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Héctor Abad, un coleccionista de libros que quisiera más tiempo para leer

Su trabajo en la Eafit, escribir dos columnas semanales, trabajar temas periodísticos de largo aliento, contestar entrevistas, viajar por el mundo dictando conferencias y estar sumergido en internet, informándose, distrayéndose, no le permiten leer todo lo que quisiera.

12 de abril de 2015 Por: Alda Mera y Meryt Montiel | Reporteras de El País

Su trabajo en la Eafit, escribir dos columnas semanales, trabajar temas periodísticos de largo aliento, contestar entrevistas, viajar por el mundo dictando conferencias y estar sumergido en internet, informándose, distrayéndose, no le permiten leer todo lo que quisiera.

[[nid:411317;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/04/hector-abad.jpg;full;{“Leía muchísimo cuando no había internet y no daba entrevistas –a nadie le interesaba hablar conmigo–. Quisiera apagar el celular, desconectarme y darme un banquete de libros”: Héctor Abad Faciolince. Foto: Especial para El País}]]

Está en su ‘salsa’. Héctor Joaquín Abad Faciolince permanece rodeado de libros no solo en su lugar de trabajo –es el director de la biblioteca de la universidad Eafit, de Medellín– sino en su apartamento y en su finca de La Ceja, Antioquia. Pero quisiera tener más tiempo para devorar textos,  como lo hacía entre los 15 y 30 años, cuando leía entre dos y tres libros por semana. Lea también: "Tuve una profunda crisis de fe en mi literatura": Héctor Abad

Su trabajo en la Eafit, escribir dos columnas semanales, trabajar temas periodísticos de largo aliento, contestar entrevistas, viajar por el mundo dictando conferencias y estar sumergido en internet, informándose, distrayéndose,  no le permiten leer todo lo que quisiera. 

Sin embargo, está contento porque “hoy puedo vivir de lo que está alrededor de la lectura y de los libros”. No hace nada que no tenga que ver con su oficio de escritor. Y además, dice, le pagan también por leer.  Por eso considera que tiene mucha suerte: “desde que empezó este siglo soy un escritor independiente, afortunadamente”.

Gracias a su exitosa carrera como autor que lo ha llevado a que sea traducido al inglés,   italiano (idioma que domina), francés,  alemán e incluso al chino y al  árabe, este paisa de 57 años  sigue cultivando también su otra afición:  la colección de libros raros y curiosos.

Sin que llegue a un grado patológico, revela su amigo Mario Jursich, director de la Revista El Malpensante,  Abad cuenta con una pequeña colección de libros de primeras ediciones y en algunas de ellas ha gastado un dinero importante. Tiene la primera edición  de Pedro Páramo, de Juan Rulfo y de obras de Gabriel García Márquez, Antonio Machado, Federico García Lorca. “Esa es su debilidad, los libros  raros y especiales”.

Sus lecturas de niño,  motivado por su padre, el médico Héctor Abad Gómez; conocer las obras maestras de Dostoievski, Kafka, Stefan Zweig, Tolstoi;  ser fanático de la poesía del Siglo de Oro; leer a San Juan de la Cruz, Pessoa, Kavafis, Machado, Szymborska y De Greif; tener esa sensibilidad a flor de piel; ser un hombre de mundo, viajero, que sin embargo no deja de admirar y afincarse a su terruño, hicieron de Abad un escritor reconocido internacionalmente.

Su crónica familiar escrita con las herramientas de la novela, El Olvido que Seremos, en la que invirtió 20 años, es su gran obra.

 La historia en la que narra el asesinato de su padre, hecho que presenció, “permite una especie de catarsis frente a la violencia”, en opinión de  su amigo, el escritor bogotano Santiago Gamboa, quien lo describe como un escritor “extraordinario”. 

“Leyendo ese libro de alguna manera todos hemos experimentado la muerte del padre. Héctor, que vivió esa experiencia atroz, supo, como los buenos escritores, transformar ese dolor infinito en una cosa hermosa y eso solo lo hacen los grandes escritores del mundo”.  

  Esa  tragedia que vivió, agrega Gamboa, en lugar de dejarle rencor, amargura, le dejó afecto y generosidad con los demás.

Al escribir, ‘el paisa melancólico’, como lo llama su amigo Gamboa, tiene pocas condiciones y pocos rituales. 

 Puede escribir en las condiciones más  adversas, confiesa. “Eso tiene de bueno el periodismo, que uno no necesita una torre de marfil para poder escribir, uno sabe que tiene que escribir y escribe. A veces me interrumpen y yo no oigo, no estoy en este mundo afortunadamente, probablemente contesto con gestos y con monosílabos, pero  la interrupción no hace efecto sobre mí”.

Tiene, según su amigo Mario Jursich, un montón de libros en borrador y sin terminar. De acuerdo con la teoría de Jursich, “cada vez que Héctor necesita escribir un libro, necesita escribir dos veces. Es decir, empieza un libro y este siempre se le atranca en la mitad y llega un momento en que no puede seguirlo; entonces tiene que empezar uno nuevo 

y ese segundo libro que empieza sí lo termina. Parece una fatalidad”.

 Abad lo admite. Con la experiencia de 30 años de trabajo, comenta, por lo menos tiene cierta seguridad como escritor, al punto que desecha libros enteros. “Entre El Olvido que Seremos y La Oculta,  deseché un libro, por malo,  Antepasados  Futuros.  Ahora tengo la  esperanza  de que  voy a ser capaz de hacer otra cosa, insisto y no me quedo patinando, dando vueltas en el remolino de la desesperación, sino que  reacciono y algo sale”.

 Escribir varios libros al tiempo, dice, es como su mecanismo de defensa para esquivar el desánimo.

A pesar de su tendencia a ser melancólico (quizá por el asesinato de su padre o por la temprana muerte de una de sus cinco  hermanas debido a un cáncer), es, según familiares y amigos una persona buena gente, con muchísimo humor, vivaz, chispeante; un tipo calmado, sereno, fácil presa de las lágrimas.

 Seguidor de las divulgaciones de tipo científico, se exaspera y le preocupa mucho que personas muy educadas estén rechazando ponerles vacunas  a los hijos por convicciones que tienen.

 Aunque tolerante, pierde la calma también con  todo lo que  le suene a esoterismo y  con los discursos de Nueva Era. Y lo sacan  de quicio, además,  la mediocridad, las graves injusticias del país y las  que se cometen con algunas personas.  

En las discusiones que protagonizaba como comentarista en  Blu Radio perdía la cordura. Por eso a Jurisch le parecía que le hacía muy mal trabajar en radio justamente por esa razón. “Héctor no es una persona de esa índole, sin embargo, la misma dinámica del programa terminaba haciéndolo exasperar de  manera inmensa, perdía completamente los papeles, se salía de la ropa, se ponía a gritar y ese no es el Héctor que yo conozco”.  

Universo FemeninoAunque con cara de seminarista o de Papá Noel, Héctor Abad sigue conquistando con su literatura, especialmente  a una legión de fanáticas que no solo admiran al escritor sino al hombre. “Papaciiiitoooo”, es la exclamación de muchas al verlo.  Es tanta       la pasión que despierta en muchas mujeres este antioqueño,  que incluso una quinceañera, por carta, le ofreció al autor su virginidad.  Según su amigo Jursich la petición no fue cumplida, pero fue motivo de inspiración para que escribiera  ‘Virginidad’, incluida en su único libro de poemas ‘Testamento involuntario’. Su literatura ha sido un imán para atraer mujeres,  incluidas sus tres “esposas”. Aunque no se haya casado nunca, él las llama así, “porque son las mujeres con con las que viví: casarse viene de tener una casa juntos”, dice. A la escritura le debe que su primera  esposa, Bárbara, italiana con la que tuvo sus dos hijos,  “no me haya rechazado a priori y que la segunda y la tercera hayan querido salir conmigo. Hasta el amor se lo debo a lo que he escrito”, cuenta sin asomo de pedantería. Su segunda esposa lo quiso conocer por los artículos que publicaba en El Colombiano y su  actual pareja, muchísimo más joven que él, y madre de dos niños, “quiso salir conmigo solamente porque había leído mis libros”.  Aunque no sepa bailar – su amigo Jursich lo llama ‘el independiente del ritmo’ –  y no sea rumbero ni muy sociable,  las sabe seducir porque es un buen conversador. Además,  en su literatura,  en libros como Tratado de Culinaria para Mujeres Tristes, Fragmentos de Amor Furtivo  y Angosta, refleja una comprensión muy grande del alma femenina, de su sensibilidad.   De acuerdo con Jurisch, esto se debe a que como único varón entre cinco hermanas, desde niño tuvo una especie de mirador privilegiado sobre el universo femenino. Su hermana Clara Abad lo confirma:  “Imagínate, toda la vida rodeado de mujeres, ¡cómo no conocernos! Sobre todo porque las mujeres de mi casa somos muy comunicativas, muy expresivas, extrovertidas, él no. Él nos mira y toma notas”, cuenta entre carcajadas.    El ‘Negro’ o ‘Gordo’, como lo llaman algunas de sus hermanas, es también muy detallista con ellas, quienes lo ven como un hermano,  amigo y  padre.  “Cuando va a viajar se despide de cada una de nosotras y cuando llega siempre nos trae un regalito de donde sea, son regalos de lo más hermoso del mundo entero, porque tiene buen gusto y porque, además, sabe qué nos gusta a cada una y sabe bien qué comprar en cada país. Nos comparte mucho de sus viajes de esa manera”, cuenta Clara. Pero no solo con las hermanas tiene detalles.  De acuerdo con Santiago Gamboa “él tuvo un gesto muy bello cuando cumplí 40 años hace días. Él venía de la China y paró en París para pasar el año nuevo conmigo y mi cumpleaños. Fue muy agradable”. Gran detalle tuvo, además, con el poeta de Sonsón Carlos Framb, autor que admira. Framb, en 2007 aplicó la eutanasia a su propia mamá, de 82 años, por súplicas de ella. El poeta fue acusado de homicidio y encarcelado. Al saber el caso, Abad pagó el abogado que consiguió el fallo absolutorio para Framb.  A este amante del campo que le gusta cabalgar solo o en  grupo pequeño, que ordeña y sabe mucho de botánica, su hermana lo describe como un padre  querendón, muy pendiente de todo lo que dicen, piensan y quieren sus hijos, “mejor dicho, es un papá excepcional”.  Y él se siente orgulloso de sus hijos Daniela y Simón y de sus logros. Daniela, quien estudió cine en Barcelona, con   Miguel Salazar,  ganaron recientemente como directores el premio India Catalina al mejor documental, ‘El olvido que seremos’, “otorgado por un jurado internacional, ninguno era colombiano ni habían leído el libro. También recibieron el premio del público que se da por votación  con ese documental sobre mi padre, Héctor Abad Gómez.  Me pareció muy bonito que hubiera esa coincidencia que casi nunca se da, entre el jurado y el público. No soy la persona más adecuada para juzgar el trabajo de mi hija y de Miguel, porque tienen que ver conmigo y porque de alguna manera yo ‘actúo’ en esa película,  pero quienes la han visto piensan que está muy bien realizada”, comentó Abad. Su hijo Simón está haciendo un máster en arquitectura en Barcelona. “Es su gran pasión, tiene un ojo muy sensible a la imagen, a la belleza, y al mismo tiempo es práctico y estudia un máster en construcción con materiales duraderos ecológicos, que sean a la vez  más económicos y resistentes al trópico, por ejemplo. Es muy dulce”, describe. En su corazón también hay amor para los dos niños de Alexandra Pareja, su  mujer actual. Según su hermana Clara, “él los quiere mucho y pasan gran tiempo juntos los fines de semana. Tienen una muy buena relación los cuatro”.

 

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