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‘Jardín de amapolas’, una postal de la vida nariñense

Después de ocho años de espera, esta película llega por fin a carteleras para mostrarle a Colombia lo que hace ya varios años le mostró al mundo: que en el sur del país también se hacen películas y … ¡de qué manera! Su director, Juan Carlos Melo Guevara, habla de la aventura de hacer cine en la periferia de un país centralista.

14 de diciembre de 2014 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

Después de ocho años de espera, esta película llega por fin a carteleras para mostrarle a Colombia lo que hace ya varios años le mostró al mundo: que en el sur del país también se hacen películas y … ¡de qué manera! Su director, Juan Carlos Melo Guevara, habla de la aventura de hacer cine en la periferia de un país centralista.

Saber que ‘Jardín de amapolas’ por fin está en cartelera es motivo de alegría para los que le apuestan al cine nacional. Y no se trata solo de una apuesta emocional sino de una que involucra la terquedad, la misma que al final termina siendo la mejor virtud de alguien que quiere hacer cine en Colombia. Esta película, filmada en el extremo sur colombiano, en Nariño, nos habla del campo y sus habitantes, de la impotencia y el derecho de soñar. Por eso no deja de sorprender que salga a la luz de las carteleras ocho años después de escribirse. Las explicaciones las da Juan Carlos Melo Guevara, su director, un nariñense que estudió un par de semestres en dos universidades y que aunque tuvo que retirase por falta de dinero, jamás se dejó derrotar en ese deseo persistente de hacer cine. Por fortuna, dicen que cuando se cierra una puerta de hierro se abren cien de madera. Hoy, el cine parece haber encontrado el camino para que Melo Guevara le hablara al país de su región.¿De dónde surgió la idea de contar una historia como ‘Jardín de amapolas’? Aunque es una ficción, esta es una historia nacional. Muchos de los pueblos del sur han sido azotados y desplazados por el conflicto armado, por eso era necesario hablar de los que hemos sido víctimas directas o indirectas de este tema. Cuando decidí escribir este guión lo hice de un solo impulso, y me resultó fácil involucrar a los personajes que iban saliendo, en tanto que eran anécdotas que ya había escuchado de muchas personas a mi alrededor. Hacer películas en Colombia no es fácil. Mucho menos para una persona de provincia que no tiene los contactos y los medios para visibilizarse en una industria donde muchos se mueven por influencias... Desde que escribí esta historia sabía que tenía a mi alcance lo más importante: el paisaje nariñense que había sido poco explotado en el cine nacional. Y por lo mismo nunca dudé en que iba a hacer la película, tanto que me endeudé y compré una cámara. Sin embargo, con esta película se hizo un recorrido bastante parecido al que hacen muchas películas colombianas. Escribí el guión y lo mandé a una convocatoria del Ministerio buscando recursos para poder producirla. En esa convocatoria había muchos directores importantes participando, y por lo mismo no tenía muchas expectativas, sabía que sería difícil ganar. Pero me lo gané. Eso fue en el 2007. Sin embargo, la película apenas sale a cartelera ahora, a finales del 2014. ¿Qué pasó durante ocho años?Este rodaje se realizó en varias etapas. La consecución del casting fue larga. Este proceso fue muy importante para mí porque, más que actores, quería encontrar a los personajes de mi película en ellos. Los actores son de la región, ninguno con experiencia en actuación en cine. Con el niño, por ejemplo, tuvimos una anécdota muy chistosa: él presentó el casting solo por evadir un examen y terminó siendo escogido. Después de esta etapa de casting y ensayos, vino la primera etapa de filmación. Una muy precaria, no teníamos nada y lo queríamos todo. Por fortuna, se unieron productoras amigas y así logramos salir adelante, al menos en la primera etapa. Desgraciadamente tuvimos que suspender el rodaje la primera vez por culpa del invierno… y solo lo retomamos un año después. Luego vinieron otras cosas hasta que por fin logramos presentar la película en el festival de cine de Cartagena en el 2012. Entonces la película se convirtió en una escuela no solo de actuación sino también de cine. Porque la mayoría del personal con el que trabajó, nunca había hecho cine.El 80 por ciento del personal técnico nunca había hecho una película. Personas que habían trabajado en audiovisuales, pero sobre todo gente muy inquieta. La dirección artística, por ejemplo, la hizo Milton Cabrera, que es un artista plástico muy reconocido de la región. Pero siempre tuvimos lo más importante: la belleza de Nariño. Y en esto lo único que tuvimos que falsear fue el cultivo de amapolas porque el resto es natural. Nada tiene efecto digital, la laguna que ahí se ve es así de hermosa.¿Al ver su película es inevitable no pensar en ‘Los colores de la montaña’ con la que comparte el tema del conflicto armado y los niños?Es una coincidencia, porque mi película empezó en el 2007, en Ipiales, y la de Carlos César se gestó en Medellín, simultáneamente. Eso refleja que la realidad de nuestro país nos genera las mismas inquietudes a los directores. ¿Cuáles fueron los trámites que tuvo que realizar para poder mostrar el cultivo de amapolas?Necesitaba un cultivo de amapolas, pero me dijeron que eso estaba prohibido. Así que tuvimos que sembrar solo unas cuantas plantas, ya no recuerdo cuántas. Pero si sé que era el límite legal permitido. Las sembramos y las cuidamos durante cuatro meses, deshierbándolas; ¡solo nos faltó hablarles para que crecieran tan bonitas! Después las duplicamos con un efecto y así logramos el sembradío, para que no se asuste si la ve alguien de antinarcóticos. Hay algo que llama la atención de la película y es que tiene una doble narración que permite mantener a los espectadores atentos, moviéndose entre la tensión y la risa. Y también parece como si los niños le dieran un aire diferente.Creo que el mejor género para representar la historia del conflicto en Colombia es el terror. Aquí el monstruo es la guerra y los seres más débiles son los niños. Y para mí era muy importante que la gente se sensibilizara con las víctimas. Algo que no pasa mucho en la televisión donde el protagonista es el victimario. Yo lo que hice fue poner a la víctima como protagonista y eso le da dignidad a alguien que ha sufrido los horrores del desplazamientos y la guerra. ‘Jardín de amapolas’ ha tenido poca difusión y ésta siendo proyectada en pocas salas. ¿Le preocupa esta lucha?Ha sido un problema de falta de recursos, sin embargo hemos tenido a nuestro favor los festivales de cine y la crítica. Ellos consiguen convocar a la gente. Y, al final, eso es lo que nos interesa.

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