Cultura
El bandolerismo de los años 50 en Colombia se refleja en las disidencias armadas actuales
En su investigación, Luis Carlos Castillo registró 122 grupos de bandoleros que dominaban en regiones de Colombia a finales de los años 50 del siglo XX, y compara esto con el presente.
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6 de sept de 2025, 03:05 p. m.
Actualizado el 6 de sept de 2025, 04:17 p. m.
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Los innumerables libros publicados sobre la violencia en Colombia, parecen no agotar jamás el tema, y puesto que tratándose de una historia inacabada —que seguimos sufriendo hoy—, también es silenciada, omitida y no pocas veces distorsionada desde sus orígenes por múltiples actores del conflicto, siempre será necesario un libro que desde una rigurosa investigación y con perspectiva crítica vuelva sobre fenómenos del pasado y aporte luces al presente.
Uno de estos fenómenos asociados a la violencia colombiana —cargado de mitos y medias verdades— es el bandolerismo que, en términos del historiador Eric Hobsbawm, son aquellos hombres “en la montaña y los bosques, bandas fuera del alcance de la ley y la autoridad, violentos y armados, que imponen su voluntad mediante la extorsión, el robo y otros procedimientos a sus víctimas (...) desafiando simultáneamente al orden económico, social y político”.

Un archivo histórico que sale a la luz
Apodos temibles como Sangrenegra, Desquite, Siete Colores, Almanegra, Capitán Veneno, Capitán Venganza, entre otros, quedaron en la memoria colectiva y en la historia de La Violencia, así con mayúscula, que fue el periodo de enfrentamientos bipartidistas posterior al Bogotazo (9 de abril de 1948), cuando los bandoleros se apoderaron de las zonas rurales de Colombia imponiendo su régimen de terror.

Si bien, las historias de los bandoleros fueron abordadas por la crónica y la literatura, y por la sociología, como en el libro canónico La Violencia en Colombia, estudio de un proceso social, escrito por el sacerdote e investigador Germán Guzmán Campos, Orlando Fals Borda y Eduardo Umaña Luna, y publicado en 1962, en el presente realmente no hay publicaciones que aborden en particular este tema y con el rigor necesario.
Pero, esta deuda investigativa fue saldada por Luis Carlos Castillo Gómez, doctor en Sociología Política de la Universidad Complutense de Madrid y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales en la Universidad del Valle, quien acaba de publicar su libro Bandolerismo en Colombia (Intermedio, 2025), donde describe este fenómeno desde el archivo recuperado de Germán Guzmán Campos, quizá el mayor investigador de la violencia, conformado por documentos nunca antes estudiados.
“Él había sido el secretario de la Comisión de las Causas de la Violencia en 1958, así recogió múltiples informaciones, porque visitó las zonas que habían sido afectadas profundamente por la violencia. Estuvo en Santander, Tolima, Valle del Cauca, Cauca, Boyacá, Cundinamarca, Quindío, Risaralda y en Caldas. En todo ese tiempo construyó un acervo documental supremamente importante”, cuenta Castillo.
Cuando Guzmán, que había sido sacerdote y amigo íntimo de Camilo Torres, se exilió en México, se llevó su archivo y continuó estudiándolo hasta su muerte en 1988. Luego, este quedó en poder de su viuda, que lo conservó escondido por muchos años, hasta que la Universidad del Valle lo adquirió entre 2007 y 2024.

Allí, Castillo se encontró con un registro inédito y detallado del bandolerismo, “tenía una documentación extensísima, la más amplia que existe en Colombia para estudiar este aspecto de la violencia, fotos inéditas, las cartas firmadas de puño y letra por bandoleros, que se las enviaban a sus madres a través del padre Guzmán, quien también los confesaba. Cuando yo estaba revisando el archivo comencé a encontrar, por ejemplo, cartas de Jacinto Cruz Usma, que se hizo llamar Sangrenegra, el principal bandolero liberal. Este acervo de 9000 documentos lo tenemos en la Universidad del Valle”.
“Encontrarme con estos testimonios directos tomados por el padre Guzmán, fue muy impactante para mí y de inmediato conecté con el tema, partiendo desde mis propios recuerdos cuando yo tenía 5 años y mi mamá me contaba las historias de Sangrenegra”, dice el autor de Bandolerismo en Colombia.
De la guerrilla al bandolerismo
Antes de comentar algunos puntos clave de su libro, Castillo aclara que “el bandolerismo es un fenómeno de carácter universal, se ha presentado en todas las sociedades rurales en las cuales hay profundas desigualdades sociales, hay registro en Europa, Asia y, desde luego, América Latina. Pero, aquí, en nuestro país, el pasado del bandolerismo explica las continuidades de la violencia rural hasta hoy”.
Para Castillo es importante distinguir que bandolerismo y guerrilla no son lo mismo, aunque muchos bandoleros hayan sido guerrilleros.

“Ellos provenían fundamentalmente de la violencia de los años 1950, eran campesinos que habían sido liberales o conservadores, que se habían enfrentado y en el caso de los liberales, habían constituido guerrillas con más de 6000 hombres, como las de los Llanos y desafiaron al propio Estado, pero algunos se acogieron a las diferentes amnistías que estableció el gobierno de Rojas Pinilla en el año 1953, ellos deponen las armas, como aconteció con las guerrillas de Guadalupe Salcedo y Eliseo Velázquez”.
Pero, los acuerdos entre gobierno y exguerrilleros no se cumplieron, por lo que “muchos de ellos regresaron a empuñar las armas, salvo que en esta ocasión, al quedarse solos y sin el respaldo de los partidos, optaron por la vía del bandolerismo. Para finales de los años 50, la presencia de las bandas es impresionante, yo encontré 122 bandas de cuadrillas de bandoleros en Colombia”.
El Valle del Cauca y los orígenes del sicariato
Entre los aportes que hace Castillo con su libro destaca el capítulo dedicado al bandolerismo en el Valle del Cauca, conocido muy poco en la actualidad.
“Yo establezco diferencias claves entre los bandoleros, porque aquí hubo una presencia bandolera, pero fundamentalmente en el centro y norte del Valle, pero estos no provenían de la guerrilla liberal, sino de la policía chulavita y el mejor ejemplo es el emblemático León María Lozano, el Cóndor, que Gustavo Álvarez Gardeazábal retrata en su novela”.
Los bandoleros del Valle, fueron fundamentalmente de estirpe conservadora, sencillamente se armaban para perseguir y matar a los miembros del Partido Liberal, como todos lo sabemos. Los pájaros, como los llamaban, también fueron los pioneros del sicariato. Los primeros sicarios fueron los pájaros".

El “novísimo” bandolerismo
Por último, Luis Carlos Castillo Gómez analiza cómo el fenómeno del bandolerismo perdura en Colombia en fenómenos como las disidencias y las bandas criminales herederas del paramilitarismo.
“Actúan como ejércitos privados sin ningún principio político, desde el punto de vista mío y desde mi conceptualización, ellos constituyen el novísimo bandolerismo en Colombia. Tienen el comportamiento casi que similar de lo que fueron los bandoleros de los años 1950 y 1960″, afirma.
Estos novísimos bandoleros colombianos, como sus antepasados “hacen control de territorio, utilizan la violencia, porque están armados, presionan a las comunidades, los asesinan, pero no están orientados por un principio político, sino que su único fundamento es la obtención de ganancias extraordinarias, bien sea a través de los cultivos de coca y la producción de cocaína, o a través de la minería de carácter ilegal”, concluye.

Periodista y escritor, entre sus publicaciones destaca el volumen de ensayos ‘Libro de las digresiones’. Reportero con experiencia en temas de cultura, ciencia y salud. Segundo lugar en los Premios Jorge Isaacs 2022, categoría de Ensayo.
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