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Estreno: 'Submarino', una película donde el dolor y la belleza habitan juntos

Este fin de semana se estrena ‘Submarino’, de Thomas Vinterberg. No tiene nada que ver con su título y es, tal vez, la película más fuerte de este director danés. Aquí la rudeza raya con la hermosura del renacer.

5 de diciembre de 2012 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

Este fin de semana se estrena ‘Submarino’, de Thomas Vinterberg. No tiene nada que ver con su título y es, tal vez, la película más fuerte de este director danés. Aquí la rudeza raya con la hermosura del renacer.

El nombre de Thomas Vinterberg se dio a conocer en 1998 con la película ‘Celebración’ (Festen), que pertenecía al naciente movimiento Dogma 95 (ver recuadro) con el que varios directores pretendían ver y narrar el cine de otra manera. Aunque en aquel entonces su nombre estuvo acompañado de la buena crítica y la taquilla, no logró repetir la hazaña con facilidad. Desde entonces, las películas de este director danés han girado alrededor de temas fuertes que escarban heridas de familias y sociedades en crisis. Resulta, pues, fácil reconocerlo en sus películas, un poco por la propuesta visual, que cada vez se aleja más del purismo de Dogma y otro tanto por sus temas fuertes, descarnados, amargos. ‘Submarino’, hecha en 2010, y que apenas llega a nuestra cartelera por estos días, está basada en una novela homónima y narra la historia de dos hermanos marcados desde su infancia por un suceso trágico. En realidad estos niños estaban condenados a la tragedia mucho antes de aquel fatídico accidente en el que perdieron a su hermano más pequeño. Ellos también fueron víctimas de aquella vida adulta que les tocó asumir por culpa de una madre alcohólica y ausente que tomó decisiones equivocadas sin nunca mirar atrás. Entramos entonces de lleno en una historia que cada vez se sumerge en aguas más profundas donde la luz no llega y donde el oxígeno escasea. Unas cuantas secuencias después somos parte de la vida adulta de estos dos hermanos que llevan a cuestas el peso de la culpa y las consecuencias de un mundo cruel y de una sociedad indiferente. Un par de seres desesperanzados que han asumido su existencia desde la calle y lo marginal como mejor han podido.Uno solitario y apático, medio alcohólico e impulsivo y el otro drogadicto y con la compañía y el amor de un hijo que lo ve como a su héroe. ¡Ay! esta película no podría ser más dolorosa. Una tragedia posmoderna, el clásico caso que bien podría servir de regodeo para los más analistas de la psique humana.Y es en esta agonía donde radica la belleza. En la lucha que sostienen la vida y la muerte, un conflicto protagonizado por dos seres que quieren sobreponerse a su miseria. Que intentan huir a un destino que durante tantos años les ha cobrado la factura del error del pasado. La grandeza de Vintenberg va más allá de su habilidad para encontrar historias y adentrarse en el interior de sus personajes. Su verdadero atributo está en que es un autor que vuela libre, sin complejos y sin delirios de estrella. Un director que no teme exponerse porque sabe quién es, un autor que explora la bajeza humana, las pasiones y los vicios, la carne, el deseo y el pecado.En ‘Submarino’, Vintenberg se deja llevar por la historia al punto que obvia varios de aquellos principios del viejo dogma. Al utilizar música extradiegética (que no es propia de la escena) e iluminación artificial. Total, eso poco importa cuando las acciones sostienen la forma. Una película que demuestra que cuando se trata de contar buenas historias, los grandes presupuestos son meras disculpas. Porque la verdadera película está en la intensión dramática, en el conflicto interno que mueve a los personajes agobiados. Y después del morir y el dolor, la esperanza, la vida que se abre y que da una nueva oportunidad. Un renacer. ‘Submarino’ es una historia que bien podría pasar en cualquier lugar y que invita a nuestros autores a poner los ojos en un verdadero propósito dramático: en el hombre y en sus conflictos internos y no en los efectos, las balas, los robos y los secuestros. Eso podría ser más honesto, pero no más fácil. He ahí el reto.

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