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Código Enigma, la película nominada a ocho premios Oscar

‘Código Enigma’ es el nombre que en su momento recibió el ‘lenguaje’ secreto que utilizaron los nazis para comunicarse. Así también se llama la película dirigida por Morten Tyldum, y que está nominada a ocho premios Oscar.

22 de febrero de 2015 Por: Por Claudia Rojas Arbeláez l Crítica de cine de Gaceta

‘Código Enigma’ es el nombre que en su momento recibió el ‘lenguaje’ secreto que utilizaron los nazis para comunicarse. Así también se llama la película dirigida por Morten Tyldum, y que está nominada a ocho premios Oscar.

Con el correr de los años, la historia (y la reina de Inglaterra) le harían justicia a Alan Turing, aquel matemático genial que, en su momento, logró descifrar el código secreto con el que los nazis se comunicaban durante la segunda guerra mundial. El hecho que le llevó varios años de investigación, perseverancia y enemigos, se convirtió en el primer peldaño de la informática moderna y en la consagración de su carrera. Sin embargo, en su sexualidad llevaría su condena y pronto los pueblos, que no tienen memoria, olvidarían los favores recibidos por parte del genio, obligándolo a someterse a un tratamiento químico que aplacara sus pulsiones sexuales más primarias. Turing, sin poder soportar tal castigo, terminó suicidándose dos años después. Su muerte sin embargo fue poco lamentada y solo hasta hace unos cuantos se le eximiría de los cargos por lo que fue condenado en aquel entonces y que solo se basaban en conductas sexuales.La película ‘Código enigma’, dirigida por Morten Tyldum, tiene ocho nominaciones a los premios Oscar y es fácil suponer porqué. Esta producción, que tiene esos ingredientes melodramáticos que resultan tan atractivos para la academia, como tener por protagonista a un homosexual sufrido, envuelve al espectador sensible en sus escenas maniqueas y cargadas de un sentimentalismo innecesario. El resultado, por supuesto, complace no solo al solidario que se conmueve con causas ajenas y también crea conexión con el justiciero, con ese que sale de la sala expresando su rabia y sus juicios morales en contra de las ‘ironías de la vida’. Por eso no resulta una sorpresa, sobre todo cuando consideramos que esta película se mueve con indecisión entre la relevancia científica que resultó ser la invención de una máquina con la que intentaban descifrar el famoso código enigma con el que se comunicaban los alemanes y la vida personal de un genio que, tal vez, decidió volcar su frustración sexual en su obstinada manera de trabajar. Y uniendo estos dos propósitos, que no se contradicen sino que se complementan, está la fidelidad histórica que es en definitiva la mayor apuesta de esta producción. Entonces puede comprenderse porqué la película cuenta un poco de lo uno y otro tanto de lo otro, escogiendo los momentos más álgidos, pero sin dejar espacio a la introspección ni a los conflictos internos, que son en definitiva los que nos permiten conocer un poco más al protagonista. Entonces muchas cosas quedan en la sola exposición, en la información dictada, expuesta y no sugerida, mucho menos sorpresiva. De esta manera, ‘Código enigma’ no le hacen justicia ni al personaje complejo que seguramente fue Turing y mucho menos a su peso histórico. Además presentan de manera simplista y casi accidental, la creación de esta máquina que tenía como principio imitar los códigos nazis para poder descifrarlos. Y mientras tanto las manipulaciones de la información, las presiones del gobierno y la vida personal intentando sobrellevarse, así como una propuesta de matrimonio conveniente, la traición del amigo y el descubrimiento del primer mensaje. El Alan Turing interpretado por Benedict Cumberbatch (‘Doce años de esclavitud’ y ‘El hobbit’) que hasta ese momento ha actuado como el genio incomprendido y que con su caminar rarito que nos recuerda a personajes como John Nash (‘Una mente brillante’, interpretado por Rusell Crowe), decide actuar como la máquina misma y jugar de la misma manera que los de su medio. Imitando el actuar frío del medio despiadado en el que se mueve, transformando aquellos viejos complejos de infancia que emergen cobijados bajo el manto de la soberbia. Justificándose en el beneficio de la causa, dispuesto a sacrificar unos cuantos. Sin imaginar jamás que la vara con la que mida, será medido. Y así, una situación se suma a otra y a otra más, convirtiendo a ‘Código enigma’ en una cadena de eventos vertiginosos que intentan resumirse en dos horas. Intentando abarcar mucho de un solo mordisco. Siendo así, sabrán perdonarme, como ya están acostumbrados a hacerlo aquellos con los que a veces difiero, pero esta película no solo no cumple su promesa sino que se agota en su intento irresponsable de abordar la faceta humana del matemático. Apenas asomándose en sus esferas íntimas. Dos argumentos me servirán de pilares para sostener mi premisa. El primero es el herraje dramático que se utiliza en su narración, bastante polarizado por demás, dándole demasiado peso a la homosexualidad de Turing. Para hacerlo, los paseos a la infancia son constantes sin otro aparente propósito que mostrarnos el nacimiento de su homosexualidad. Esta larga secuencia de inocencia infantil, intercalada con la realidad, que por ratos parece ser más un asunto de morbo, solo cobra relevancia cuando se explica que la máquina que creó lleva el nombre de aquel primer amor, Christopher. Y el segundo, la ligereza con la que se aborda y resuelve todo el asunto, precipitando en un par de secuencias, una situación que sin duda es uno de los puntos más álgidos de la vida de Turing: su castración química. *@kayarojas Docente Universidad Autónoma de Occidente

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