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Circo Camaleón del Ejército Nacional | Foto: Jorge Orozco / El País

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El Circo Camaleón: la increíble unidad del Ejército que apuesta por la risa

El circo Camaleón, del Ejército, recorre los pueblos más lejanos del Valle, Cauca y Nariño. Con motivo de los 480 años de Vijes, levantó su carpa allí. Crónica del estreno.

29 de julio de 2019 Por: Santiago Cruz Hoyos / Editor de Crónicas y Reportajes de El País

El muchacho, alto y fornido como volante de marca de un equipo de fútbol, se acuesta en la pista boca abajo y pese a los gritos angustiados del público, restriega su cara sobre un montón de vidrio picado que él mismo demolió con un mazo.

Después de restregar su cara con fuerza, arriba y abajo, izquierda y derecha, y mientras nos imaginamos la sangre correr, el muchacho se levanta sonriendo y con las manos extendidas como quien pide un aplauso. No tenía ni un rasguño.

Enseguida se acuesta boca arriba, su espalda sobre el montón de vidrio, y para poner más difícil todo, solicita que una mujer entre el público se pare sobre su pecho. El muchacho grita como si se retorciera de dolor, la mujer se asusta, pero es apenas un truco para elevar la tensión. Cuando se pone de pie, da la espalda para que el público se cerciore de que no sufrió ninguna cortada.

El animador del show asegura que el muchacho es capaz de “bañarse en vidrio”, y efectivamente toma montones de vidrio entre sus manos y se restriega los brazos como si sostuviera un jabón o un estropajo. Tampoco le pasa nada y eso que, contará más tarde, lo de ser faquir, aquellos que se dedican a ejecutar retos de resistencia física y mental como caminar sobre el fuego o sobre cristales, lo había aprendido “viendo en los semáforos”.

Apenas unos minutos antes los espectadores habíamos contenido la respiración con otro jovencito elástico como caucho que saltaba por un aro primero repleto de cuchillos, y luego prendido en fuego. Aquel “salto de la muerte”, también contará después, “lo sacó” en una mañana, tras 6 horas de entrenamiento continuo. Desde que lo estrenó en un show en Pasto jamás le ha sucedido nada.

Es la noche de un domingo de julio y el circo Camaleón, uno de los 7 circos militares del Ejército colombiano, realiza su función de estreno en el municipio de Vijes, a 40 minutos de Cali.

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Mientras los soldados ajustan el sonido y acomodan las sillas para la función, el sargento Mauricio Robles cuenta que el circo Camaleón se fundó el 12 de octubre de 2010. Desde entonces recorre los pueblos más apartados del Valle, Cauca y Nariño.

– Ese año, el 13 y 14 de junio de 2010, se llevó a cabo la Operación Camaleón para rescatar a 4 secuestrados en manos de las Farc: el General Luis Mendieta, el Coronel Enrique Murillo y el Coronel William Donato, de la Policía. Y del Ejército el sargento Arbey Delgado. De esa operación viene el nombre del circo.

El sargento Robles es el director artístico. Hace unos años formaba parte de una brigada que patrullaba en Antioquia, en inmediaciones del Nudo de Paramillo. Pese a que los soldados no se olvidan de eso, ser militares, dice, su vida dirigiendo el circo lo hace sentir muy orgulloso.

Mientras que en muchas zonas de conflicto a los soldados los miran con recelo, en el circo las comunidades reconocen su trabajo. Incluso les piden fotos y autógrafos. Siempre se agradece a quien nos distrae y logra hacernos reír.

– La misión de los circos militares viene de muchos años atrás, cuando en el Ejército se planteó la necesidad de llegar a los puntos más alejados y vulnerables de Colombia debido a la violencia o a que son de difícil acceso. Pueblos donde jamás llega un cine o una obra de teatro, ahí llegamos nosotros – dice el sargento Robles, quien enseguida explica que si están en un municipio tan tranquilo como Vijes, uno de los de menor criminalidad en el Valle del Cauca, es porque el Ejército apenas va de paso por el municipio, poco se queda. El circo es una manera de hacer presencia.

El municipio en todo caso estuvo conmocionado hace unas semanas por el asesinato de la enfermera Aydali Ortega Marulanda, aún en investigación.

– Vijes además cumple 480 años de fundación y el circo Camaleón hace parte de las festividades – añade el sargento Robles, que aunque está vestido de camuflado, no porta armas.

Tampoco los otros 12 soldados que conforman el circo. Nadie puede entrar armado a la función, ni siquiera los soldados que no integran Camaleón pero que se encargan de la seguridad. Ellos se quedan afuera. Si el objetivo es acercarse a la comunidad, los fusiles quedan prohibidos, reitera el sargento Robles mientras camina hacia el camerino.

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El soldado Erick David Rivera es uno de los artistas de más experiencia en el circo Camaleón, y pese a ello confiesa que está nervioso para la función de esta noche. Siempre le sucede: antes de salir a pista comienza a temblar. A veces le dan ganas de orinar. O se pone tan tenso que para relajarse, hace flexiones de pecho.

Esta noche hará parte de una obra de teatro que cuenta la historia de las más importantes guerras del Ejército desde la Independencia hasta hoy, a propósito de los 200 años que cumple la institución. Erick saldrá vestido de ángel.

Pero ahora, sentado en una silla de plástico, y con su uniforme de camuflado, cuenta que antes de ingresar al Ejército ya trabajaba en un circo. La historia que hay detrás es complicada y pese a ello Erick la narra con la serenidad de quien ya ha sanado sus heridas.

No conoció a su padre, y a los tres meses de haber nacido en Valledupar su madre falleció. Su abuela materna se hizo cargo, pero cuando Erick cumplió siete  ella quedó en silla de ruedas, por lo que no pudo trabajar más. Erick se vio en la necesidad de vender pan y dulces, hasta que le dijo a un primo, propietario del Circo Peter, que le diera una oportunidad.

Su primer trabajo consistió en asegurarse de que la gente no se colara. Días después Erick notó un agujero en la carpa, y por ahí comenzó a espiar los números y las entradas de los artistas.

– ¡Wow! Yo quiero aprender – se dijo. Su primo comenzó a enseñarle los trucos más sencillos: magia, el trapecio, la foca liviana – ponerse objetos livianos en el mentón y hacer equilibrio - la foca pesada: cargar niños u objetos pesados y hacer lo mismo.

Erick comenzó a ascender al punto que cada vez le encargaban más números, pero una tarde de 2005, en un pueblo cercano a Bucaramanga donde el circo se estaba presentando, salió a caminar con su traje y su cabellera larga de gitano cuando dos hombres vestidos de civil le pidieron la cédula.

Erick se asustó, pero les pasó el documento. A lo lejos vio un camión de la Policía Militar y en ese momento supo que estaban reclutando personal. Pese a que corrió sin pedir la cédula de vuelta, lo alcanzaron.

– Yo no quería prestar servicio militar. Yo quería una vida en el circo.

Erick se imaginó que el único destino de un soldado era la guerra, hasta que un sargento de apellido Luque le habló de los Grupos Especiales de Operaciones Psicológicas: soldados que en vez de cargar un fusil se dedicarían a llevar brigadas de salud a los pueblos, dar charlas en colegios para prevenir el consumo de drogas, montar un circo donde nunca habían visto uno. Un modelo de acercamiento a la población, garantizar la presencia del Estado más allá de las armas en los parajes más recónditos, y, también, hacer control social en las zonas de guerra.

La tarea de Erick era capacitar en las artes circenses a los soldados que integrarían los Grupos de Operaciones Psicológicas. Mientras el proyecto comenzaba debió patrullar por tres meses que le bastaron para conocer la guerra. Su mejor amigo, el soldado Velandia, a quien le decían ‘Paso fino’ porque caminaba coqueto, murió después de pisar una mina. Erick le prestó los primeros auxilios.

Después de ello, cuando por fin se inició el proyecto, Erick se dedicó entonces a enseñarle a los soldados los trucos del circo para fundar los Grupos de Operaciones Psicológicas. Ahora, en el circo Camaleón, además de hacer algunas entradas – se viste de Hombre Araña y hace la escalera área volante– se encarga de “pulir” las intervenciones de los otros soldados.

La mayoría de los que están en el circo jamás imaginaron estar en uno y por lo tanto no sabían mayor cosa del arte de hacer reír, pero de a poco descubrieron sus talentos.

El soldado Yeins Fernando Arboleda, encargado del sonido y la música, por ejemplo, llegó al circo después de que le diagnosticaran artrosis en sus rodillas debido al peso del equipo que cargó mientras patrullaba en Tumaco; el soldado Óscar Meneses, quien hace de antorcha humana, fue trasladado a los grupos de acción integral después de padecer una neumonía y una infección intestinal; al soldado Faber Dávila, quien hace de payaso, lo enviaron al circo tras patrullar por los ríos Patía, Iscuandé, Telembí, donde se contagió de leishmaniasis, una enfermedad transmitida por la picadura de un mosquito.

Lo mismo le ocurrió al soldado Jhon Henrry Navarro Bonilla, animador y cantante en el circo, y al soldado – y payaso – Cristian Eduardo Rincón.
El ‘Mago de Oro’, el soldado Lubián López, por su parte, pisó una mina cuando integraba un grupo antiexplosivos. El perro que lo acompañaba recibió la onda y le salvó la vida, pero el soldado tiene lesiones en sus rodillas.

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La función acaba de empezar y en la pista el soldado Rubén Darío de Alba le canta el feliz cumpleaños a la alcaldesa de Vijes, Diana Carolina Castaño, a quien los soldados le obsequiaron una torta y le cambiaron el nombre por error en un par de ocasiones, pero ella se lo tomó con humor. Finalmente, estaba en el circo.

Después comenzó el show de faquirismo, a cargo del soldado Adolfo Ocoró, quien aprendió a caminar sobre el vidrio viendo en los semáforos, el número de los payasos, el salto de la muerte del soldado Wilson Mafla, el show de magia, la antorcha humana y por último una canción de música popular que el público cantó a todo pulmón interpretada por el soldado Jhon Henrry Bonilla.

Y el corazón es que no puede parar de amar, con este dulce pecado que me lleva al infierno y a la dichaaaaa.

Mientras busco la salida, me pregunto cuántos talentos no se habrán perdido por la guerra. De cuántos cantantes, actores, magos, malabaristas nos hemos privado porque debieron dedicar sus vidas a disparar un fusil.

El soldado Bonilla, quien seguía cantando, me había dicho que la guerra siempre le ha parecido absurda: matarse entre compatriotas. El soldado De Alba había agregado que el Ejército era mucho más que armas y malos comportamientos de algunos de sus integrantes como los falsos positivos. Los soldados construyen país y llevan bienestar a las poblaciones con herramientas más poderosas que los cañones como el humor, pero eso no siempre es noticia.

El soldado Erick recordó el día en que en Villa Rica, Cauca, instalaron el circo justo en la frontera disputada por tres pandillas. Mientras montaban la carpa, los soldados vieron muchachos sin nada qué hacer en las esquinas que delimitaban la zona y se les ocurrió armar un partido de fútbol con la condición de que nadie se agrediera. Cuando terminó el partido sacaron el sonido del circo y los pelados comenzaron a rapear, a cantar, a hacer chistes. Se demostraron que no eran tan enemigos como suponían.

El circo, dijo después el soldado Bonilla, es ejemplo y esperanza para que seamos un país en donde nos muramos de risa y no de bala.

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