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Crítica: 'Los ocho más odiados' de Quentin Tarantino

Con ‘Los ocho más odiados’, Tarantino insiste en las narraciones pausadas, los diálogos extensos, sobrepasando las dos horas de duración. Las piezas encajan a la perfección en una película que, aunque se demora en arrancar, premia a los espectadores perseverantes.

14 de febrero de 2016 Por: Claudia Rojas Arbeláez | Especial para GACETA

Con ‘Los ocho más odiados’, Tarantino insiste en las narraciones pausadas, los diálogos extensos, sobrepasando las dos horas de duración. Las piezas encajan a la perfección en una película que, aunque se demora en arrancar, premia a los espectadores perseverantes.

El ocho parece ser un número cabalístico para Quentin Tarantino. Llega a su octava película con una producción que tiene  por nombre ‘Los ocho más odiados’.  La historia que transcurre en un paraje retirado del estado de Wyoming, en días posteriores a la Guerra de Secesión y en medio de una tormenta de invierno.

En una época donde  cazar bandidos era una profesión rentable y en lugar donde refugiarse del invierno era la única manera de mantenerse vivo, encontramos a Marquis Warren (Samuel Jackson) solicitando un lugar en la carreta de John Ruth (Kurt Russell). 

Ambos, rivales caza recompensas, tiene su propia manera de afrontar su oficio. Mientras el primero prefiere entregar a sus presas muertas, el segundo se inclina  por llevarlas vivas y que sean ejecutados en el estado que las reclama.   Por eso viaja con Daisy Domergue (Jennifer J. Lee), una  bandida de la región.    

Poco después se les unirá otro hombre, quien se presenta ante ellos como Chris Mannix, Walton Goggins, futuro sheriff de Red Rock, el pueblo al que todos se dirigen.   Los cuatro pasajeros se desplazan en una carroza tirada por seis caballos en medio de los caminos helados y logran llegar a la reconocida mercería de Minnie, el único techo disponible de la apartada región,  justo a tiempo para resguardarse de una tormenta.     

Un ranchero mexicano   los invita a seguir.  Allí están otros tres hombres que, por lo visto, también han llegado hasta allí buscando refugio.  Vuelven y empiezan las presentaciones, el “¿quién eres tú?”, “yo te he visto antes” y las tensiones parecen  aflorar en una película donde, sin duda, el contexto histórico y social es más importante de lo que parece. 

Entonces ya ha transcurrido una hora de la película y aquello apenas está tomando forma.  A estas alturas  el espectador podría preguntarse si vale la pena que siga regalando su tiempo a una película que no parece estar muy dispuesta a seducirlo.  Y aunque los ingredientes para la trama ya están sembrados en una fórmula dramática y efectiva como es la condición de  encierro y los caracteres opuestos, parecen cocinarse a fuego muy bajo en una conflicto que sin duda reventará aunque no sabemos muy bien cuándo. 

Perseverar es un asunto personal.  Pero antes de levantarse de la silla es imposible no buscar un aliciente en la filmografía que precede a este director que en sus comienzos piso fuerte con películas como ‘Reservoir dogs’ (1992) y ‘Pulp fiction’(1994), y que probó suerte como productor y escritor de algunas películas ajenas. Después volvería a dirigir ‘Jackie Brown’(1997), ‘Kill Bill’( 1 y 2), ‘Bastardos sin gloria’ (2009) y ‘Django desencadenado’ (2012) .

Ahora, en ‘Los ocho más odiados’ Tarantino exhibe sus destrezas como guionista que sabe amarrar bien las tramas, dejando caer una a una las piezas del rompecabezas hasta el acto final, para sorprender al espectador en los últimos minutos.  También aparecen sus acostumbrados, y ya un tanto aburridos, diálogos extensos y cargados de información irrelevantes,  la sangre a borbotones y la frialdad del crimen.  

Sin embargo vuelve a arrastrar los problemas que ha traído a cuestas en sus últimas producciones y que pueden estar relacionados con la duración de sus narraciones.  El asunto que hace rato dejo de parecer una apuesta estética del director para convertirse en un verdadero problema.

Algunos dicen que todo empezó con la muerte de su montajista Sally Menke, quien había sido la encargada de seleccionar, cortar y montar el material rodado por el director, dándole prioridad a la narrativa y el ritmo.  Así lo acompañó en gran parte de sus proyectos, siendo ‘Bastardos sin gloria’ el último de ellos. Después de eso vendrían ‘Django desencadenado’ y ‘Los ocho más odiados’.

Al igual que las viejas películas de vaqueros, ‘Los ocho más odiados’ fue filmada en el formato de 70 mm o cinemascope, lo que permite mostrar una imagen más generosa en detalles, planos enormes donde no se escapa nada. 

El formato que se hizo popular en las viejas películas del género western, donde la inmensidad del paisaje, la travesía del vaquero y las grandes distancias eran definitivas, cobra especial importancia en una producción que sin duda recurre a los elementos primigenios del género de los chicos con amarras y las diligencias.   

De ahí que los vaqueros ambiciosos, rencorosos y armados que habitan esta  tierra agreste sean quienes sostienen la narración de una película donde la imagen del cinemascope se aproveche solo en determinadas secuencias en las que los caballos, la nieve y la inmensidad son protagonistas.   

Solo desde allí podría entenderse el porqué de la utilización del formato, pues ya en la cabaña donde se desarrolla gran parte de la historia, contada en cinco capítulos, podría resultar incómodo y poco creíble que la trama se desarrolle por escenas independientes, al mejor estilo teatral, en las que solo intervienen algunos de los personajes y los demás permanecen indiferentes. 

‘Los ocho más odiados’ sin duda prenderá las alarmas de los que aún quieren darle ese voto de confianza al Tarantino que los emocionó en sus inicios. 

Ese que sin duda ha dejado de existir y que no ha logrado volverse a conectar con su esencia. ¡Qué pena! pero ya el estilito nos empieza a cansar.

 El filme prenderá las alarmas de los que aún quieren darle ese voto de confianza al Tarantino que los emocionó en sus inicios.

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