de las pequeñas cosas tiene ya 72 años y repasa su vida antes del concierto que ofrecerá este 11 de noviembre, en Cali, en el Teatro Jorge Isaacs.

Maestro Serrat, ¿cómo fue ese momento de comprender que llevaba ya cincuenta años sobre los escenarios y debía celebrarlos como mejor sabe: con música?Yo quería hacer un proyecto más allá de un disco que celebre cincuenta años de oficio. No era solo escoger 50 canciones, extraídas de diferentes discos, para conmemorar cincuenta años. Lo que hice fue revisar mis canciones. Algunas sentí que era necesario volverlas a grabar porque en la revisión salían perdiendo.

¿No fue muy complicado elegir 50 entre más de 300 canciones compuestas en medio siglo de carrera, ordenar esta ‘Antología desordenada’?

No fue complicado. Fue largo, mejor. Una tarea de agarrar bien los tiempos, no angustiarse, porque cada uno de los artistas que participamos tenía tiempos diferentes y había que lograr ajustarlos todos. Mantener comunicación fluida más allá de las compañías discográficas y los representantes.

¿Qué es lo que encuentra Joan Manuel Serrat cuando mira hacia atrás?

No miro hacia atrás porque tengo miedo de caerme. Si miro atrás a lo mejor me pierdo lo que tengo adelante. Solo lo hago cuando necesito tomar referencias, cuando tengo que saber dónde estoy. Pero habitualmente no soy una persona que crea en la nostalgia, aunque a veces no pueda evitar caer en la melancolía; pero eso es otra cosa. No puedo evitar que un paisaje, un olor, una música dispare en mí unos sentimientos determinados, pero no soy de los que va por ahí creyendo que todo tiempo pasado fue mejor.

Pero, ¿qué siente cuando lo llaman clásico?

En la vida siempre encontramos que todo es relativo, aproximado y provisional. Podría ser un clásico en algunas cosas, pero espero que nunca se me quite la inquietud de ser un rompedor, un vanguardista. Solo sé que soy un hombre que está contento de su oficio. Cumplí 50 años haciendo lo que sé hacer y pasándolo bien. Qué suerte. Hago lo que quiero y encima, me pagan. Después de 50 años de oficio, de canciones, de vivir al fin de cuentas, yo aspiro a ganarme siempre el premio de artista revelación.

¿Cómo ve, con esa distancia que da el tiempo, la figura del cantautor?

Hoy, que muchos se quejan de que la música que se hace es efímera, mero espectáculo...El cantautor es alguien que hace canciones porque tiene algo que contar más o menos importante y busca la mejor forma de lograrlo. Y pasa que cuando una canción la canta alguien más, pues ya le pertenece es a esa persona, no a su autor. Yo simplemente me conformo con cobrar los derechos de autor. Me tardo mucho haciendo una canción. Soy muy lento, eh. Y hay momentos de vacío, de esterilidad, que solamente los puedes vencer si sigues peleándote con ella, sacándole capas a esta cebolla de la esterilidad para ver si al final sale alguna cosa. Pero un cantautor no inventa nada. En esto de escribir y de contar historias nadie inventa nada, todo está allí.

Un cantautor parece también un tipo que se encarga de volver universales historias que parecen muy locales. ‘Meditarráneo’ hoy ya es un mar en el que nos hemos bañado todos...

Cuando escribo una canción nunca me planteo si mis historias son muy locales y muy globales. Lo que sí comprendí con los años es que la única forma de que algo pueda ser realmente universal y le interese a gente de todo el mundo es que sea bien provinciano. Pertenecer a un lugar es algo que entiende cualquiera en cualquier parte.

En ‘Cantares’ usted repite unos versos hermosos de Machado: “Nunca perseguí la gloria / ni dejar en la memoria / de los hombres mi canción”. ¿Con qué sentimiento mira hoy Serrat esa gloria que le llegó sin haberla perseguido?

Creo que la única manera en que puedo contestar eso es con otra canción de mi autoría: “No me importa la gloria, se lo prometo, si para ir de su brazo se ha de sufrir…”. Y, sin duda alguna, nuestro mundo más íntimo, o al menos el mío, más que alrededor de la fama o la gloria, en estos 50 años se ha movido es alrededor de las pequeñas cosas.

Un gran amigo suyo, el escritor colombiano Daniel Samper Pizano, dice que Serrat es un latinoamericano que nació en Barcelona. ¿Cómo lo marcó realmente ese ‘descubrimiento’ de América?

Un día mi madre me dijo: “Yo soy de donde comen mis hijos”. Es la mejor definición de patria que he escuchado jamás. Pero como un latinoamericano me he sentido siempre. Yo llego a América por allá en los 60. Y lo que descubro es una América que cree en el hombre nuevo. Cuando la visité por primera vez había un caldo de cultivo político vigoroso y extraordinario, que en muchos casos fue a parar a situaciones realmente terribles. Pero en ese momento era algo que estaba vivo. Era muy difícil incorporarse a América sin enamorarse perdidamente de ella. Para mí, desde aquel momento, se convirtió en una amante estupenda, una vampiresa totalmente embaucadora, encantadora, mágica, dulce, generosa, gentil. Y el amor no se me ha quitado todavía.

Ahora que habla de amor, ¿es consciente de que muchas de sus canciones han servido de educación sentimental para varias generaciones?

Pues, sí. Alguna vez me sorprendió una mujer muy bella cuando iba caminando por una calle de Madrid. Esa mujer me abrazó de pronto y me dijo “lloro tanto por usted”... Al comienzo me asusté, pero luego también lloré. Y entendí que el llanto hermana más que la risa. Yo mismo he llorado con muchas canciones. Y como he sido muy enamoradizo toda mi vida probablemente he llorado más por desamor que por amor. Las canciones son como válvulas de escape, desahogan. Las canciones son eso, un epílogo del llanto.

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