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A sus 12 años, Francisco Vera Manzanares, el niño ambientalista y activista ecológico, se ha convertido en una inspiración para Colombia y el mundo. Acaba de publicar su primer libro, donde enseña cómo cuidar nuestro planeta. | Foto: Foto: cortesía para El País

MEDIO AMBIENTE

Francisco Vera Manzanares, el niño ambientalista que es la voz de la ecoesperanza

A sus 12 años, Francisco Vera Manzanares, el niño ambientalista y activista ecológico, se ha convertido en una inspiración para Colombia y el mundo. Acaba de publicar su primer libro, donde enseña cómo cuidar nuestro planeta.

20 de marzo de 2022 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, reportero de El País

Cada nombre es un destino. Pero el sábado, 18 de julio del 2009, cuando Ana María Manzanares Méndez trajo al mundo a su primer y único hijo, aún no estaba segura de cuál llevaría su pequeño. Javier Alejandro Vera Gómez, su esposo, había propuesto que lo llamaran Francisco, y aunque para ella sonaba “a nombre de viejo”, apelando a su sensibilidad ecológica, él insistió en que, precisamente, Francisco de Asís era el santo de los animales y la naturaleza, y sería bello que el hijo de ambos creciera bajo esa figura tutelar. Solo cuatro años después, el sacerdote porteño, Jorge Mario Bergoglio, escogería el mismo nombre para asumir su cargo como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica.

Doce años después de su nacimiento, cuando alguien pregunta a Google por “Francisco el ambientalista”, el buscador no se confundirá en ningún momento con el Papa Francisco, sino que encontrará más de 2 millones de referencias en las que aparece la figura de 1.39 metros de estatura, rostro siempre sonriente, enmarcado por unos gruesos lentes que lleva desde los 4 años —cuando le diagnosticaron astigmatismo—, del colombiano Francisco Vera Manzanares, quien a su corta edad se ha convertido en el activista más querido de la lucha contra el cambio climático en Colombia.

Desde muy temprano en su vida, Francisco sintió una fuerte conexión con la naturaleza, en parte debido a que cuando tenía 2 años sus padres se trasladaron de Bogotá, su ciudad natal, al municipio de Villeta (Cundinamarca), donde creció en medio del campo cundiboyacense y rodeado de animales silvestres, en la finca de sus abuelos. Allí sus padres empezaron a observar el don que Francisco tenía para identificarse con su entorno.

“Cuando teníamos unos patos en la finca, la pata había puesto huevos y cuando terminó de incubar vimos que además de unos paticos, nació un pollito. Quedamos muy asombramos, entonces Francisco, que tendría como unos 5 o 6 años, nos dice que él había metido un huevo de pollo ahí para hacer un experimento, que incluso la pata lo había picado. Y la pata terminó criando el pollo como si fuera de ella, tenemos videos de la pata y su pollito”, recuerda su madre.

Otra sorpresa fue cuando Francisco, ya con 9 años y mientras vivían en un conjunto residencial, la llamó a su oficina para pedirle permiso de crear un movimiento infantil para proteger y defender el medio ambiente, “haz lo que quieras”, le respondió ella, sin reparar en las posibilidades de esa autorización.

“Cuando llegué por la noche, había convocado a un grupo niños para una marcha en el parque del pueblo. Aunque mi esposo le dijo que no podía salir del conjunto, Francisco primero hizo una marcha allí mismo y, al otro día, se fue conmigo y otros niños para la calle”.

Así nació el movimiento Guardianes por la Vida que promueve acciones para mitigar el impacto del cambio climático, y al que actualmente pertenecen 450 niños de Colombia y otros países como México y Argentina. A su vez, Guardianes por la Vida está vinculado con Fridays For Future, el movimiento de la activista sueca Greta Thunberg.

En muy poco tiempo, el activismo de Francisco, que inició con intervenciones y campañas de ambientales en su comunidad, pasó a ser reconocido en las redes sociales. En primer lugar, cuando en 2019 dio un discurso en el Congreso de Colombia, exigiéndole a los congresistas “que legislen para la vida, en contra del fracking, del maltrato y testeo animal, de los plásticos de un solo uso”. Y en segundo lugar, cuando debido a la pandemia abrió una cuenta en redes sociales y empezó a compartir contenidos de educación ambiental. Actualmente tiene más de 278 mil seguidores en Facebook, otros 120 mil en Instagram y 82 mil en Twitter. Sin embargo, él no se considera un influencer, como aclara, “son solo un canal para difundir mi mensaje, yo no me concentro demasiado en las redes sociales, me concentro más que todo en las acciones en el territorio, es allí donde se hace el verdadero activismo”.

Por su activismo no han faltado los reconocimientos, como en 2019 cuando fue nombrado Embajador de la Buena Voluntad de la Unión Europea en Colombia, recibiendo de manos de la embajadora de este organismo, Patricia Llombart, el título como Defensor del Medio Ambiente. También en 2021 fue incluido dentro de la lista de los 100 niños prodigio, en la categoría social, escogidos entre 150 países, de los Global Child Prodigy Awards, que se entregaron este año en Dubai.

El último gran logro de Francisco Vera Manzanares es la publicación de su primer libro ‘¿Qué es el cambio climático?’, donde explica con su amable discurso, los principales aspectos de este fenómeno ambiental (dióxido de carbono, efecto invernadero, la huella de carbono), y cómo afectan a nuestro planeta y sus ecosistemas, al tiempo que comparte algunas sugerencias para cambiar hábitos y tener más consciencia ecológica.

Educador ambiental

—¿Qué lo motivó a escribir un libro?

Creo que cada uno quisiera escribir un libro, ese es un sueño que muchos tenemos. Y realmente escribir y leer son dos de las cosas que más me gustan. Como antes había escrito varias columnas de opinión para KienyKe, esto me dejó un entusiasmo por seguir escribiendo. Desde que soy activista quise escribir un libro que plasme las ideas ambientales y las causas climáticas que yo abandero, pero hablar al mismo tiempo de la diversidad de nuestro país. Estas dos cosas me llevaron a escribir un libro que es una herramienta para la educación ambiental, la verdadera educación para la vida.

—¿Cómo fue el reto de escribirlo?

Lo escribí por mi propia cuenta, con el acompañamiento de mis papás, que estaban pendientes de cómo avanzaba y me ayudaban buscando alguna información, pero la redacción es mía.

Busqué mucha información en algunas páginas de internet y otra la tomé de algunos libros que ya conocía sobre el cambio climático, también aproveché el conocimiento que he ido adquiriendo en esta carrera como activista, cosas como saber cuál es el páramo más grande del mundo, o el pico más alto de Occidente, o la laguna más grande del planeta. En todo caso fue un proceso muy bonito, porque mientras escribía tuve varias ideas. Primero había pensado hacer como un abecedario de la naturaleza, pero luego se me ocurrió que sería más divertido hacerlo en formato de entrevista, así sería más interesante e interactivo, que la misma Tierra te cuente a ti todo lo que tiene en su interior. Entonces, poco a poco fui estructurando y cambiando el libro, hasta que quedó en este formato de entrevistas y acciones, porque no es como una lectura que dejas cuando acabas, no, este libro te invita a hacer cambios y reflexionar sobre los hábitos que tenemos.

—¿Por qué considera importante promover la educación ambiental?

Hoy estamos en la mayor crisis de la historia de la humanidad, que es el calentamiento global. Estamos avanzando hacia la sexta extinción masiva de la especie, ¿cómo hemos llegado a este punto? A través de la explotación de los recursos naturales y los combustibles fósiles, porque nosotros no vemos a la Tierra como una hermana, como si perteneciéramos a ella, sino que la vemos como la despensa del ser humano. Esa crisis ya nos está afectando, en Colombia con el huracán Iota y en Centro América con el Eta, así como lo hemos visto en todo el sudeste asiático y bastantes países del Pacífico, y todo eso nos lleva a concentrar nuestros esfuerzos en la educación ambiental. Y para mí la educación es la semilla de una sociedad. Debemos tener una educación que tenga en cuenta el medio ambiente, que eduque a los niños y niñas para vida, y que les dé espacios para alzar su voz.

—¿Cómo nació su amor por la lectura?

Nace por mi familia, ellos han sido mi motor y los que me llevaron a leer por mi propia cuenta. Antes de que pudiera leer, ellos me leían y esa práctica tan bonita me hizo enamorarme de los libros, además creo que este acto ha cultivado dentro de mí un pensamiento crítico.

—¿Qué está leyendo ahora mismo?

Ahora mismo estoy leyendo un libro que se llama ‘El diario violeta de Carlota’, de una escritora que se llama Gemma Lienas, habla de una forma muy divertida sobre nuestra sociedad que es tan machista y patriarcal. Y esto no es nada divertido, porque en ese orden, si los hombres nos creemos superiores a las mujeres, también como humanidad nos creemos superiores al medio ambiente y a las otras especies.

—¿Cuál es su posición frente al feminismo?

Me parece una causa necesaria, porque históricamente a las mujeres, así como a los niños, nos han excluido de las decisiones, y hoy en día todos estamos siendo afectados por el cambio climático, algo que es producido por unos pocos, empresas que contaminan el 60% del medio ambiente, que hacen daño a miles de millones de personas. Eso quiere decir que mi lucha por el medio ambiente también está asociada con la igualdad de género, porque sin justicia social no hay justicia ambiental. Y sin justicia de género tampoco hay justicia social. Entonces, es necesario tener unidas todas estas causas y avanzar en todas. El medio ambiente no es ajeno a la igualdad, son causas integrales, como lo muestra la Agenda 2030 para el Desarrollo Sotenible, en ella se plantean retos tanto económicos, sociales, educativos, ambientales, como de género. Lo que nos demuestra que todos están conectados, son fundamentales.

—En el libro hace también un poco de divulgación científica relacionada con el medioambiente, ¿la ciencia es otro de sus intereses?

Me interesan algunos divulgadores de ciencia como Adriana Ocampo, de la NASA, y amiga mía. Ella hace algo muy importante por la divulgación y las desigualdades de género, llevando niñas colombianas a la NASA, su trabajo me inspira mucho.

Por otra parte, hay un divulgador de física que me encanta y es Carl Sagan, por eso al principio de mi libro pongo una de sus frases. Él participó en la misión de la sonda espacial Voyager I, que tenía como objetivo llegar a los confines del Sistema Solar, hoy mismo está circulando por el universo. Pero lo que más me conmovió de esta misión, es que cuando ya estaba muy lejos, más allá de donde había llegado antes la humanidad, entonces la sonda tomó una fotografía de nuestro planeta, y desde ese lugar La Tierra era un puntico, una manchita rodeada por el vacío cósmico, y la reflexión que hace Carl Sagan es que esa manchita es nuestro hogar y hay que cuidarla, porque no hay lugar alguno en el universo que la ciencia haya sido capaz de descubrir que nos pueda brindar las mismas condiciones de vida tan privilegiadas de la Tierra.

Más allá de eso, hay otras dos cosas que también me han inspirado a llevar mi discurso ambiental hacia la divulgación científica. En primer lugar, hay mucha gente que niega el cambio climático y la ciencia nos da los argumentos para defender nuestras posturas en defensa del planeta, porque son los científicos quienes nos ayudan a comprender cómo el ser humano ha logrado transformar el clima, elevando la temperatura mundial. Y en segundo lugar, está el tema de que mucha gente quiere ayudar a proteger el medioambiente pero desconoce los argumentos científicos que nos motivan a hacerlo, lo que nos permite estructurar ideas para cambiar políticas y pedir gobiernos para la vida. La gente hoy en día dice “reciclemos”, “cuidemos el planeta”, pero lo hacen sin las bases científicas de cómo esto ayuda al medioambiente, lo repiten como un discurso sin fondo. Por eso siempre es necesario apoyarnos en la ciencia para nuestro activismo.

—Debido a los efectos del cambio climático hay pronósticos desfavorables para la humanidad a futuro, por lo que muchos niños y jóvenes han expresado su voluntad de no tener hijos, ¿ha pensado en tener una familia?

Uno siempre tiene una idea muy general del futuro, uno desearía que dentro de 60 años pudiera estar viviendo en el pueblito donde nació y escribir un libro, y aunque puede ser muy apresurado pensar en eso ahora mismo, yo creería que formar una familia estaría bien, porque más allá de que el planeta esté en ruina, estamos haciendo lo posible para remediar el cambio climático y los efectos del calentamiento global.

—¿Cómo ha aprendido a sobrellevar las críticas, los haters y, lamentablemente, las amenazas, que recibe en redes sociales por su activismo?

Las críticas no están mal, pero sí las burlas que son otra cosa, y hay que saberlas diferenciar. Creo que la crítica es necesaria para avanzar y construir desde la diferencia, ejerciéndola con respeto, coherencia y empatía. Muchos me desautorizan diciendo que soy un niño instrumentalizado, pero no es cierto, deberían opinar desde la verdad. Ya con las burlas de los haters, sinceramente como son tantos mensajes yo no los veo todos, además no permanezco pegado a las redes sociales, simplemente hago mis publicaciones y actualizo algunos estados, a veces publico un reel.

Las amenazas son una realidad que lamentablemente sucede en nuestro país, y por eso yo reitero que nuestro gobierno debe estar más comprometido con la firma del Acuerdo de Escazú, que es muy importante para garantizar la seguridad de los ambientalistas. Porque a pesar de tantas heridas que el país ha recibido estos dos últimos años, con respecto al ambientalismo, me parece sorprendente que el gobierno colombiano no haya ratificado aún este acuerdo.

—Al final del libro plantea que estamos ante un dilema, dejarnos llevar por la ecoansiedad o actuar por la ecoesperanza, ¿cuál es el mensaje para inclinarse más por la alguna de estas opciones?

Hay algo que se llama la ecoansiedad y efectivamente muchas personas la padecen, están constantemente ansiosos y preocupados por la situación climática del planeta, pero a partir de esa idea, lo que yo hice fue proponer algo más optimista que llamé la ecoesperanza. En vez de tener miedo por el futuro de la humanidad, mejor es animarnos a hacer algo para que cambie y seguir adelante, porque es cierto que debemos reconocer una realidad que todos sufrimos, que el cambio climático es una amenaza gravísima para la supervivencia, pero hay que conservar la fe y la esperanza, empezando por hacer algunos cambios individuales en nuestros hábitos.

—¿Y cuáles son sus ecoesperanzas?

Las mías están en los niños y jóvenes que luchan por generar cambios en defensa de la vida. Mis esperanzas están puestas también en que los gobiernos se decidan a hacer algo por el planeta y que cada uno pueda aportar a ese cambio que necesitamos.

—En el libro hace un llamado a todos los niños y niñas para alzar la voz, ¿por qué considera importante que sean escuchados y tenidos más en cuenta en la sociedad?

Porque para muchos los niños son el futuro, y con esa justificación nos silencian, pero para mí, los niños son el presente. Somos el presente de la sociedad, ciudadanos del ahora, y aunque no tenemos votos, sí tenemos voz, opiniones y formas de participación, algo que deberían aprovechar mucho mejor. Pienso que los niños necesitamos muchos más espacios de expresión y actuación, en los medios, en las escuelas, en los gobiernos, para que podamos alzar la voz. Si ustedes se dan cuenta, los que están construyendo la sociedad hoy, que son los gobiernos y los líderes con más poder, personas con edades entre los 40 y 60 años o más, están dejando un mundo a su imagen y semejanza, ese mundo es el que heredaremos nosotros y no tiene nuestra visión, ahora mismo nos están excluyendo de la participación en la construcción de esta sociedad, por eso necesitamos ser escuchados e incluidos, para aportar a un mundo que se parezca más a nosotros.

El protegido

En noviembre de 2021, durante la Cumbre del Clima COP26, realizada en Glasgow (Escocia), el mundo presenció el encuentro entre Francisco Vera Manzanares y Greta Thunberg. Él, un colombiano de 12 años, y ella, una sueca de 18, dos símbolos del compromiso de las generaciones más jóvenes, precisamente los llamados centennials, con la lucha contra el cambio climático, y quienes desde sus respectivos países han exigido acciones contundentes de los líderes mundiales ante el deterioro del planeta.


En el breve encuentro, se vio a un emocionado Francisco romper con todo el protocolo y abrazar a Greta, a lo que ella respondió con unas pocas, pero significativas palabras: “Eres una inspiración para muchos jóvenes en el mundo, especialmente para mí. Nunca pares”.
Aunque solo hasta ese momento se conocieron de forma presencial, la relación de Francisco y Greta venía desde el 2019, cuando la activista sueca avaló el movimiento Guardianes por la Vida, para que fueran el capítulo colombiano de Fridays For Future, el movimiento internacional que ella preside.

Por esos mismos días, aprovechando que el presidente de Colombia, Iván Duque, participaba también en la Cumbre del Clima, Francisco publicó un mensaje en su cuenta de Twitter, refiriéndose al compromiso del mandatario y su gobierno con la protección de los ambientalistas: “Señor presidente de Colombia, lo escuché atentamente en Glasgow y sólo le pido que al llegar a Colombia, el compromiso con el ambiente que dice tener, se vea reflejado en la aprobación y firma del Acuerdo de Escazú”. Este es un acuerdo firmado en 2018, en Costa Rica, donde 24 países se comprometieron implementar políticas de protección ambiental y derechos humanos, con el objetivo de cuidar la vida de los ambientalistas, y aunque entró en vigencia el pasado 22 de abril de 2020, 12 países aún no lo ratifican, entre ellos, Colombia.

Pero volviendo a la relación de Francisco y Greta, hay que destacar otro aspecto en común: las críticas, que reciben de algunos sectores, que pretenden desautorizarlos afirmando que sus actuaciones son solo la fachada de una campaña financiada por organizaciones, o que están manipulados por los intereses de sus padres, o de algún lobby político. Pero si las libertades para manifestarse en Suecia están garantizadas, en Colombia sucede todo lo contrario. De hecho, según la ONG Global Witness, Colombia ha ocupado por dos años consecutivos el puesto como el país más peligroso del mundo para los defensores del medio ambiente y los territorios. Solo en 2020, asesinaron a 65 líderes ambientales en el país, tal vez a eso hiciera referencia el mensaje de Francisco al presidente Duque.

Y como la violencia no respeta edades, a principios de 2021, poco después de exigir al gobierno que garantizara la conectividad de todos los niños en tiempos de pandemia, Francisco fue amenazado. El ambientalista recibió de inmediato el apoyo de las autoridades nacionales, y la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, no solo pidió garantizar su integridad, sino que le envió una carta al niño, expresándole que “necesitamos muchas personas jóvenes como tú, con pasión para poder proteger nuestro planeta y los derechos humanos de todas las personas”.

Crecer con libertad

Ana María Manzanares Méndez considera que una de las razones fundamentales por las cuales su hijo se ha convertido en líder del medio ambiente y la infancia, asumiendo este papel con un nivel de compromiso impresionante para su edad, es que en su hogar ha crecido con la libertad de expresarse.

“Francisco es el único niño de la familia, y desde que él nació, nosotros creímos que era importante tener en cuenta su opinión. Siempre le preguntamos lo que piensa, desde qué quiere comer, hasta cosas mucho más importantes, así fuera solo por escucharlo, y creo que eso le hizo entender que sus opiniones o lo que él tuviera que decir sobre su vida y el mundo es igualmente importante. Y esta libertad no es algo que se dé en todos los contextos familiares”.

Otra condición indispensable en la crianza de Francisco ha sido, como asegura su madre, que “nunca lo hemos castigado físicamente, pese a que hay una cultura permisiva con el maltrato, desde un principio decidimos que en nuestra familia no habría castigos físicos, nos negamos a continuar con ese modelo”.

Aunque muchos encuentran sorprendentes las capacidades intelectuales de Francisco, que se evidencian en cada uno de sus discursos, en la seguridad de su expresión, siempre coherentes y muy bien informados; para sus padres, Francisco es un niño normal, no es un prodigio o superdotado, ni quiere aparentarlo, como han supuesto algunas personas.

Por el contrario, gran parte de su mérito está en su constante esfuerzo por investigar y entender su entorno, las causas y consecuencias de cómo el cambio climático afecta el medio ambiente, y desde su perspectiva, la de un niño de 12 años que siente profundamente el daño que la humanidad produce en el planeta, llamar la atención del mundo.

Un niño normal, así lo describe su madre: “como todos, va al colegio, estudia, tiene sus amigos, sale. Es muy casero, siempre está ayudando en algo, él por ejemplo, se encarga de lavar los platos y arreglar la cocina, tiende su cama, arregla su ropa, se divierte con videojuegos, y con esto tiene problemas conmigo porque ve mucho tiempo videos de AuronPlay, algo que me parece excesivo. O sea, es la vida normal de cualquier persona. Salvo que algunos momentos los dedica a actividades que otros niños no hacen, pero podrían, como escribir, leer, reunirse con los niños de su movimiento y hacer activismo. Esto no es algo que haya transformado nuestras vidas, aunque cuando estamos en la calle, observo que la gente lo reconoce y se le acerca para pedirle fotos”.

Por otro lado, se ha querido encontrar en la personalidad de Francisco señales del Síndrome de Asperger, para compararlo también con Greta Thunberg, a quien le fue diagnosticada esta forma de autismo.

“Francisco no tiene ninguna condición especial de ese tipo, alguna vez quisimos averiguar si tenía altas capacidades, pero para unos psicólogos podría ser que sí tuviera, mientras que para otros ningún niño tiene más capacidades que los demás, sino que sus habilidades se potencian de acuerdo al contexto. Incluso, por esto, Francisco estuvo como ponente en la Universidad de la Rioja en España, en un evento sobre altas capacidades”.

No obstante, Ana María, una trabajadora social graduada de la Universidad Nacional, considera que, “a los niños hay que dejarlos que desarrollen sus cualidades, creo que a todos los padres nos cuesta trabajo, porque cargamos un montón de prejuicios sobre lo que es la crianza y la autoridad. Hasta ahora me siento muy contenta de que nos haya funcionado con Francisco, de criarlo sin caer en el castigo físico. Pienso que esto es fundamental, independiente de que los niños quieran o no ser activistas, al final el hecho de no pegarle a un niño le permite creer en sí mismo y en poder desarrollar cualquier capacidad”.

Francisco también ha expresado en diferentes ocasiones que su deseo “es ser presidente”. Pero a futuro, lo único claro para su madre es que, “en cualquier cosa que defina ser, aunque es muy pronto para saberlo, va a ser una persona sobresaliente, porque más allá de sus capacidades, hay algo que yo admiro mucho en Francisco y es su determinación. Eso me da la certeza de que no sé a qué se vaya a dedicar dentro de algunos años, pero lo que haga lo va a hacer con mucha pasión”.

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