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Beatriz Fernández, fundadora de Crepes and Waffles. | Foto: Foto: Especial para El País

GASTRONOMÍA

Las inspiradoras lecciones que nos compartió la fundadora de Crepes & Waffles

Beatriz Fernández, fundadora de Crepes & Waffles, empresa que este mes cumple 30 años de presencia en Cali, se alía con productores del Pacífico para preservar los bosques y hacer del cacao una moneda de paz.

4 de agosto de 2019 Por: Paola Guevara | Editora de Cultura, Tendencias y Espectáculos de El País

Mucho se ha dicho que Crepes & Waffles, empresa familiar 100% colombiana, con 39 años de tradición, inició en un pequeño garaje bogotano decorado con dos micos de peluche.

Que hoy tiene más de 5.600 empleados pero nació como la aventura emprendedora de una joven pareja enamorada, conformada por Eduardo Macía y Beatriz Fernández.

O que la receta de los waffles fue extraída de un libro inglés y un día, al inicio, una clienta bogotana llamada Manuelita Durán dijo que los waffles eran “terribles” y les regaló la receta que hoy se utiliza -con un éxito rotundo- en todos los puntos de venta.

También es sabido que la organización, que este mes celebra 30 años de presencia en Cali, se ha expandido a lo largo de la geografía nacional con 92 locales y presencia internacional en España, México, Panamá, Ecuador y Chile.

Pero lo que resulta más sorprendente es que no se han conformado con dar a sus empleados medicina prepagada, programas de vivienda propia, capacitación constante y un clima laboral donde desterrar el racismo y apoyar a las madres cabeza de familia es filosofía esencial.

Están dedicados, como si fuera poco, a convertir el cacao, la vainilla y otros productos en la nueva moneda de cambio de la paz.

Porque si el cacao de Tumaco es rentable, se le resta poder a los cultivos de coca; si el cacao triunfa en forma de helado Dulce Tumaco y Chocolatadas, se preserva la selva, que es el corredor natural del tigrillo, el tití y otras especies; y de paso se preserva el bambuco, pues los instrumentos de este ritmo tan colombiano se fabrican con los materiales que dona la selva viva.

La compañía estableció una alianza con Cacao Hunters y le compra a las organizaciones locales Cortepaz, Corpoteva y al Consejo Comunitario Bajo Mira, el cacao fino que resultó ganador en salones de chocolate de París, Tokio y Nueva York.

La mora cultivada por las familias Nasa del resguardo Mosoco del oriente del Cauca, es la materia prima para la elaboración de helados y salsas. Los vegetales orgánicos son sembrados en el corregimiento de Bitaco, La Cumbre... Y mencionar la lista completa de este menú nacional nos tomaría varias páginas.

Para Fernández los productos no son productos, las frutas no son frutas, los vegetales no son vegetales, sino vías para sacar adelante a comunidades apartadas que necesitan integrarse a la economía lícita, al progreso, a la resistencia pacífica.

Porque no es cuestión de glifosato y modificación genética, sino de carreteras, de educación, de oportunidades, de alternativas rentables y orgullo por los productos nativos.

Ya no caben las variedades nuevas de helado de Crepes & Waffles en sus neveras, pero siguen sacando cada dos meses nuevos sabores para ayudar a los productores locales a rentabilizar frutos exóticos, verdaderos tesoros colombianos que, si venden, se ganan un espacio en la carta.

A propósito de estos y otros temas hablamos con Beatriz Fernández, quien celebra por estos días la apertura -un 11 de agosto de 1989- del primer local de Crepes & Waffles en Cali, en el barrio Santa Mónica. “Muchos me preguntan si soy caleña, es que parezco, pero en realidad soy de todas partes”, dice.

Inevitable hablar de los inicios, porque 30 años en Cali y 39 años en total no se celebran todos los días...

Empezamos en el garaje de una casa en Bogotá. Éramos unos adolescentes, estudiantes de administración de la universidad Cesa, Lalo y yo. Lalo (Eduardo Macía) es mi compañero de fórmula, mi esposo, mi exesposo, ya no sé ni cómo presentarlo (risas). Él ha sido el cocreador, el socio fundador, el cómplice. El gerente de negocio es él. Y yo me encargo de la gerencia creativa, la filosofía, los sueños de las mujeres y los proyectos del corazón. Conocí las difíciles condiciones de vida con que llegaban los empleados porque desde el comienzo me tocó trabajar mano a mano con ellos. Yo hacía crepes, creaba los productos, les daba el toque... y me enteraba de sus problemas.

Cali fue el tercer paso...

Primero fue Bogotá. El segundo paso fue Cartagena, y el tercero Cali. Hoy estamos en Medellín, Manizales, Pereira, Barranquilla, Santa Marta, Cartagena, Villavicencio, Bucaramanga, España, Panamá, Chile, México.
Estuvimos en Perú y Brasil pero fueron intentos fallidos, no por Crepes sino porque se requiere tener buenos administradores que sigan la filosofía, que tengan el corazón de todos nosotros... y la disciplina, porque esto es de constancia, de superar el cansancio, el llanto y todos los obstáculos, que no son chiquitos sino grandes. Esto no es solo ¡simsalabim!, un acto de magia. Somos un motor muy fuerte y un ejemplo vivo de que sí se puede humanizar y espiritualizar la economía.

Hubo una entrevista televisiva que le dio un gran empujón inicial...

José Fernandez Gómez, el periodista español, nos visitó y pidió un crepe de espárragos con helado de fresa. Yo le sugería otras cosas, y él decía “quiero espárragos con helado de fresa porque me da la gana”. Al final me invitó a su programa en Inravisión. Dijo “vas tú sola, sin tu marido, porque me da la gana”. Yo muerta del miedo descubrí por qué a los dibujitos animados les salta el corazón bajo la blusa.

¿Qué pasó en esa entrevista?

Dijeron “3, 2, 1, grabando”, y justo en ese momento lo llamaron a atender una llamada. Cuando él se paró vi un libro señalado. Una página decía “el logaritmo de un crepe”, me lo aprendí de memoria. Otra página decía “el espesor un de crepe”, y aprendí la respuesta también. ¡Me habría corchado! Cuando él regresó me preguntó el logaritmo y lo recité, luego preguntó el espesor del crepe y yo dije “3 milímetros cúbicos”. Y él, sorprendido. La entrevista fue muy simpática pero aguda, allí conté toda nuestra historia.

¿Qué reacciones hubo?

Al día siguiente el rector del Cesa me sacó de clases, tiempo atrás él me había dicho “¿cuatro años de carrera para terminar como vendedora de mostrador?”, lloré mucho por esa frase. Y cuando mi papá se quebró fue como si creyeran que me atacó la peste. Pero después de ver la entrevista en televisión el doctor Rocha (rector del Cesa) me llamó a su oficina, estaba con un ministro y dos señores elegantísimos, y me dijo: “Niña Betty, ha dejado usted muy en alto el nombre del Cesa”. Yo tenía dos colitas en el pelo, tenis y jeans, y le dije: “Mire a dónde está llegando su vendedora de mostrador”.

Él se puso rojo y me dijo “La venganza es dulce”. Respondí: “Tan dulce que me sabe a crepe de arequipe”, y me fui feliz. Eso me potencializó. Entendí que el alma de la gente es pura y no hay que dañarla, eso me ha servido para llenar de valores y vida a mi gente, para enseñarles a creer en sí mismos.

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¿Cuál fue la influencia de su padre?

Mi papá importaba licores y productos de lujo que no se conseguían aquí. Yo les vendía a los profesores y a mis compañeros de universidad pistachos, foie gras, champañas finas, arenques, toda la majestuosidad. Les preguntaba “¿Cuánto se quieren gastar en lujo?”, y yo armaba las cajas y se las llevaba con whiskey, Dom Perignon, chocolates daneses con coñac, etcétera. En la entrevista de televisión José Fernández Gómez me preguntó: “¿Una administradora cargando cajas?”. Y le respondí: “Uno le da la categoría a lo que hace”.

¿Qué aprendió de la quiebra de su papá?

Me sobrepuse a la ‘peste’ de la quiebra de mi papá, que tenía a su cargo una esposa y cinco hijas, seis mujeres en total. Papá murió hace 20 años, fue una pérdida inmensa, él está presente en otro plano porque todos los días lo recuerdo. Es impresionante la fuerza que él me dio, el orgullo que sentía por sus hijas. Siempre me decía “a ti no te voy a dejar nada de herencia porque tú eres capaz, a tus hermanas sí les voy a dejar porque son buena vida” (risas). Los valores y principios de mi papá eran de mucha fuerza, él era un visionario de Fredonia, Antioquia.

Creía en el poder de la mujer...

Claro, él era un revolucionario de la época. Traer productos gourmet cuando no se usaba... desde el año 72, imagínense. En las fiestas servía papas richie con caviar y sour cream. Era muy humano y ayudaba a todos, su generosidad era extrema; tenía en la casa botellas de un metro de alto, de vinos italianos, y si la gente decía “qué botella tan divina” él respondía “es tuya, te la regalo”. Mi papá con su generosidad extrema me mostró, también, que hasta la generosidad tiene un límite. Él abastecía ancianatos enteros, llevaba bultos de comida, camionetas refrigeradas llenas de pollo congelado. Si mi papá no se hubiera quebrado, quizá yo no habría sido tan humana, porque me tocó mano a mano compartir el cansancio de mis empleados, los pies adoloridos, pasar de largo sin comer, todos comían menos yo. Pero igual que mi padre, me encanta que la gente se deleite, ser generosa en los platos y servirlos como una obra de arte, porque todo consiente el alma de los clientes. Pueden tener problemas pero allí la vida es más bonita. Mis empleadas también pudieron ver que la vida es bella. Siempre me encargué de crear belleza, en la gente, en los productos, en el planeta. Las mujeres somos creadoras de belleza.

El aporte al Valle

En Cali, Crepes & Waffles genera 589 empleos directos para la región, de ellos el 90.59% son mujeres cabeza de familia, quienes laboran en 12 puntos de venta: 9 restaurantes y 3 heladerías.

En la cocina principal de esta ciudad se fabrican todos los productos para surtir los locales, como conos, galletas, chocolates, helados y salsas.

En la región hay vinculados 82 proveedores de frutas, verduras, carnes y otros, negocios que se han fortalecido a través de su relación comercial
con Crepes & Waffles.

La nueva generación de la compañía está representada en los tres hijos de los fundadores, Natalia, Paola y Felipe, integrados en diferentes áreas.

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