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De izquierda a derecha: Sonia Castillo, Marlene García, Viviana Goyes y Martha Pérez, familiares de desaparecidos. | Foto: Daniela Cerón / especial para El País

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¿A dónde van a parar los cuerpos que nadie reclama en Cali?

78 restos que se quedaron en Medicina Legal en el 2018 fueron enterrados en el Cementerio San José de Siloé, en Cali. Historia de cientos de tumbas sin flores ni dolientes.

10 de marzo de 2019 Por: Carolina Jojoa Palta / reportera de El País

En el Cementerio Camposanto San José de Siloé, en el occidente
de Cali, existe un lote de aproximadamente 20 metros de alto por 5 de ancho, el cual alberga más de 1500 restos de personas que no tienen doliente.

Todos hacen parte de un grupo grande de cadáveres que en algún momento llegó al Instituto de Medicina Legal y que nunca fueron reclamados.

Solo el año pasado, 78 de estos cuerpos fueron llevados a este lugar. En 2017 fueron 154, y en 2016 fueron 113. Y así podría seguir la cuenta regresiva de años de entierros realizados en la capital del Valle en los que no hubo lágrimas, cánticos, rezos.

Los osarios de estas personas no tienen flores, aunque según un empleado del camposanto, por lo menos una vez al año alguien viene a ponerles un detalle y a regalarles una que otra oración. A algunos hay que retirarles la tierra de sus lápidas para descubrir su registro PNI o CNI, de Persona en Condición de No Identificada (femenino o masculino).

Pero, ¿quiénes son estas personas y cómo llegaron ahí?

Nidia Isaza, 56 años, residente del barrio Alfonso López, y quien en el 2017 fue a San José a reclamar el cuerpo de su hijo, Luis Eduardo Grisales Isaza, secuestrado y desaparecido el 23 de diciembre de 2010, tiene una respuesta.

“Estas personas son hijos, hijas, padres, madres, hermanos, amigos que un día salieron y no regresaron”, dice.

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El año pasado Medicina Legal realizó 2941 necropsias en Cali, de las cuales un total de 89 cuerpos se quedaron sin reclamar, según explica Jairo Silva, director Seccional del Instituto, quien además refiere que estos restos corresponden a personas identificadas y en Condición de No Identificadas, CNI, y no fue posible localizar a sus familiares.

Cali, por ser un centro de referencia, explica el funcionario, recibe cadáveres de Jamundí, Yumbo, Vijes, La Cumbre, Dagua, y a veces del Eje Cafetero, Cauca y Nariño.

“Si tiene huellas dactilares, empezamos por ahí. A algunos logramos identificarlos, pero nadie los reclama, entonces empezamos la búsqueda de sus familiares según lo que se encuentre en bases de datos: cuentas bancarias, direcciones, referencias... También hay a quienes no podemos identificar porque sus cuerpos llegan en alto grado de descomposición, o incluso en osamentas (huesos), y lo que hacemos es publicar sus particularidades: prendas, accesorios, cicatrices, tatuajes...”, asegura Silva, al indicar que estas personas permanecen en el Instituto menos de un año.

“A algunos los tenemos en el cuarto frío, actualmente hay 36, pero digamos que uno decide que esos cuerpos los mantiene aquí o los va a inhumar (enterrar) cuando ya ha agotado todos los recursos sin tener éxito y son llevados al cementerio”, señala el Director Seccional del Instituto.

“Sin embargo, la esperanza es lo último que se pierde”, dice Guillermo Moreno, asistente administrativo del Camposanto San José de Siloé, el único lugar en Cali al que son llevados los cuerpos que nadie reclama.

“A partir de la Ley 5194 del 2010 se implementó que todos los cuerpos que lleguen aquí deben venir debidamente marcados e individualizados, porque nunca se pierde la esperanza de que en un futuro sean entregados a sus familiares por medio de exámenes de ADN. Así son enterrados de a tres en cada osario, hasta que llegue el día”, acota Moreno, al resaltar el trabajo que hacen todas las entidades a las que les corresponde el tratamiento de los CNI y no reclamados.

“Es muy gratificante hacer parte de este proceso. El año pasado entregamos diez restos a familias que venían incluso de otras partes del país, ojalá fueran más, porque uno entiende que ahí tiene fin un dolor y una espera”, expresa.

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El 16 de diciembre de 2016, será por siempre para Nidia Isaza el día en que su dolor tuvo un descanso, aunque nunca cesó. Entonces, ya llevaba ocho años visitando el Gaula de la Policía para saber cómo avanzaba el caso del secuestro de su hijo, Luis Eduardo Grisales Isaza, pero siempre recibía la misma respuesta: “Estamos investigando”.

El joven desapareció en diciembre de 2010, cuando se dispuso a prestar un servicio de transporte en un bus para turistas en el alumbrado de Cali. Su vehículo fue encontrado en la Carrera 15 con Calle 25, y de él no quedó rastro.

“Solo recibimos la llamada de unos extorsionistas que nos exigían $500 millones. Las autoridades nunca pudieron hacer nada para encontrarlo. De ahí pasaron ocho años hasta diciembre de 2017”, cuenta Nidia.

Aquel día, dice la mujer, su sobrina Jennifer, quien le había venido insistiendo desde hace varios meses que su abuela se le aparecía en sueños para decirle que debía buscar a Luis Eduardo, le dio la noticia de que lo había localizado en San José de Siloé.

“Ella me decía que mi mamá en los sueños le señalaba el computador y un día simplemente decidió indagar. Puso los datos de mi hijo en el sistema de Medicina Legal y le arrojó que estaba en el cementerio. No sabe la impotencia que sentí cuando me enteré que él fue encontrado en Yumbo el 29 de diciembre de 2010, seis días después de haber sido secuestrado. Duró cinco meses en Medicina Legal en Cali antes de ser enterrado”, expresa entre lágrimas la mujer.

Finalmente, Nidia recibió los restos de su hijo el 10 de enero de 2017, aunque dice esperaba encontrarlo de otra forma: “Pero le doy gracias a Dios porque hoy puedo decir que supe lo que pasó e ir a visitarlo. Esto es un dolor que no es fácil de llevar, y solo tendría por decir a las madres que tienen hijos desaparecidos que busquen, aunque el Estado no les garantice nada, no se rindan, porque los muertos quieren que los busquen”.

Pero la suerte de Nidia no es la misma que la de su amiga Sonia Castillo, quien aún busca a su hijo, el infante de marina Luis Alfredo García, desaparecido el 30 de septiembre de 2011. Ni la de Martha Pérez, madre de Yoiner Betancourt, desaparecido el 5 de agosto de 2011. Tampoco la de Marlene García, quien busca a su hijo Jairo Iván Hurtado, desaparecido el 16 de mayo de 1997.

Todas hacen parte de una red de apoyo de familiares de personas desaparecidas, a quienes se les hace absurdo el panorama que se vive en San José.

“Mire cómo es la vida, nosotras estamos aquí esperando un día encontrar a nuestros hijos y poder darle un fin a la zozobra, y tantas personas allí que no tienen quién las busque”, reflexionan las mujeres, quienes además impulsan a los familiares de desaparecidos a dar el primer paso, “para lograr algún día que aquellos osarios sin flores de San José, estén cada vez más vacíos”.

Consulte

Si tiene un familiar desaparecido, acérquese al Instituto de Medicina Legal, en la Calle 4B No. 36-01, y reporte el caso. Es necesario tomarle una muestra biológica.

En la plataforma virtual Consultas Públicas puede ingresar los datos del desaparecido y verificar si ha sido hallado.

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