José Zuleta: el arte del cuentista reunido en el libro ‘Sol bajo la lluvia’, que presentará en el Oiga Mire Lea

Para alegría de sus lectores, José Zuleta ganó en 2022 el Premio Nacional de Literatura, en la categoría de novela, del Ministerio de Cultura, por ‘Lo que no fue dicho’, la conmovedora historia de lo que no alcanzó a contarle a su madre antes de que ella muriera.

Dos años después, en 2024, publicó ‘Una versión de los hechos’, que sería su segunda novela, por completo distinta a la anterior, en la que narra un triángulo amoroso de personajes que se escriben y leen como un taller literario, que es el mismo libro que leemos.

Además del autor, estas novelas comparten una característica que, en gran medida, contribuye al gozo de los lectores y es la capacidad de José Zuleta para contar maravillosos cuentos dentro de sus grandes historias, porque, ante todo, su genio literario es el de un consumado cuentista.

Por eso, la reciente publicación de ‘Sol bajo la lluvia’, su libro de cuentos reunidos, es una oportunidad para descubrir las historias breves que el escritor viene labrando con paciencia de orfebre desde hace 40 años.

No en vano, en 2009, mucho antes de consagrarse como novelista, José Zuleta ya había ganado el Premio Nacional de Literatura, en la categoría de cuento, por su libro ‘Ladrón de olvidos’, cuyos relatos están en el volumen compilatorio.

Diálogo con el escritor antes de presentar ‘Sol bajo la lluvia’, este domingo, 14 de septiembre, a las 4:00 p. m. en el Auditorio Diego Garcés Giraldo de la Biblioteca Departamental, en el marco del Festival Internacional de Literatura Oiga Mire Lea.

— En los últimos años su reconocimiento está centrado en la novela, pero ¿qué importancia tiene el cuento en su trayectoria como escritor?

Soy un cuentista primero que todo y considero que en la formación como escritor el cuento es una gran escuela para narrar. En mi caso, sé cuentos desde muy temprano. Publiqué un cuento a los 20 años en una revista de aquí y luego fui escribiendo más cuentos poco a poco durante toda mi vida.

El primer cuento de este libro es de 1985, recuerdo que por primera vez lo publicó una revista de unos profesores de la Universidad del Valle que se llamaba La Secta del Cuchillo y el Coraje, y fue para el aniversario número 50 de la muerte de Gardel.

Entonces, yo quise contar el accidente de Gardel desde la voz de uno de los accidentados, que fue mi abuelo, que también murió ahí.

Y desde ahí comencé a publicar cuentos esporádicamente y seguí escribiendo con más regularidad durante tres décadas, reuniéndolos en libros que han ido apareciendo a través del tiempo, cinco libros y una antología. Así que soy cuentista antes que todo.

— En sus cuentos así como descubrimos historias sorprendentes, también dejan una resonancia poética que va más allá de la trama, ¿qué importancia tiene la poesía en la narración?

La poesía no son los versos, es una herramienta. La poesía es una manera de mirar el mundo y cómo el lenguaje enfrenta al mundo con todas sus posibilidades, teniendo muy en cuenta que las palabras son música, son entes fónicos, sonidos. Entonces, eso para mí ha sido siempre muy importante.

Hay que tener en cuenta que cada palabra importa y que una al lado de otra suenan juntas de cierto modo, y que una frase tiene su ritmo, todo eso tiene que ver mucho con la poesía, y lo que yo he hecho es formarme leyendo poesía.

También intenté escribir poesía, en varios libros, pero sobre todo leo poesía siempre. Además, soy muy amigo de buenos poetas que me ayudaron, como Horacio Benavides, por ejemplo, que es muy buen lector y siempre me recomendaba poesía.

Estuve en grupos de lectura en voz alta, uno de ellos funcionó 15 años y nos reuníamos a leer poesía en voz alta, pero no a engolar la voz ni a dramatizar la poesía, sino a hacer una lectura que fuera lo que el texto estaba diciendo, donde lo importante no era el que leía el poema, sino el poema mismo. El poema es el que pone el tiempo, el que pone la música y uno simplemente es un ejecutor, el instrumentista del poema. Eso también forma. Eso va creando oído.

Y yo me enfrentaba a la poesía así, aprendiendo que cómo se maneja la herramienta del escritor, y quienes mejor las manejan son los poetas. Son los que más se arriesgan con ellas, los que más locuras hacen con ellas, los que más juegan con las palabras. Entonces, para mí, la poesía es una despensa del narrador.