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Juan Esteban Constaín, escritor caucano. | Foto: Colprensa

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Juan Esteban Constaín revela las claves de su fascinante libro sobre Álvaro Gómez Hurtado

El escritor caucano publicó ‘Álvaro, su vida y su siglo’, una revisión desde la admiración y la crítica de las ideas del lider conservador.

25 de agosto de 2019 Por: Yefferson Ospina / Periodista de El País

1. El héroe conservador

“La historia es la biografía de los grandes hombres” escribió el historiador escocés Thomas Carlyle al referirse a aquellos hombres cuya historia personal es también un fragmento de un destino colectivo.

Es probable que el libro ‘Álvaro, su vida y su siglo’, escrito por el historiador, literato y amante irracional de The Beatles, The Rolling Stones y el fútbol, Juan Esteban Constaín, haya sido concebido siguiendo esa premisa, aunque de un modo inconsciente, porque es justamente un libro que busca entender un país a través de una de sus figuras fundamentales.

El libro, que es a la vez un ensayo histórico y una especie de biografía, es ante todo una revisión crítica de las ideas políticas de una de las personalidades más denostadas y admiradas de la historia de Colombia en el Siglo XX: Álvaro Gómez Hurtado.

Conservador innegociable, hijo de Laureano Gómez, derrotado perenne en su carrera a la Presidencia, la figura de Gómez Hurtado es imprescindible para comprender tanto la violencia como la frágil paz en la segunda mitad del Siglo XX en Colombia.

¿Quién fue, más allá de las injusticias que los lugares comunes de la historia le han endilgado?

Constaín, quien en su infancia lo despreció para seguir el ejemplo de su familia liberal, luego se rindió ante la fascinación de aquella figura aún poco comprendida y ahora, en el centenario de su nacimiento, entregó este libro que es tanto una revisión de la figura de Gómez Hurtado como una breve reescritura de un fragmento de la historia del país.

¿Cuál es el origen de este libro?

Creo que tiene que ver con varias razones, pero especialmente, por un lado, con el vínculo de gran afecto que tengo con la familia de Álvaro Gómez Hurtado y, por otro, con la admiración profunda que siento por su obra. Puedo decir que llevo alrededor de 20 años estudiando el pensamiento de Álvaro Gómez Hurtado y por cuenta de esa pasión por su figura y su legado establecí una relación muy especial con Margarita Escobar, viuda de Gómez Hurtado, quien me acogió como un nieto adoptivo suyo. Pero creo que para hablar del germen concreto de este libro hay que pensar que en mayo de este año se cumplió el centenario del nacimiento de Álvaro Gómez y con su hijo, Mauricio Gómez, decidimos realizar una edición de las obras selectas de su pensamiento.

Se trataba de una edición de lujo publicada por Villegas Editores, para la cual yo iba a realizar un ensayo introductorio sobre la figura de Álvaro Gómez Hurtado y ese ensayo, que iba a ser de unas 30 páginas, terminó siendo este libro, que es de más de 400 páginas.

Usted cuenta en el libro que en su infancia tuvo una relación de aversión por la figura de Gómez Hurtado, entre otras cosas porque usted nació en una familia liberal y él era conservador. ¿Cuál fue el punto de quiebre para cambiar su percepción?

Yo hago parte de una generación que, de un modo un tanto pendejo, llamo ‘Los naranjitos’, que somos quienes nos acordamos del Mundial España 82 y de su mascota, que era una naranja. Para esa generación Álvaro Gómez Hurtado siempre estaba muy presente en muchos debates, opinando en programas de televisión, en la radio, en los periódicos, y a la vez era una figura fascinante. Álvaro Gómez además de ser muy elocuente era también muy histriónico y sus intervenciones de alguna manera nos fascinaban. Yo recuerdo muy bien que en 1986, en la campaña por la Presidencia entre Virgilio Barco y Álvaro Gómez, mi abuela solía decir “lástima que Álvaro Gómez sea tan inteligente”, y eso era muy paradójico para mí, porque de algún modo una virtud, la de la inteligencia, adquiría un sentido negativo. Con el tiempo me empecé a interesar mucho por la historia política de Colombia y buscando libros y leyendo sobre el tema un día me encontré en una librería del centro de Cali, en donde se venden libros viejos, de segunda, con una recopilación de los discursos de Álvaro Gómez. Fue con ese libro que empecé a descubrir su profundo pensamiento y más adelante me encontré, también en una librería del centro de Cali, con el libro ‘La revolución en América’, que es una de sus obras más fascinantes. Cuando leí este libro ya no hubo vuelta atrás en mi apasionamiento por todo su legado.

¿Cuál es el rasgo que más fascinación le despierta en Gómez Hurtado?

La posibilidad de encontrar una figura conservadora que a su vez fue muy subversiva. Hay sociedades en las que la rebeldía está institucionalizada y otras en las que el conservadurismo es muy fuerte y en ese contexto las ideas de Álvaro Gómez, aquello que él llamaba ‘El talante conservador’, eran muy subversivas con la sociedad colombiana del Siglo XX. Esa paradoja es muy fascinante para mí: que él, perteneciendo al establecimiento, fuera también un crítico muy agudo del mismo, al que de hecho llamaba “el régimen”.

Y de esas ideas, ¿cuál le parece la más vigente?

La reivindicación de la justicia como el valor esencial de la sociedad, esa era su gran bandera. Los principios rectores de la administración de la justicia de la Constitución de 1991 fueron redactados por él. Otra de las ideas interesantes era su tesis de que Colombia tiene un destino precario por no ser ambicioso a la hora de construir un proyecto político y económico para aprovechar todos sus recursos. Él decía que el país necesitaba desarrollo y planeación de ese desarrollo para salir de su destino precario, ideas que eran muy avanzadas para su época.

Gómez Hurtado, al igual que su padre, fue protagonista de La Violencia en Colombia, ¿cómo manejó eso para el libro?

Este es un libro cuyo propósito es contextualizar y explicar mejor a Álvaro Gómez, lo que a su vez implica también explicar a Laureano Gómez, su padre, pero no es una apología, no quiere lavar su imagen, sino que también habla de sus excesos y sectarismos, pero vistos dentro de los excesos y sectarismos de La Violencia, tanto de conservadores como de liberales. Laureano y Álvaro no fueron los mayores responsables de aquella guerra civil no declarada que se llama ‘La Violencia’, sino que lo fueron todos los líderes de ambos lados.

Lo que sucede es que la narrativa oficial de ese periodo, construida muchas veces por el liberalismo, logró descargar solo en ellos dos la culpa y la responsabilidad de esa tragedia colectiva, y esa narrativa sigue vigente en los prejuicios de muchas personas, que incluso sé que no leerán el libro porque aún siguen inmersos en esa idea. Un rechazo que a su vez es un gesto de sectarismo extremo.

¿Hubo en Álvaro Gómez arrepentimiento y reflexión alrededor de su papel en el conflicto entre liberales y conservadores en el siglo pasado?

Sí, claro que lo hubo y se manifestó sobre todo en el Frente Nacional que, pese a todos los defectos y todas las críticas que se le han hecho, fue un proceso de paz para acabar con la violencia, un proceso que exigió un acto de contrición, de aceptación de la culpa y de la responsabilidad de esos años brutales. Él se arrepintió de sus excesos y luego fue un defensor de la paz del Frente Nacional. Después de eso desarrolla el que a mi parecer es el legado más importante que nos dejó de su pensamiento y de sus ideas. Todo ese proceso lo llevó a su vez a firmar la Constitución de 1991 con los guerrilleros que en la víspera lo habían secuestrado.

Una de las cosas que usted dice de Álvaro Gómez Hurtado es que fue el mejor estadista que ha tenido Colombia. Estadista es un adjetivo que se le ha aplicado a muchos líderes sociales, pero que parece no decir mucho. ¿Qué significa eso en el caso de Gómez?

Que fue un hombre de Estado en todo el sentido de la palabra, un hombre que tuvo la conciencia plena de los resortes que han de mover un Estado y que desde las ideas pudo incidir en ese Estado.

Álvaro no era un estratega de la política y quizá por eso no fue un político exitoso. Él solía decir que uno hace política y hace elecciones, y
que a él lo que le gustaba era la política, porque su obsesión estaba en las ideas.

Sobre Álvaro Gómez

“Hay que explicar su figura, narrarla con sus luces y sus sombras, como las tiene todo el mundo. Porque además en ella, a través de ella, de manera privilegiada, se revela también una historia del Siglo XX colombiano y mundial: un destino que convive con los hechos capitales que marcaron la historia contemporánea aquí y en todas partes. Pero un destino a contracorriente, eso es lo interesante, eso es lo mejor, un alma que se forjó en el combate y en la lucha por sus ideas y creencias...”.

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2. Humor erudito

Se puede decir que la paradoja es uno de sus signos. Juan Esteban Constaín nació en 1979 en Popayán, en el seno de una férrea familia liberal y, sin embargo, uno de sus heroes intelectuales -el propio Álvaro Gómez Hurtado- fue una de las figuras más eminentes del conservadurismo colombiano.

Y las paradojas se extienden.

Juan Esteban Constaín es uno de los escritores más eruditos que tiene el país. Estudió historia en el Reino Unido y luego cursó una maestría en la Universidad de Venecia. Sabe latín y griego, como alemán, inglés e italiano, y puede sostener una conversación sobre los más importantes historiadores griegos como sobre el último clásico entre Millonarios y Santa Fe.

Es un intelectual que igual se rinde a algunas irracionalidades evidentes. Como el fútbol, por ejemplo.

En 2004 publicó un libro de relatos titulado ‘Los mártires’, cortas historias plagadas de humor protagonizadas por sus héroes literarios; en 2007 publicó ‘El naufragio del imperio’, a partir de una anécdota de un grupo de hombres que quiso buscar a Napoléon en Europa para que viniera a América Latina a crear un nuevo imperio. A esa novela la siguió ‘Calcio’, que es la historia del primer partido de fútbol de la historia de Europa, y en 2014 publicó ‘El hombre que no fue jueves’, en un claro homenaje a Gilbert K. Chesterton, otro de sus escritores más admirados.
Cada uno de esos libros tiene su marca propia: la erudición del historiador que conoce con propiedad su materia narrativa pero que no se rinde ante las tentaciones de la elocuencia sino que prefiere el paganismo del humor.

Constaín es exactamente eso: un erudito que comprende que una de las mejores armas contra el academicismo y el aburrimiento del esnobismo es el humor.

Por ejemplo. el pasado 21 de agosto publicó una columna de opinión en la que hizo una especie de reseña de uno de los ensayos del memorable Jhonatan Swift, ‘Una modesta proposición’.

En realidad, lo que hizo fue burlarse de la portada de ese libro, en la que aparece un hombre de rodillas frente a una mujer vestida de rojo aparentemente pidiéndole matrimonio, cuando se trata de la satírica propuesta de Swift para acabar con el hambre en Irlanda, diciendo que se podría hacer si los campesinos pobres cocinan a sus bebés...

Pudo escoger hacer gala de su conocimiento del autor irlandés para vapulear al editor del libro. Pero prefirió el humor para preguntarse cómo ilustraría ese mismo editor la Biblia o el Kamasutra.

Ese es su talante, el de un heredero liberal admirador de un conservador que ama tanto a The Beatles como a The Rolling Stones y que cuando habla de poesía francesa, digamos, puede siempre hacer un chiste sobre Rimbaud.

Cuando la lectura lo cansa, toma su guitarra Telecaster 62 y se imagina que es Keith Richards.

3. Humanista posmoderno

Su libro más conocido es ‘el hombre que no fue jueves’, que parte del título de un relato del cuentista inglés Gilbert K. Chesterton.

Con él ganó en 2015 el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana, uno de los más importantes en los últimos años en el país.

Y entre los menos conocidos quizá se cuente ‘Ningún tiempo es pasado’, un conjunto de ensayos tan diversos como entretenidos y lúcidos, que atraviesan temas como la Primera Guerra Mundial, el Día D, el asesinato de Rafael Uribe Uribe, la batalla de Waterloo, el viaje de Humboldt a Colombia, la vida cultural del Café Windsor o la locura de Syd Barrett (el mítico fundador de Pink Floyd).

Y se sabe también que muchas de sus investigaciones están en el campo de la Filología Clásica. Es, digamos, un humanista posmoderno: un hombre que lo quiere saber todo, que lo intenta escudriñar todo.

Entre sus autores favoritos figuran Borges, Montherlant, Wilde, Rimbaud, Fernando Vallejo, Nicolás Gómez Dávila, Virgilio, Dante, Joseph Conrad, Stevenson; pero también tiene entre sus heroes a Bob Dylan, Maradona y Messi.

Es que es también un amante vehemente del delirio del fútbol que procura jugar dos veces a la semana un partido en cancha sintética.

“Es que el fútbol es una metáfora perfecta de la vida. Tiene la presencia del genio, la del talento, la del destino, la del azar. Y el fútbol también es el único proyecto verdadero de nación que tenemos”, le dijo en una entrevista a Margarita Vidal.

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Por otro lado, sin embargo, admite que el cine no es uno de sus mayores intereses. La semana pasada vio en Berlín ‘Yesterday’, aquella película en la que el mundo entero ha olvidado a The Beatles y solo un hombre los recuerda.

Fue con sus hijas, que viven en la capital de Alemania, en donde él pasa “la mitad del año en módicas sumas de tres meses”. Pero ver ‘Yesterday’ fue más bien un ejercicio de paternidad: va al cine sobre todo porque a sus hijas les gusta, así que hubo un tiempo en que vio toda la programación de cine infantil estadounidense.

Enseña en la Universidad del Rosario, suele dictar conferencias sobre temas como el Romanticismo, el Renacimiento, la historia de la Iglesia y es un comprador compulsivo de libros. Su biblioteca puede contar más de 3000 volúmenes y uno de sus delirios es tener un casa cuyas paredes y columnas y mesas y hasta cama sea de libros, incluyendo algún par de viejos volúmenes que sirvan como portavasos.

El pasado viernes, justamente, acababa de llegar de Alemania y estaba leyendo ‘Tiempo de magos’, una historia de filósofos alemanes del Siglo XIX. Es posible que hoy vea un partido de fútbol y en la noche decida intentar otro ‘riff’ en su guitarra.

Sus libros

  • ‘Los mártires’
  • ‘El hombre que no fue jueves’.
  • ‘Ningún tiempo es pasado’.
  • ‘Álvaro, su vida y su siglo’.

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