El experimentado bailarín Julio Bocca habla de su larga trayectoria
El bailarín Julio Bocca, director del Ballet Nacional del Sodre, invitado al Festival Internacional de Ballet de Cali, habló con El País.
El bailarín Julio Bocca, director del Ballet Nacional del Sodre, invitado al Festival Internacional de Ballet de Cali, habló con El País.
Julio Bocca, reconocido bailarín argentino, que tras su retiro hace cinco años dirige el Ballet Nacional del Sodre, de Uruguay, fue uno de los invitados al Festival Internacional de Ballet que culminó el domingo en Cali.
En esta, su primera visita a la ciudad, se mostró gratamente sorprendido con lo que Gloria Castro ha logrado en estos nueve años de trabajo y de ir educando al público, más que educándolo, dándole la posibilidad de que pueda ver ballet, que es algo maravilloso, ya que el ballet es para todos, simplemente cada uno elige si le gusta o no, no tienes que entenderlo, sino sentirlo. Estuve en el Teatro Municipal el viernes, y el sábado en el Teatro al aire libre Los Cristales y la verdad, la respuesta del público fue increíble. Es maravilloso ver cómo están atentos y cómo disfrutan de los diferentes artistas que vienen a este festival.
¿Cómo sintió la respuesta del público con sus bailarines?
Nuestra participación fue con dos parejas y la respuesta del público con ellos ha sido muy favorable. Lamentablemente uno de mis bailarines se lastimó en la primera función, así que anoche no pudo actuar. Pero la otra pareja sí y me sentí muy contento como ha salido la función de ellos anoche haciendo el pas de deux del Ballet de Don Quijote y feliz con poder compartir con los colombianos y ayudar a la danza en Latinoamérica.
¿Qué piensa de los bailarines colombianos?
He visto una pareja de bailarines colombianos. Me pareció muy interesante el trabajo de una bailarina muy bella, colombiana, Tatiana Martínez, le he pedido el contacto, y estaré hablando con ella. Quizás hay una posibilidad de que venga a mi compañía en Uruguay, al Ballet Nacional. Conozco otros bailarines colombianos, como un compañero de muchos años del American Ballet como Flavio Salazar. A través de él he conocido otros más que han tenido que irse a otros países, porque no hay una compañía con la cual puedan disfrutar y mostrar sus años de estudios en su país.
Usted se retiró a los 40 años. ¿A qué edad debe retirarse un bailarín?
Para mi gusto entre los 40 y 42 años es el momento justo para que cualquier bailarín se retire, y más un bailarín clásico, que debe ser gente joven, fresca, con una técnica ágil. Cuando uno llega a los 40 artísticamente está con mucha más experiencia quizás que un chico de 18 o 20 años, pero también para el ballet se necesita esa frescura, esa energía del cuerpo que lamentablemente se va perdiendo. Igual, respeto a todo bailarín que siga en el escenario después de los 40.
Yo estoy muy feliz de haberme retirado en el punto más alto. Prefiero que la prensa y el público me recuerden en el mejor momento y no que estén comentando este cuándo se retira. Saber que uno en 27 años de carrera ha hecho mucho, ha viajado por todo el mundo, ha trabajado con las grandes figuras de la danza, con grandes coreógrafos y compañías, ha hecho creaciones. Estoy comenzando otra etapa, de transmitir esas experiencias maravillosas a la gente joven y a los bailarines latinos, y tratar de apoyar que la danza se siga respetando y admirando, con la calidad que este arte necesita y merece.
¿En 27 años de carrera qué lesiones sufrió? ¿Tuvo varias operaciones?
Tengo nueve operaciones, cuatro de rodilla izquierda, meniscos, rótula, una de rodilla derecha, menisco, y en los dos pies tengo los ligamentos rotos. También tengo cirugía de costilla, después de uno de los dedos de la mano. Así que usé mi cuerpo bien, hasta el último segundo de mi carrera, pero todas son operaciones por haber trabajado y disfrutado de esta carrera.
Me gusta más respirarSolía decir que le gustaba bailar tanto como respirar, ¿ le gusta enseñar tanto como qué?
Por lo menos en este período, me gusta más respirar que enseñar, estoy disfrutando mis tiempos que por muchos años no lo pude hacer. Disfruto dirigir, transmitir, dar posibilidades a otros bailarines en Latinoamérica, que puedan trabajar en sus países o en nuestra región, con nuestro idioma. Disfruto ver cuando se levanta y se cierra el telón y ver todo ese trabajo que han hecho los bailarines.
Tras su retiro descubrió una nueva faceta, la de chef, ¿no es así?
Esa faceta duró muy poco. Al retirarme estuve casi dos años sin hacer nada. Era maravilloso levantarme, desayunar y volver a la cama, caminar sin problema de un horario o sin saber qué tenía que hacer, porque siempre tuve programada mi vida, por dos años anticipados sabía dónde iba a estar, en qué país, en qué hotel, qué obra. Disfrutar el día a día fue maravilloso. Me arriesgué a cocinar, a hacer salsas, antes siempre eran cosas muy cuidadas y livianas por la dieta que requería como bailarín. Pero mi gran talento no es el cocinar.
¿Se fue a vivir a Uruguay porque se sentía muy acosado por la fama?
Uno siempre está agradecido con el cariño de la gente y me lo siguen dando. Pero necesitaba estar en un lugar relajado. Estaba acostumbrado a estar rodeado de mucha gente o en un ritmo muy alocado todo el tiempo, necesitaba esa calma para encontrarme conmigo mismo y Uruguay me daba esa posibilidad. Nunca fui de estar saliendo todas las noches a fiestas. Es culturalmente muy rica, tiene esa conexión con el mar y estaba cerca de Buenos Aires. Conté con la suerte de conocer a mi pareja.
¿Tener a su mamá como maestra, tuvo más ventajas o desventajas?
Ventajas siempre. Empecé jugando, a tomar danza cuando tenía cuatro años, que entraba y salía del aula donde ella daba clase. Hacía lo que tenía ganas de hacer, nunca tuve esa obligación por parte de ella de estar todo el tiempo ahí, ella me dio siempre libertad. Yo mismo le dije qué quería estudiar y me llevó a la Escuela Nacional de Danzas, al Teatro Colón. Tuve siempre una madre y una amiga, la maestra estaba pero no era la principal. Cuando me fui solo a los 14 años a Caracas sabía que si la llamaba, me iba a estar apoyando y no me iba a estar diciendo yo te dije que no te fueras, sino va a estar todo bien, eso es importante en la carrera de cualquier niño, porque hasta que uno crece no se sabe si va a tener éxito.
¿De tantos escenarios, llega un momento en que no hay asombro?
Siempre uno se sorprende. Cuando fui a Nueva York la primera vez todos me decían el público americano es muy frío, distante, pero me pareció muy caluroso, respetuoso. En Argentina ver a 300.000 personas en un espectáculo de ballet y en Uruguay te agradecen por lo que haces. El otro día una persona en la calle, en silla de ruedas, a la que le faltaban las dos piernas, me dijo: Uy, Julio, muchas gracias por lo que estás haciendo por la cultura del país. Qué lástima que muy pocos políticos se den cuenta que la cultura y la educación deben ir de la mano para mejorar un país.
Apoyo estatal ¿Usted que trabaja con un ballet estatal, cree que el apoyo del Gobierno y del público son suficientes? Del público principalmente. Hace poco terminamos 14 funciones de Giselle con 25.000 entradas vendidas, así que el público nos apoya muy bien, siempre a sala llena y es público joven que se sorprende de que el ballet no es aburrido. Si no fuera por el apoyo no sólo del Gobierno, sino de empresas públicas y privadas que nos han colaborado mucho, y agradezco que me han dejado, como artista y director, ser libre de elegir lo que se está haciendo, que no siempre pasa, pues la parte política se quiere meter en las decisiones artísticas.Es una compañía de 70 bailarines, en la que el Estado paga sus sueldos y mantiene la estructura del teatro. Pero todo lo que es gestión es privado, pues agiliza las cosas, a veces la burocracia lleva a entorpecerlas. Ofrecemos 90 funciones al año, giras nacionales e internacionales. Llegamos a 100.000 espectadores al año. Ya tengo organizado lo que será el 2016 y 2017 y organizando lo del 2018.[[nid:432508;http://contenidos.elpais.com.co/elpais/sites/default/files/imagecache/563x/2015/06/compania-de-bocca.jpg;full;{Julio Bocca dirige el Ballet Nacional del Sodre. Foto: Especial para El País}